domingo, 30 de junio de 2013

Sueño reparador



Se estremeció. No era consciente de que la madrugada entraba por la ventana abierta, y se arrebujó sola entre las sábanas de hilo con puntillas que su madre le había bordado. Se las llevó hasta la nariz. Le encantaba su tacto y su aroma, fresco y suave. La devolvía a las orillas de ese mar del que tan poco podía disfrutar. La espuma le curaba las heridas invisibles. Se sentía sirena y náufraga, pirata y aventurera capaz de cualquier hazaña. Sus sueños se poblaban de lances y grandes barcos de vela, mientras la ingravidez se adueñaba sin permiso de su cuerpo y las olas la acunaban. Todo era de color azul turquesa. Se iniciaba el verano.

jueves, 27 de junio de 2013

Borrando huellas


                                     
                 

Observó su rostro en el espejo. Con un algodón humedecido comenzó a retirar el maquillaje. Esta vez él no se había esmerado como en anteriores ocasiones y una mancha color púrpura decoraba su pómulo derecho. Se desabrochó el vestido cuidadosamente, las huellas de sus pesadas botas estaban impresas en la piel que cubría sus doloridas costillas y su espalda, en sus muslos…
En su afán por ser una buena esposa, le dijo que se relajara tomando un baño y que ella entraría a darle un masaje y así lo hizo. Provista de guantes a tal fin y aceites esenciales, se inclinó junto a él no sin antes tomar la precaución de rozar con el codo el pequeño reproductor de música que cayó a la bañera. Su cuerpo dio una sacudida y la música dejó de sonar.
Sonriendo esta vez, volvió a contemplar su rostro en el espejo…
  






lunes, 24 de junio de 2013

"Cualquier cosa puede suceder ..."



                               
                 "Cualquier cosa puede suceder en un mundo que contiene tanta belleza". 
                                                                                                      Christian  Schloe

Eran gemelas idénticas, a las que la ciencia denominaría años más tarde como monocigóticas. Sus progenitores solo pensaron que era la voluntad del todopoderoso y un capricho del cielo que debían aceptar. Dada su patente similitud las llamaron Blanca y Clara. Idénticas físicamente y  de carácter bondadoso ambas, las confundían continuamente. El día en que se enamoraron del mismo joven las confusas fueron ellas; comprendieron que no solo tenían iguales genes sino también el mismo "ars amandi". Juntas quisieron siempre a las mismas personas, compartiendo sentimientos, arrebatos y pasiones como buenas y comprensivas hermanas.

martes, 18 de junio de 2013

DICEN

            Dicen que lleva mucho tiempo sin pasar por Valencia, casi tanto que es posible que haya olvidado el camino. Dicen que apenas escribe, y que cuando lo hace no puede parar de hablar de todo lo que hay bajo su piel, como si fuera incapaz de aventurarse a conocer algo situado más allá de sus párpados. Dicen, por tanto, que comete todos y cada uno de los errores atribuibles a la juventud: exceso del yo o cierta tendencia al nudismo emocional. Dicen, sin embargo, que una niña movió ciertos ejes, resortes y parámetros de su vida; no podía ser de otra manera. Dicen que heredó de su padre algunos buenos libros y la lealtad a los viejos amigos. Dicen que se enamoró de un verso de Martínez Mesanza que reza así: “Yo he visto el túmulo de un dios en Creta: creedme, su tamaño era el de un hombre.” Dicen que, a veces, sueña que vive con su familia en un rancho de Montana y que es mormón y que ve atardecer sentado en una mecedora y que fuma en pipa. Y, finalmente, algunos incluso llegan a decir que gusta de escribir crónicas de combates de boxeo mientras toma un baño. Esto último es, lógicamente, una mera habladuría.

lunes, 17 de junio de 2013

Muerte de Tarat



Hacía su trabajo en una mesa acondicionada sobre la bañera, mientras refrescaba su ánimo de los terribles picores que no le dejaban vivir en paz. Necesitaba de esos baños medicinales para su piel. No podía desconectarse de la red ni un segundo. En ella transmitía sus órdenes de directivo de empresa. Protegía su portátil del acecho del agua con sumo cuidado. El Smartphone y el ipad al otro lado, sobre una supletoria y a mano. La imagen con las constantes cotizaciones de las diferentes bolsas mundiales, en una pantalla encastrada en la pared. Lo que desconocía era que aquel sería su último día. Su subordinada en el trabajo, Carlota, había decidido que no merecía vivir más. Ya bastaba de listados, videoconferencias, documentos y emails,  en aras de la productividad desenfrenada y multinacional. El prurito y las vesículas de la piel no habían sido suficientes. El Capitalismo salvaje perdió a uno de sus mejores lobos. La aldea global no se inmutó. 

