miércoles, 17 de junio de 2015

El bueno de Mike

Dedicado a la inspiradora obra de Rafa Sastre,
 Jazzesinato


Mike no quita ojo a las tetas Blanca. 

Bajo el ceño fruncido está la otra mitad de sus ojos y como marco —de esa cara de bobo— una boca abierta a juego con la mirada perdida en un punto por detrás del escote.
Frente a él está Jon. El vasco también clava su mirada, aunque con más fuerza. En este caso el objetivo es un punto incierto, por detrás de la nariz de Mike. 

Blanca no mira a nadie. 

Suena un blues. Percusión, bajo, guitarra y una armónica desgarrada. Blanca desaparece con cada bending de la armónica y vuelve a aparecer con los golpes del bajo. La mesa es demasiado pequeña para los tres, demasiado pequeña aunque sólo estuviera allí Blanca. El ritmo suave acompaña el vaivén de la cabeza de Mike —mueve todo menos sus pupilas— y la pulsión de los dedos de Jon sobre la pequeña mesa circular.
El roce del peine al final de Kiss me a lot  da campanada final a la paciencia de Jon. ¡Deja de mirarle las tetas, maldito idiota!, dice levantándose de la silla.

La mesa se tambalea por culpa del golpe con la rodilla del vasco que desarma el trípode desvencijado en el que se apoyaba. Caen las bebidas. Una jarra vuela sobre el vestido de Blanca derramando todo su contenido justo encima de la diana de Mike. 

¿Estás loco?, ¿por qué has hecho eso tío?, dice gravemente al despertar de su enamoramiento; como si el éxtasis de rozar con sus ojos esos pechos mojados, después de haber soñado por horas, despejara por fin la mente de Mike.

¡Qué la dejes en paz!, repite Jon y saca una cuarenta y cinco. Ey, para un poco, ¿dónde vas con eso cowboy? Yo que tú miraría un poco mi alrededor…

El cantinero asoma por la barra, se ha agachado para coger su escopeta. La cantina se hunde en el silencio. Blanca cae de espaldas. Levántate cariño, vámonos de aquí, dice el vasco tendiéndole la mano mientras fija su mirada de nuevo en Mike. Debes admitir que tiene buenas tetas. No es mi culpa enamorarme de ellas. Míralas, ¿no están para comérselas?

¡Basta hijo de perra! ¡Basta o disparo! Los ojos de Jon salen de sus órbitas, está tan concentrado en Mike que en el mismo momento en que levanta el arma, se oye un disparo desde la barra.

Pobre vasco, morir por unas tetas…, dice Mike antes de que la banda vuelva a arremeter, esta vez con Not so cruel. Ven aquí forastero, dice Blanca. Creo que necesitas alguien que te consuele. ¿Consolarme?, bueno chica, si eso es lo que quieres… ¿Pero tú no tenías algo con él? La joven pide otra jarra en la barra. 


El bueno de Mike pagará mi cuenta ahora, Joe. Anótale esta también.

Pernando Gaztelu

2 comentarios:

  1. MUCHAS GRACIAS, Per. Nunca hubiese imaginado que mis cuentecillos pudieran inspirar a nadie. El texto es bueno, joder. Pero al final me quedé con las ganas de saber si aquellas tetas valían o no la pena; otro día escoge mejor la imagen que ilustra el cuento. Jajajajajajaja (es broma). Un inmenso abrazo, amigacho.

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  2. Inspiran y mucho. Pues me vuelves a inspirar, con el comentario... se viene el siguiente relato, Blanca y sus tetas... y así una seguidilla... eh, ¡qué buena idea!

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