martes, 30 de abril de 2013

La madre de la tormenta.



Siempre que llovía salía a pasear. Se acercaba al parque, se descalzaba y pisaba los charcos mientras la lluvia recorría su cuerpo. Ella se sentía viva, llena de fuerza y de esperanza. Bella, joven y con un sinfín de hazañas que llevar a cabo. Aquella lluvia le limpiaba y curaba las heridas de una vida dura y dedicada a todos menos a ella misma. Bajo aquella tormenta se sentía libre. La gente la observaba a lo lejos, en la distancia. La llamaban “la madre de la tormenta” por aquella afición que ya se había convertido en costumbre.  Pero como cada día de lluvia, alguien les llamaba y una vez más aparecieron en el parque como salidos de la nada. La agarraron suavemente por los brazos y la cubrieron con una manta.
-         -  Señora Asunción, no puede seguir haciendo esto. Un día tendremos que llamar a los Servicios Sociales para que la metan en una residencia. ¿Quiere resfriarse? A su edad no puede hacer estas cosas. – Dijo el policía.

La señora Asunción se miró las manos arrugadas y sonrió. Mañana también llovería.

7 comentarios:

  1. Hola a todos! Siento haber estado tanto tiempo sin escribir, pero vuelvo con fuerzas y con muchas ganas de seguir aportando relatos!

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    1. ¡Bienvenida de nuevo, Amparo! Me ha gustado mucho tu relato. No hace falta que te diga que puedes escribir sobre lo que quieras, te guste o no la foto que proponemos. Un abrazo!!

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  2. Muy buena tu aportación, Amparo. Confío en seguir leyéndote.

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  3. Muy bello relato, Amparo. Bienvenida de nuevo.

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  4. Me ha gustado mucho Amparo. Un placer leerte.

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