Entre pisotones y codazos avanzo a trompicones con la vista fija en mi objetivo, mi flamante cámara profesional cuelga de mi cuello. El ministro sonríe cautivador; luce un cutis bien bronceado y un atuendo impecable, una corbata color gris marengo a tono con su elegante traje, pone la guinda a su cuidada imagen de destacado personaje público. Al fin consigo colocarme en primera línea y me pongo manos a la obra. Mi Canon dispara frenética, haciendo acopio de un surtido helenco de imágenes desde distintos ángulos: saludando, sonriendo, avanzando hacía la tarima, frente al micrófono…, Me tomo un respiro y le observo mientras inicia su discurso, todos mis compañeros relajan también su actividad, sus cámaras están repletas de imágenes y no tiene mucho sentido seguir disparando durante el discurso.
Luzco bien visible mi acreditación sobre mi jersey verde manzana con mi nombre debajo, pero sé que para él soy invisible, una más entre el nutrido grupo de periodistas y fotógrafos, mejor, no me gustaría que me reconociese después de tanto tiempo, ¿lo habrá olvidado?, yo aún siento el olor de su aliento y la humedad de su boca, la huella de sus manos presionando mi cintura parece imborrable, el paso de los años no ha podido con ella.
Al hablar, una fila de dientes impecables se entrevé perfecto, -como todo él-. Cuando me besó sus brakes rozaron mis labios con torpeza, pero sin duda cumplieron su cometido a la vista de su actual dentadura.
Me pregunto si para él fue agradable, después de todo era tan inexperto como yo y, aunque fue él quien me buscó, no creo que la experiencia le gustara. Sabía que yo no lo deseaba. Ya de aquellas apuntaba maneras de político experto en negociar: un aprobado a cambio de un beso; accedí, me vendí como una “profesional”. Mejor no darle vueltas, después de todo , -recuerdo que pensé-, solo es un beso, ¿cuánto puede durar un beso?, sin embargo, aprobar la química sin su ayuda hubiera supuesto un verano entero de clases particulares y horas de encierro, así pues, accedí; cometí el error de no negociar los detalles; pensé que sería un beso superficial, cierto que él dijo en la boca y yo acepté, en la boca... en los labios... ¿qué diferencia había?, ¿qué podía durar?, apenas unos segundos…, Pero no, el pago de mi aprobado duró una eternidad, es más, creo que durará aún mucho tiempo: su aliento a regaliz, el roce del metal de su brakes, la rígida presión de sus brazos y sobre todo la húmeda y carnosa lengua que hurgaba en mi boca con torpeza; tal vez ahora sería diferente..., le miro y dejo volar mi imaginación, mientras, -juguetón-, el zoom de mi cámara, enmarca su perfecta boca.
Que sugerente!!
ResponderEliminarEste texto ha salido del "Infiernillo".
Me ha gustado mucho.
Tremendo, Yolanda. Todavía estoy flipando. Qué manera de hilar la trama para explicar el primer beso. Si casi me parecía estar sintiéndolo yo también. La expresión "Ya de aquellas" supongo que será común en tu zona. Me gusta y me la apropio, con vuestro permiso, claro.
ResponderEliminarPues ahora que lo dices, esa expresión ("de aquellas"), se utiliza siempre aquí y estaba convencida que en todas partes, seguro que, gramaticalmente no es correcta, pero de tan habitual, se me ha colado. :)
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