El flautista, contratado por el
pueblo para limpiar de ratas el país, comenzó a hacer sonar su instrumento. De
repente, las calles se inundaron de diputados, senadores, consejeros,
ministros, familias reales, alcaldes, secretarios, vicesecretarios, directores
generales, presidentes de aquí y vicepresidentes de allí, delegados de esto y de lo otro, asesores, sindicalistas
podridos y demás roedores del dinero público. El mágico intérprete guió a estas
decenas de miles de parásitos ineptos hasta la boca de un activo volcán, en el
que se fueron lanzando de manera autómata.
Cuando regresó para cobrar la
correspondiente factura, como la crisis ya había terminado, los ciudadanos,
agradecidos, obsequiaron al flautista con un plus de productividad. Y todos
fueron felices y comieron perdices.
¡Qué bonito! Quiero que se haga realidad.
ResponderEliminarOjalá se hiciera realidad!! Que venga rápido el flautista y ya se lo dejaremos al resto de Europa cuando haya limpiado bien aquí. Precioso cuento.
ResponderEliminarMuy bueno, Rafa. Como me gusta la idea del volcán....
ResponderEliminar¡Que pena que sea una historia!
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