martes, 5 de julio de 2011

EL PRÓLOGO


Queridos amig@s, me encuentro en un serio aprieto. Esta mañana, a primera hora –las 5 más o menos- he recibido un mensaje desesperado de Lucrecia, en él venía a pedirme un extraño favor. Os transcribo sus palabras para evitar circunloquios innecesarios:
Leocadia, estoy muy preocupada. Me han encargado la escritura de un prólogo para el libro que intentan publicar los de “Valencia Escribe”, porque dicen que fui yo la que empecé con toda esta locura –esto de la locura que quede entre nosotras, son palabras mías. El caso es que a lo mejor es cierto que la empecé yo aunque, la verdad, ya no me acuerdo. Sería un domingo de lluvia que me retuvo en casa o una crisis de pánico que me llevó a huir de la realidad inventando historias e invitando a unos pocos que me encontré por el facebook a que escribieran conmigo. El problema es que no tengo tiempo porque me voy de vacaciones esta misma tarde y aún no me he preparado la maleta. Te pido encarecidamente que escribas ese prólogo, me disculpes ante los demás y me dejes en buen lugar. Te estaré eternamente agradecida.
Y aquí me tenéis intentando inventar un prólogo que quede a la altura de las circunstancias, tarea nada fácil si, además, se junta con el hecho casual de que anoche me acosté muy tarde después de una copiosa cena regada con vino blanco de la tierra (la de Valencia, claro).
Mi conocimiento de Lucrecia se remonta al Beso, al concurso aquel que nos llevó de cabeza intentando conseguir votos para embolsarnos mil euros y, sobre todo, dada la índole desinteresada que nos caracteriza, el prestigio literario de los ganadores. Creo que ninguno de nosotros lo consiguió. Sin embargo el esfuerzo no cayó en saco roto. No sé cómo, nos fuimos agrupando en esta página y empezamos a parir, inventar y vivir historias delirantes. A lo largo de estos pocos meses hemos reído hasta llorar y llorado hasta morirnos de risa. Hemos dado rienda suelta a nuestra imaginación intentando ingresar por derecho propio en este difícil arte de la escritura y, seguro, hemos aprendido muchas cosas, al menos yo así puedo afirmarlo.
Ya sabéis que me encuentro recluida en una residencia blanca muy hermosa donde mi única distracción, aparte de las pastillas de colores, es esta máquina diabólica que me permite estar: Con Alberto en Argentina, ¡entrañable Alberto! Con mi amada prima Amparo, que apareció tímidamente con el relato de Edelmira y nunca más se supo. Con la amable Ana María en la Valencia de Venezuela. Con mi querida colega Asunción que no acaba de decidirse a formar parte de nuestro grupo sumida en sus múltiples ocupaciones. Con un ser virtual llamado Dani que escribe muy bien sobre las gaviotas. Con mi extraño amigo Eufrasio, del que llegué a dudar si era un agente encargado de devolverme a la Sierra, pero que el tiempo me ha hecho apreciar enormemente, sin importarme su rostro de tres ojos, y que es uno de los principales impulsores y artífices de esta publicación. Con mi muy estimada Eulalia, reencontrada en la máquina del afecto después de un siglo (en el XX compartimos residencia de estudiantes). Con Fernando, un gran poeta que nos deleita con su prosa. Con Fina que va avanzando en su aprendizaje como todos nosotros. Con Irene que nos dedicó un oscuro relato de Leonarda entre aventura y aventura de su Pamela Flores. Con José Luis, un ser encantador aunque creo que este no es su verdadero nombre y que en realidad se llama Juana. Con la entrañable Juana (otra, esta es cuerda), que me ha hecho desternillarme de risa y la quiero por eso. Con mi estimada Lara que tiene en sus manos una promesa de felicidad en las letras. Con Lucrecia que también ha huido de la Sierra como yo y busca redimirse en la Santa Escritura. Con Mag, Magda, Malén, Magdalena (no le gustan las dobleces), mi querida amiga, también del siglo pasado, a la que reencontré, ubicada en Mallorca, gracias al Beso. Con Manuel que está con nosotros aunque él no lo sabe porque a Lucrecia le encanta como escribe (vamos, que se le cae la baba, me consta). Con Marco Antonio que tiene nombre de emperador y aires de erudito en los que esconde bellos sentimientos. Con María José que nos conmovió con un par de relatos. Con Marige que le salen las palabras a raudales directamente desde el corazón. Con Marisi que tiene una atracción irresistible por las comas aunque las correctoras han borrado el rastro. Con Pilar que entró con la historia del fantasma y se salió asustada, supongo. Con Rosa que nos regaló un breve relato. Con Wis que asusta al miedo y se viste de bruja para esconder su corazón sensible. Y con Yolanda que, pese a su modestia, promete. ¡Uf! Espero no haberme dejado a nadie.
Esto es todo, queridos lectores, me gustaría haber despertado vuestro interés y que disfrutéis con estas páginas tanto como nosotros lo hemos hecho escribiéndolas.
Leocadia Valentia

3 comentarios:

  1. Menudo marrón que te ha encargado Lucrecia querida Leocadia, pero tranquila que "lo has bordao", ya puedes decirle a Lucrecia que menuda ha liado con sus domingos lluviosos o sus crisis de pánico, ojalá tenga muchas si van a resultar igual de fructiferas. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  2. Si Lucrecia te encargó este trabajo es porque ella sabe de tus talentos, y además cuando dice que ella empezó esta locura, es cierto, ella nos indujo a transportarnos a otros paisajes, como dice Alberto Cortés a construir castillos fabulosos a donde no llega cualquiera. Cariños Leocadia.

    ResponderEliminar
  3. Jo, prima, que ya he vuelto. ¡Vaya prólogo! Este no es de los que te saltas sin leer porque es divertido y...es un "prologón". Me ha encantado. Mejor imposible!!

    ResponderEliminar