viernes, 14 de octubre de 2011

El cuento de Sofía

 

  Sofía llegó al aeropuerto de Valencia a las once de la mañana desde Bratislava. Allí estaría esperándola una persona desconocida de la que sólo sabía su apellido: Martínez. Llevaba equipaje de mano y se dirigió con paso firme y seguro hacia la salida arrastrando su pequeña maleta de color azul. Gracias a su altura, no tuvo que levantar la cabeza para buscar a aquélla persona que llevaría un cartel con su nombre: Sofía Novakova. Ni siquiera sabía si era hombre o mujer, tan sólo su apellido. Recorrió con la mirada a todas las personas que formaban un grupo detrás de la barandilla y cuyos ojos ansiosos buscaban bien a sus familiares, colegas de trabajo…De repente oyó una voz ¡Sofía, Sofía! La voz era varonil y provenía de un hombre de unos cuarenta años, impecablemente vestido y con cierto atractivo. Caminó hacia él y con una de sus mejores sonrisas le tendió su mano, él la aceptó de inmediato y haciendo uso de un inglés impecable le condujo hacia la puerta a la vez que se presentaba como Felipe Martínez, Philip para ella.

                               Entraron en el interior de un Jaguar negro nuevecito y limpísimo, Sofía acarició la suave tapicería de cuero color marfil, aspiró el aroma de la piel recién encerada y observó la cabeza del chófer que lentamente maniobraba para salir del aeropuerto. Philip, sentado a su lado, dio órdenes al chofer en castellano que ella no entendió y el coche, silenciosamente tomó una carretera hacia no sabía dónde.
                              Philip inició la conversación, le dijo que pronto llegarían al despacho de su benefactor, que todo estaba controlado y que, por supuesto, nadie (excepto él y su benefactor) conocía el cometido de su trabajo tal y como habían pactado. Sofía asintió, aunque su cabeza intentaba racionalizar todo lo que estaba pasando sin terminar de entenderlo.
                              El sol de Valencia cegaba sus ojos que tuvo que ocultar detrás de unas gafas oscuras de Gucci falsas. El giró su cabeza para mirarla y le sonrió mostrando una dentadura blanca y perfecta, su aliento olía a hierbabuena y esto le pareció extraño. Después de unos minutos,  el coche se detuvo en una calle frente a una hermosa puerta  de madera barnizada. El chófer bajó a toda prisa y le abrió la puerta mientras Philip, con rapidez cronometrada, se colocaba delante y le tendía la mano. Sofía, abrumada con tanta amabilidad, salió y apoyó su brazo en el de Philip. Entraron en un ascensor enorme con unas lucecitas pequeñas en el techo que a Sofía le parecieron la mar de divertidas, Philip le hablaba continuamente pero ella ya no le escuchaba, sólo quería disfrutar de todo lo que le rodeaba desde que llegó ¡Cómo se alegraba de haber aceptado este trabajo!
 Philip le devolvió a la tierra cuando entraban en un enorme despacho. Un hombre de unos sesenta años le tendía la mano amablemente. Su mirada era inquisitiva pero amble a la vez, a Sofía le pareció un hombre muy distinguido y su alegría aumentó. Mientras hablaba su benefactor, Philip traducía sus palabras y le señalaba unos cuadros enormes que colgaban en una pared, Sofía, muda, continuaba sin comprender.- Pero… ¿Cuánto voy a ganar?- ¿Esta es la casa dónde voy a trabajar?- Philip balbuceó ¡No hay una cantidad fija! Cuantas más falsificaciones vendas a los nuevos ricos de tu país más ganarás, fue lo acordado.- ¿Vender cuadros? ¡Pero también tendré que limpiar la casa! ¿No?

7 comentarios:

  1. Todo el tiempo estuve pensando que a la pobre Sofía le esperaba la prostitución, por lo menos el arte (aunque sea falso), es más grato.

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  2. A mí también me ha pasado como a Yolanda.Siempre pensando lo peor.Hay que cambiar el código interior.Bueno,bueno.

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  3. Enhorabuena, Amparo. Me alegra mucho que hayas decidido escribir un relato semanal, más o menos. Me ha gustado mucho cómo vas descubriendo la información sobre la protagonista conforme avanzas con el relato.

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  4. Gracias chicos, me falta leer los vuestros y comentarlos también.

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  5. Digo lo mismo que mis compañeras anteriores, parecía otra cosa.

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