Se despertó a media noche, después de volver a soñar con
ella una vez más. Se sentó sobre la cama y apoyó los codos en las rodillas
mientras con las manos sujetaba su cabeza. Le daba vueltas toda la habitación.
Encendió la vela que tenía sobre la mesita de noche, hacía mucho que le habían
cortado la luz eléctrica y nunca se molestó en intentar recuperarla. Aquel
abandono era el castigo que se afligía cada día desde que ella se marchó.
Resopló y se levantó de la cama, se observó una vez más en aquel espejo viejo que
ella compró un día en el rastro, dijo que lo restauraría pero nunca llegó a
hacerlo y él lo conservaba de manera recelosa. Por el día lo cubría con una
manta y por la noche lo destapaba, era uno de los pocos hábitos que aún
conservaba. Nunca olvidaría que fue ella quien se reflejó en él por última vez.
Pero en aquella ocasión era la imagen de un hombre derrotado la que le
devolvía.
La llama de la vela bailó ligeramente y un escalofrío le
recorrió el cuerpo. Nunca supo si fue real o consecuencia de las dos botellas
de vodka de aquella noche, pero la vio en el espejo dándole la mano, él rozó
con los dedos el frío espejo y con rabia lo tiró al suelo rompiéndolo en mil
pedazos.
****
Sara vagaba entre aquella bruma blanca, desde que abandonó
su cuerpo había permanecido allí con otras muchas almas que como ella esperaban
la llamada para pasar al mundo espiritual. Había perdido la noción del tiempo,
como los demás le dijeron que ocurriría. De entre todas aquellas almas hizo
amistad con una niña que le contó un secreto, había descubierto un portal por
el que se podía ver el mundo de los vivos. Sara se acercó aquel día, para
volver a verle dormir una vez más, pero aquel portal se había desvanecido. Fue
entonces cuando Sara sintió la luz y fue llamada.
¡Muy imaginativo! Amparo... te da para un relato mucho más largo, incluso. Buen trabajo!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Amparo, muy imaginativo y misterioso!!
ResponderEliminarGracias!!
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