Hace frío, lo siento en
la cara. Sobre las mejillas, unas pequeñas gotas que rápidamente quedan impresas
sobre la piel, acentúan el frescor. ¿Es por el viento que se mete entre los
párpados entornados, o es la intensidad del dolor que me oprime la garganta, el
que ha hecho expulsar este líquido viscoso de mis ojos mezclándose las lágrimas
con las gotas de lluvia?
¿Por qué me miráis? noto
vuestros ojos en los míos, escudriñando, observándome ¿Cómo me veis? Me agobia
el notar vuestras miradas. Tendría que explicar, pero, ¿para qué? No podríais
entenderme. Puede que sea mi color o mi soledad las que os atraen y aunque
derramara un millón de lágrimas y gritara, y os tocara para haceros notar mi
presencia, no serviría de nada. Nada es entendible con una mirada ¿o sí? ni siquiera con un gesto, ¿con una palabra?
Posiblemente. Pero estoy muy cansada y
hace tanto que no hablo con nadie. El miedo a lo desconocido.
Mi vocabulario aún no es perfecto. Es difícil
cambiar de idioma, adaptarse, hacerse entender, comunicarse. Palabras, palabras.
Están tan lejos los míos, hace tanto tiempo....Imágenes en mi mente, sólo
imágenes repletas de recuerdos, me siento colapsada de imágenes. Hay un gran abismo entre el ayer
y lo que hoy represento. Hace mucho frío ¿me miras? No, no nos conocemos, pero
noto que me miras, nos cruzamos y me miras de manera diferente. Yo también te
miro y el azul de tus ojos se funde en la negrura de los míos y empieza a
llover más intensamente. Una gota, dos, tres, cuatro. El rojo de los paraguas
sobre el asfalto gris.
¿Por qué llorará aquella
mujer en plena juventud? Aunque yo, hace poco, también me encontraba sumida en
un pozo. Ahora ya no. Salí, afortunadamente salí, porque mi hijo salió y ya
todo es diferente. Me estoy mojando, acelero, ¡cuanta gente! La lluvia, los
árboles, tengo que coger el metro. Los paraguas van, vienen. Las hojas, de las
que cuelgan miles de gotas me acompañan. Respiro, sueño, tanta espera y ya está
en casa, por fin y sin problemas. Los malos presagios, esfumados; y ahora puedo tocarle, acariciarle, besarle, sin
problemas.
El pensamiento se
acelera, noto palpitaciones, me emociono. Pensamientos superpuestos que se
reflejan, seguro, en mi cara. La gente me mira, o por lo menos me lo parece.
Los ojos de todos me observan, me persiguen, me envidian, transpiro felicidad.
Mi juventud, mi gozo, mi futuro. Salgo del metro hacia la calle de nuevo. Un
paso, dos, corro, esquivo, sigue lloviendo. No me importa sentirme mirada. Tu
mirada ajada, envidiosa anhelante, ¿qué me quieres contar? Tu tiempo pasó,
ahora es el mío, son casi las seis, tengo que apresurarme y tú no haces más que
mirarme, pero no me conoces, no sabes, acelero.....
Me reconozco en esa joven
a la que no puedo dejar de mirar. Así era yo, en un pasado no muy lejano, pero que
ahora me parece infinito. Así era yo, joven, con futuro, con proyectos y ahora,
soy yo, o ¿soy la otra?, la desconocida, la que agazapada me espiaba, para
salir, para anularme. Yo era y sigo siendo, pero distinta. Con una gran tristeza
sobre los hombros, sobre todo mi cuerpo ¿soy? Los ojos azules que cruzaron su
mirada con la mía me transportaron a otros momentos vividos. Yo era, y ahora
acabada, busco una salida, una mano, una mirada. Pastillas, insomnio, vejaciones
y un ¡basta!. Y la calle y
la incomprensión y la
humillación a la búsqueda de mi vida.
Noto que la respiración me asfixia, me detengo,
me paro, me siento aquí mismo, en este banco. Ya no llueve, parece que el sol,
en un arrebato primaveral, quisiera, apartando esa nube, asomarse. Miro, miro a
la gente que pasa, apresurada. Esa joven
a la que observo, podría ser mi hija, la que perdí, la que aún palpita por todo
mi cuerpo; la que en mis pesadillas me habla y me anima a ser valiente a pesar
de mis miedos. Y la sigo mirando como camina: con ligereza, con gracia, con
seguridad y se pierde por aquella esquina y sus ojos que se cruzaron por un
segundo con los míos, me reconfortan. Ya estoy mejor. Seguir, seguir con las
decisiones tomadas, con la ruptura y, empezar de nuevo. Ya no la veo......
¡Qué tristeza aquel
rostro! Y sería una mujer guapa, seguro, su mirada limpia aún transmitía paz,
hermosura y su cuerpo, ya no muy joven,
conservaba una cierta elegancia. Aunque sus profundas ojera. Me recordó a un personaje de Hopper,
así solitaria, con esa luz de la tarde que alargaba su sombra sobre el
pavimento aún mojado, en un intento de fijarla, de dejar su huella, como una forma
plana que queda impresa, como una estampación. La luz, la tristeza, la calle.
Hoy todo me sugiere, me motiva, me
inspira. Los ojos siempre abiertos, mirando, y los sentidos alerta.
Las miradas de tanta gente que avanza
presurosa sobre el asfalto se cruzan unos segundos con la mía. ¡Salió el sol!
Estos días primaverales son cambiantes. Sol, agua, nubes, otra vez sol. Tengo
que parar un momento, respirar, tranquilizarme. Se agolpan tantas y tantas
sensaciones en mi cabeza; recuerdos, sonidos, imágenes, colores, siluetas,
emociones. Es un día importante, todos lo son, pero este más. Mi primera exposición.
Años de trabajo, de sueños, y él, mi chico, que viene desde tan lejos, desde el
frío, desde el país que nos unió; que nos unió en ideas, en sueños. Con la misma coreografía. Me río, me estoy riendo,
me miran y naturalmente no entienden el porqué de mi risa. Me miran con sus
ojos marrones, verdes, negros, brillantes, azules, y no lo comprenden. Yo sí,
estoy feliz, me siento feliz, plenamente feliz. La sensibilidad a flor de piel,
mis proyectos a punto de ser realizados. Tengo que controlarme. Miro la calle,
miro a la gente. Todo es significativo, Detente. Siente.
A
modo de epílogo. Miradas que en
cualquier plaza, rodeada de grandes o pequeñas ventanas se cruzan entre ellas,
sin saber ni conocer. Plazas de
cualquier ciudad, con grandes, o pequeños monumentos que miran desde el
pedestal con la frialdad de sus pupilas a la gente que apresurada camina sobre
ellas. Ciudades de cualquier país del llamado primer mundo, un día cualquiera
del mes de abril, al atardecer, llenas de mujeres, niños, vagabundos,
ejecutivos, amas de casa, barrenderos,
secretarias, oficinistas, médicos, dependientas, informáticos, banqueros,
peluqueras, carpinteros, enfermeras, estudiantes, diseñadores, bailarinas,
zapateros, biólogos, albañiles, profesores, taxistas, actores, abogados,
futbolistas, costureras, fotógrafos, jardineros…. cruzan sus miradas,
ignorándose, pero reconociendo en cada uno, una parte de ellos mismos. Hay
otros lugares en el mundo, donde esta pluralidad de ocupaciones no existe y
las miradas, sobre todo las miradas de
las mujeres, están marcadas por un futuro común, con pocas expectativas, pero
con los mismos anhelos. Este quiere ser,
mi pequeño homenaje a todas las mujeres que con su mirada, estén donde estén y
tengan el color que tengan, reconfortan y dan esperanza.
El camino de las mujeres
Un gran homenaje. Gracias, Mª Luisa.
ResponderEliminarGracias Amparo.
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