viernes, 13 de marzo de 2015

MIRADAS DE MUJERES ( Por el día de la mujer)


 


Hace frío, lo siento en la cara. Sobre las mejillas, unas pequeñas gotas que rápidamente quedan impresas sobre la piel, acentúan el frescor. ¿Es por el viento que se mete entre los párpados entornados, o es la intensidad del dolor que me oprime la garganta, el que ha hecho expulsar este líquido viscoso de mis ojos mezclándose las lágrimas con las gotas de lluvia?
¿Por qué me miráis? noto vuestros ojos en los míos, escudriñando, observándome ¿Cómo me veis? Me agobia el notar vuestras miradas. Tendría que explicar, pero, ¿para qué? No podríais entenderme. Puede que sea mi color o mi soledad las que os atraen y aunque derramara un millón de lágrimas y gritara, y os tocara para haceros notar mi presencia, no serviría de nada. Nada es entendible con una mirada  ¿o sí?  ni siquiera con un gesto, ¿con una palabra? Posiblemente. Pero estoy muy cansada  y hace tanto que no hablo con nadie. El miedo a lo desconocido.
 Mi vocabulario aún no es perfecto. Es difícil cambiar de idioma, adaptarse, hacerse entender, comunicarse. Palabras, palabras. Están tan lejos los míos, hace tanto tiempo....Imágenes en mi mente, sólo imágenes repletas de recuerdos, me siento colapsada  de imágenes. Hay un gran abismo entre el ayer y lo que hoy represento. Hace mucho frío ¿me miras? No, no nos conocemos, pero noto que me miras, nos cruzamos y me miras de manera diferente. Yo también te miro y el azul de tus ojos se funde en la negrura de los míos y empieza a llover más intensamente. Una gota, dos, tres, cuatro. El rojo de los paraguas sobre el asfalto gris.

¿Por qué llorará aquella mujer en plena juventud? Aunque yo, hace poco, también me encontraba sumida en un pozo. Ahora ya no. Salí, afortunadamente salí, porque mi hijo salió y ya todo es diferente. Me estoy mojando, acelero, ¡cuanta gente! La lluvia, los árboles, tengo que coger el metro. Los paraguas van, vienen. Las hojas, de las que cuelgan miles de gotas me acompañan. Respiro, sueño, tanta espera y ya está en casa, por fin y sin problemas. Los malos presagios, esfumados;  y ahora puedo tocarle, acariciarle, besarle, sin problemas.
El pensamiento se acelera, noto palpitaciones, me emociono. Pensamientos superpuestos que se reflejan, seguro, en mi cara. La gente me mira, o por lo menos me lo parece. Los ojos de todos me observan, me persiguen, me envidian, transpiro felicidad. Mi juventud, mi gozo, mi futuro. Salgo del metro hacia la calle de nuevo. Un paso, dos, corro, esquivo, sigue lloviendo. No me importa sentirme mirada. Tu mirada ajada, envidiosa anhelante, ¿qué me quieres contar? Tu tiempo pasó, ahora es el mío, son casi las seis, tengo que apresurarme y tú no haces más que mirarme, pero no me conoces, no sabes, acelero.....

