Como cada día a esas horas, la
linda anciana extrae del bolsillo el amarillento papel. Después de desplegarlo se
lo tiende a Rubén, que lo toma entre sus viejas y torpes manos y se queda
mirando medio pasmado.
- - Lee, mi
amor, propone Eva con dulzura.
Rubén se coloca temblorosamente las
gafas que cuelgan de su arrugado cuello y comienza a balbucear, sin medida ni entonación
alguna, el texto allí caligrafiado:
Perdona querida Eva,
Si alguna vez olvido decirte
Que eres el sol de mis días,
La luna de mis noches,
La única estrella en mi
firmamento.
Perdona querida Eva,
Si alguna vez olvido decirte
Que por ti brillan mis ojos,
Que por ti vivo y respiro,
Que estás en todos mis
sueños.
Perdona querida Eva
Si alguna vez olvido tu
nombre,
Si no te conozco,
Si niego mi vida entera,
Si a nuestros hijos no
recuerdo.
Perdona querida Eva
Estos cursis y tristes
versos
Que me gustaría leer a tu
lado
Cada mañana mientras pueda,
Cada tarde mientras me
muero.
Y perdona finalmente querida
Eva
Que no sepa agradecerte
Tus infinitos desvelos
Tu santísima paciencia,
Tus cariñosos y sinceros besos.
Rubén se quita las gafas, esboza
una sonrisa hueca y deposita sobre la mesa camilla el manuscrito que él mismo escribió
aquel día que le diagnosticaron la terrible enfermedad. Eva se levanta, le
besa, le acaricia las mejillas con sus cálidas manos y dice como siempre, con
entregada ternura:
- - Hoy lo has
hecho muy bien, mi amor. Te quiero.
Precioso, rafa. Felicidades.
ResponderEliminarMuy bonito, Rafa.
ResponderEliminarMe encanta!
ResponderEliminarPrecioso!!
ResponderEliminarNo me hagas esto, Rafa, me han saltado las lágrimas. Qué grandes, ella y él.
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