Dedicado a la inspiradora obra de Rafa Sastre,
Jazzesinato
Mike no
quita ojo a las tetas Blanca.
Bajo el
ceño fruncido está la otra mitad de sus ojos y como marco —de esa cara de bobo—
una boca abierta a juego con la mirada perdida en un punto por detrás del
escote.
Frente
a él está Jon. El vasco también clava su mirada, aunque con más fuerza. En este
caso el objetivo es un punto incierto, por detrás de la nariz de Mike.
Blanca
no mira a nadie.
Suena
un blues. Percusión, bajo, guitarra y una armónica desgarrada. Blanca desaparece
con cada bending de la armónica y vuelve
a aparecer con los golpes del bajo. La mesa es demasiado pequeña para los tres,
demasiado pequeña aunque sólo estuviera allí Blanca. El ritmo suave acompaña el
vaivén de la cabeza de Mike —mueve todo menos sus pupilas— y la pulsión de los
dedos de Jon sobre la pequeña mesa circular.
El roce
del peine al final de Kiss me a lot da campanada final a la paciencia de Jon.
¡Deja de mirarle las tetas, maldito idiota!, dice levantándose de la silla.
La mesa
se tambalea por culpa del golpe con la rodilla del vasco que desarma el trípode
desvencijado en el que se apoyaba. Caen las bebidas. Una jarra vuela sobre el
vestido de Blanca derramando todo su contenido justo encima de la diana de Mike.
¿Estás
loco?, ¿por qué has hecho eso tío?, dice gravemente al despertar de su
enamoramiento; como si el éxtasis de rozar con sus ojos esos pechos mojados,
después de haber soñado por horas, despejara por fin la mente de Mike.
¡Qué la
dejes en paz!, repite Jon y saca una cuarenta y cinco. Ey, para un poco, ¿dónde
vas con eso cowboy? Yo que tú miraría un poco mi alrededor…
El
cantinero asoma por la barra, se ha agachado para coger su escopeta. La cantina
se hunde en el silencio. Blanca cae de espaldas. Levántate cariño, vámonos de
aquí, dice el vasco tendiéndole la mano mientras fija su mirada de nuevo en
Mike. Debes admitir que tiene buenas tetas. No es mi culpa enamorarme de ellas.
Míralas, ¿no están para comérselas?
¡Basta
hijo de perra! ¡Basta o disparo! Los ojos de Jon salen de sus órbitas, está tan
concentrado en Mike que en el mismo momento en que levanta el arma, se oye un
disparo desde la barra.
Pobre
vasco, morir por unas tetas…, dice Mike antes de que la banda vuelva a
arremeter, esta vez con Not so cruel. Ven
aquí forastero, dice Blanca. Creo que necesitas alguien que te consuele.
¿Consolarme?, bueno chica, si eso es lo que quieres… ¿Pero tú no tenías algo
con él? La joven pide otra jarra en la barra.
El
bueno de Mike pagará mi cuenta ahora, Joe. Anótale esta también.
Pernando Gaztelu
MUCHAS GRACIAS, Per. Nunca hubiese imaginado que mis cuentecillos pudieran inspirar a nadie. El texto es bueno, joder. Pero al final me quedé con las ganas de saber si aquellas tetas valían o no la pena; otro día escoge mejor la imagen que ilustra el cuento. Jajajajajajaja (es broma). Un inmenso abrazo, amigacho.
ResponderEliminarInspiran y mucho. Pues me vuelves a inspirar, con el comentario... se viene el siguiente relato, Blanca y sus tetas... y así una seguidilla... eh, ¡qué buena idea!
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