Me reconozco en esa joven a la que no puedo dejar de mirar. Así era yo, en un pasado no muy lejano, pero que ahora me parece infinito. Así era yo, joven, con futuro, con proyectos y ahora, soy yo, o ¿soy la otra?, la desconocida, la que agazapada me espiaba, para salir, para anularme. Yo era y sigo siendo, pero distinta. Con una gran tristeza sobre los hombros, sobre todo mi cuerpo ¿soy? Los ojos azules que cruzaron su mirada con la mía me transportaron a otros momentos vividos. Yo era, y ahora acabada, busco una salida, una mano, una mirada. Pastillas, insomnio,  vejaciones  y  un ¡basta!. Y  la calle y  la  incomprensión y  la  humillación  a  la búsqueda de mi vida.
 Noto que la respiración me asfixia, me detengo, me paro, me siento aquí mismo, en este banco. Ya no llueve, parece que el sol, en un arrebato primaveral, quisiera, apartando esa nube, asomarse. Miro, miro a la gente que pasa, apresurada. Esa  joven a la que observo, podría ser mi hija, la que perdí, la que aún palpita por todo mi cuerpo; la que en mis pesadillas me habla y me anima a ser valiente a pesar de mis miedos. Y la sigo mirando como camina: con ligereza, con gracia, con seguridad y se pierde por aquella esquina y sus ojos que se cruzaron por un segundo con los míos, me reconfortan. Ya estoy mejor. Seguir, seguir con las decisiones tomadas, con la ruptura y, empezar de nuevo. Ya no la veo......

¡Qué tristeza aquel rostro! Y sería una mujer guapa, seguro, su mirada limpia aún transmitía paz, hermosura  y su cuerpo, ya no muy joven, conservaba una cierta elegancia. Aunque sus profundas  ojera. Me recordó a un personaje de Hopper, así solitaria, con esa luz de la tarde que alargaba su sombra sobre el pavimento aún mojado, en un intento de fijarla, de dejar su huella, como una forma plana que queda impresa, como una estampación. La luz, la tristeza, la calle. Hoy todo me  sugiere, me motiva, me inspira. Los ojos siempre abiertos, mirando, y los sentidos alerta.
 Las miradas de tanta gente que avanza presurosa sobre el asfalto se cruzan unos segundos con la mía. ¡Salió el sol! Estos días primaverales son cambiantes. Sol, agua, nubes, otra vez sol. Tengo que parar un momento, respirar, tranquilizarme. Se agolpan tantas y tantas sensaciones en mi cabeza; recuerdos, sonidos, imágenes, colores, siluetas, emociones. Es un día importante, todos lo son, pero este más. Mi primera exposición. Años de trabajo, de sueños, y él, mi chico, que viene desde tan lejos, desde el frío, desde el país que nos unió; que nos unió en ideas, en sueños. Con la  misma coreografía. Me río, me estoy riendo, me miran y naturalmente no entienden el porqué de mi risa. Me miran con sus ojos marrones, verdes, negros, brillantes, azules, y no lo comprenden. Yo sí, estoy feliz, me siento feliz, plenamente feliz. La sensibilidad a flor de piel, mis proyectos a punto de ser realizados. Tengo que controlarme. Miro la calle, miro a la gente. Todo es significativo, Detente. Siente.


         A modo de epílogo.  Miradas que en cualquier plaza, rodeada de grandes o pequeñas ventanas se cruzan entre ellas, sin saber ni conocer.  Plazas de cualquier ciudad, con grandes, o pequeños monumentos que miran desde el pedestal con la frialdad de sus pupilas a la gente que apresurada camina sobre ellas. Ciudades de cualquier país del llamado primer mundo, un día cualquiera del mes de abril, al atardecer, llenas de mujeres, niños, vagabundos, ejecutivos,  amas de casa, barrenderos, secretarias, oficinistas, médicos, dependientas, informáticos, banqueros, peluqueras, carpinteros, enfermeras, estudiantes, diseñadores, bailarinas, zapateros, biólogos, albañiles, profesores, taxistas, actores, abogados, futbolistas, costureras, fotógrafos, jardineros…. cruzan sus miradas, ignorándose, pero reconociendo en cada uno, una parte de ellos mismos. Hay otros lugares en el mundo, donde esta pluralidad de ocupaciones no existe y las  miradas, sobre todo las miradas de las mujeres, están marcadas por un futuro común, con pocas expectativas, pero con los mismos anhelos.  Este quiere ser, mi pequeño homenaje a todas las mujeres que con su mirada, estén donde estén y tengan el color que tengan, reconfortan y dan esperanza.

El camino de las mujeres


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