Se
sentó en la acera del Boulevard Clichy, frente al Moulin Rouge, al pie de
Montmartre. Dejó la cajita en el suelo y la abrió. Empezó a sonar un fragmento
del Lago de los Cisnes al tiempo que una bailarina emergía de dentro girando
como una peonza sobre sí misma. Irina cerró los ojos y soñó:
Irina
Polioskaya estaba más nerviosa que nunca aquel día. En el palco
imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo presidían la Gran Duquesa Olga
Nicolaiedvna Romanov, la hija mayor del zar Nicolás II, y a su lado el príncipe
Félix Yusupov, la mayor fortuna de Rusia, quien años después asesinaría en su
palacio con la ayuda de otros nobles al monje Rasputín, al que culpaban de los
males del país por tener hechizada a la zarina Alejandra. La Gran Duquesa, con
un abanico de plumas de águila blanca en la mano, lucía deslumbrante un vestido
en el que brillaban pequeños diamantes.
Cuando
se alzó el telón y sonaron las primeras notas compuestas por Tchaikovsky con
coreografía de Marius Papite, maestro de baile del Ballet Imperial, Irina supo
que esa era la gran noche de su vida. Anna Pavlova estuvo magnífica en el papel
de Odette, la reina de los cisnes, enamoró a Sigfrido, interpretado
magistralmente por Fedor Ramanikoff, y al público que abarrotaba el teatro.
Irina formó parte del ballet, un cisne blanco poseído por la belleza de la
música y seducida por el genio de la Pavlova. Se sintió en el cielo al ejecutar
con tres compañeras la Danza de los Pequeños Cisnes en el segundo acto. Irina
era hija de Dimitri Ostrov, un poderoso terrateniente, heredero de una familia
prominente de San Petersburgo, y de la pianista Tamara Klaskina. Su madre le
inculcó la pasión por la música y la metió a los doce años en la Escuela de
Teatro Imperial, donde se forjó como bailarina al lado de Eugenia Sokolova.
En
el Mariinsky Irina sintió que se cumplían sus sueños. Agotada y obnubilada,
todavía con el corazón palpitándole en el pecho, recogió la catarata de
aplausos con la que premiaron la actuación agarrada de la mano de sus
compañeras y a unos pasos de la Pavlova y de Ramanikoff. El príncipe Yusupov
envió un emisario al camerino con una misiva para que los componentes del
ballet asistieran a la recepción en su palacio, uno de los más lujos de San Petersburgo,
situado en el malecón del Moika. Allí Irina conoció al príncipe Voronin, un
noble ruso elegante y seductor, criado en Inglaterra. Se enamoró como una loca de
él y vivió una historia apasionada. Fueron los mejores años de su vida.
De
aquel pasado destruido por el tiempo le quedaban los recuerdos y el regalo de
la Gran Duquesa Olga, la cajita de música que llevaba una plaquita de plata con
su nombre grabado en la tapa. Al abrirla emergía una bailarina y sonaba un
fragmento del Lago de los Cisnes.
El
tintineo de unas monedas al caer en su platillo le hizo salir de su ensoñación
y abandonar los salones dorados del príncipe Yusupov para volver a París. Irina
cerró la cajita de música, la acarició y la guardó en su bolso, recogió las monedas
del platillo y se levantó con dificultad.
—Dicen
que se llama Irina Polioskaya —le dijo a su
acompañante el hombre que acababa de dejar caer unas monedas en el platillo—.
La llaman la princesa de San Petersburgo, cuentan que fue una gran bailarina en
la Rusia de los zares, después de la Revolución cayó en desgracia y pasó veinte
años en el campo de concentración de Kolima en Siberia. Sobrevivió a aquel
infierno, pero le rompieron las dos piernas y nunca volvió a bailar.
-¡Pobre
mujer!
Irina se alejaba renqueante apoyada en sus dos
muletas.
Precioso, aunque con final triste. He disfrutado con su lectura.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Gracias.
EliminarMe gusta mucho el relato y, en especial, la ambientación rusa. Hay un detalle que en mi opinión está mal usado. Se trata de un leísmo incorrecto. El verbo llamar es transitivo, no solo en su acepción de llamar a alguien (lo o la llamó por teléfono), sino también cuando se aplica pana denominar a una persona como es el caso.
ResponderEliminarTomo nota y lo corregiré. Gracias.
EliminarInteresante. Al principio piensas que tanta información está de más, pero no, es necesaria para dar mayor impacto a la descripción. Muy bueno y muy bien escrito.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminar