Se
cambiaron los nombres de Juana, Justa y Jimena por los de Carla, Mónica y
Gemma, que sonaban muchísimo mejor. Entraron en la primera tienda y se compraron
tres modelitos más acordes con la época. Sustituyeron los incómodos y pesados
vestidos por pantalones pitillo y camisas ligeras de algodón a cuadritos vichy.
Se calzaron con bailarinas planas. En el probador dejaron los corsés para
regocijo de la propietaria, que se los comenzó a probar imaginando toda suerte
de fantasías. En el volkswagen, les esperaba Beltrán, conductor de la carroza:
-Carla…
¿Cómo se te ocurrió la idea?
-
Nada, hijas mías… se lo pregunté a la bruja Gadea. Ella sabía un conjuro y, junto
al bebedizo que os hice tomar,…¡Plás! Aquí estamos…
-¿Y
qué hacemos con el conductor de la carroza? No hace más que tocar la bocina y
saludar con la mano. Se cree que aún estamos en la corte de Palacio…
-
Yújuuuu!!!!… ¡Cuántos chicos guapos...!
-
¡Beltrán, por Dios! Ya sabía yo que Beltrán iba a dar la nota… Pero,… ¡no te
bajes del coche, que nosotras no sabemos conducir este trasto…!
Beltrán
se inclinó para hablar con las tres viuditas que no entendían su comportamiento.
-Mirad,
chicas. Puesto que deseabais llegar hasta aquí para gozar de la libertad, justo
es que yo haga y desee lo mismo. Si vuestra vida en la Corte era triste y
aburrida, imaginaos la mía… un conductor de carrozas que, además, es gay… Me
marcho… mirad: aquellos muchachos que nos están mirando desde la acera de
enfrente son Alonso, Diego y Froilán. Trabajaban conmigo y conocían también las
artes de la bruja Gadea, todos tomaron el bebedizo.
-
Pero… Beltrán… ¡no nos dejes…!
-
No os preocupéis. Hay unos colegios especiales, se llaman “autoescuelas”, allí
os enseñarán a manejar este vehículo…
Las
tres se quedaron en el coche mirándose y sin saber qué hacer. Un guardia urbano
se acercó gesticulando con la mano para
que circularan, pero ante la pasividad de las chicas, se introdujo en el
asiento del conductor y movió el coche mientras escuchaba la historia de las
tres amigas. Una vez concluida, les dijo que tenían que buscar una ocupación
que se llamaba trabajo y bla, bla, bla…
Cómo te gustan las historias largas y a mí las cortas, así nos avenimos bien. Creo que debes cambiar impasividad que te la has inventado y queda fenomenal por pasividad, no sé qué querías poner.
ResponderEliminarMe encanta el conductor gay, Beltrán, pero creo que tu cuento se debe continuar...
¡Qué locura, Prima! Vivan los bebedizos.
ResponderEliminarQuería decir impasivilidad...
ResponderEliminarComo queda muy larga la palabra, la cambiaré por pasividad. Gracias Malén
EliminarJa ja ja, me encanta lo del conductor de carrozas gay. Mucha imaginación, Amparo. Bravo !!!
ResponderEliminar¡Menuda imaginación amparo! Me ha encantado.
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