Oración laica


Platón, Platón… levanta la cabeza y azota a los políticos corruptos, échalos del templo de la Verdad y del Bien. Instaura esa “meritocracia” tuya tan alejada de la amigocracia de hoy día. Y dime, sabio, ¿cuál es nuestra función en la sociedad? ¿cuál es la mía? ¿Soy cómplice del sistema porque sigo como si todo lo que ocurre fuera normal? Me levanto temprano, voy al trabajo, explico la corrupción en la Grecia antigua, cobro mi, cada vez más, exiguo salario… Bebí en las fuentes de la Filosofía pero mi camino nunca fue el político. Tú decías que solo los filósofos serían capaces de gobernar con justicia. Pero yo caí en el escepticismo y con él en la parálisis. Creer, creer en algo pero en qué… Sufro y lloro este terrible desastre, veo sufrir y llorar a mis conciudadanos. Me siento naufraga en mi vaso de agua. ¡Ah, Platón, Platón… Tú, que eres la Verdad, rescátanos de este mundo de miserias!  

sábado, 15 de junio de 2013

Paseo imaginario


Un miedo irracional la invadía cada vez que tomaba el metro, así que procuraba evitarlo. Aquel submundo en las entrañas de la tierra poseía una red urbana de pasadizos, galerías, pisos y niveles que constituía por sí solo otra entidad paralela a la exterior. Cualquier día se derrumbaría todo ese entramado y quedarían atrapados en él. Fantaseaba con su claustrofobia. Sin embargo hoy, la atmósfera del vagón era  diferente, como  salada y marina. Daba gusto respirar profundamente sin inspirar ese tufo tan característico de los metropolitanos. Parecía el aire de los paseos junto a la playa, sentía los pies frescos y una suave brisa allende los mares envolvió a los extrañados y curiosos pasajeros. 
Decidió aprovechar el viaje. Se quitó la ropa, los zapatos y se dedicó, sencillamente, a disfrutarlo.

EL MISTERIO DEL SOBRE AZUL


                                       



Después de una de tantas aburridas fiestas de sociedad, Mónica se tumbó en el sofá y encendió un cigarrillo. Su conserje le había entregado una carta y decidió leerla de forma relajada. Había llegado encerrada en un sobre azul sin remitente y este detalle disparó su curiosidad.
El misterioso emisario había preferido escribir a mano en lugar de utilizar cualquier herramienta tecnológica. Este dato ya indicaba que el asunto era de una extremada delicadeza.
En ella se podía leer lo siguiente:
Mi muy querida hermana (ella siempre había pensado que era hija única). Sé que cuando leas estas letras, no darás ningún crédito a lo que te voy a referir.  He sufrido largas noches de insomnio  pensando si tenía el derecho de compartir contigo lo que llevo callando durante tantos años. Me llamo Daniel y tengo treinta y nueve años, sí, los mismos que tú tienes. Cuando me río, se marcan en mis mejillas los mismos hoyuelos que a ti. Yo no soy famoso como tú, estoy en el paro y vivo con mi madre, perdón, nuestra madre en un pisito de Marchalenes. Ella me contó, siendo muy pequeño, que el parto había sido doble y que mi hermana, es decir, tú, no habías podido sobrevivir debido a tu escaso peso y tamaño, pero yo sé que no te olvidaba. La escuchaba llorar por las noches y susurrar que ella había oído el llanto de dos criaturas y el tiempo y mis investigaciones me han conducido a pensar que no estaba equivocada.
Nacimos en el hospital de la Virgen del Consuelo y, gracias a mis dotes de sutil persuasión, conseguí que una guapa enfermera accediera a los ficheros del mes de noviembre del año 1974. Allí constaba tu nacimiento y también tu muerte, pero eso no me detuvo y me fui al cementerio del Cabañal donde figuraba que estabas enterrada. Nuestra madre me acompañó y tan solo desenterramos un pequeño ataúd vacío.
Desde que tu imagen es portada de periódicos y revistas del corazón, no he dejado de pensar en lo mucho que te pareces a ella y, cuanto más tiempo pasa, el parecido se va acentuando. Los mismos ojos azules, los labios carnosos y esa mirada siempre triste a pesar de tu imperturbable sonrisa; compartís el mismo talle fino y elegante que hace que mamá, a pesar de no vestir marcas italianas, parezca una reina cuando viene cargada del mercado.
Sabemos que tus padres adoptivos fallecieron dejándote una gran fortuna, también sabemos que tienes dos hijos preciosos y que ellos serán tus herederos, como debe ser. Pero conocemos lo infelices que han sido tus relaciones sentimentales y que, en el fondo, puedes sentirte sola en algún momento y eso me ha llevado a escribirte. Mira con detenimiento la fotografía que acompaña a este escrito y, si en ella ves algo que te haga dudar de tu verdadera procedencia, te recibiremos con los brazos abiertos.
Tu familia

Mónica se levantó de un  salto y fue derecha al mueble bar a prepararse un güisqui. En la fotografía podía verse a un hombre joven y una mujer de mayor edad. Él la rodeaba con su brazo por los hombros. Ambos sonreían y los hoyuelos alegraban aún más sus afables rostros. Corrió al espejo y trató de esbozar una sonrisa, contempló la marca en forma de corazón en el dorso de su mano y observó la misma marca en la mano del joven. Su forzada sonrisa, sin saber porqué se acrecentó y un soplo de esperanza hizo que sus ojos azules se llenaran de lágrimas de felicidad*

*Basado en hechos reales


lunes, 10 de junio de 2013

Era su hija




Le entrenaron para ser como otro y pensar como nadie, para convertirse en un súper-hombre sin escrúpulos ni sentimientos cuando se enfundara el uniforme azul y calzase las oscuras botas. En la academia le aseguraron que cuando ocultase su rostro tras el temible casco, se pertrechara con el escudo y empuñara su arma, sería invencible. Le convencieron además de que servía a la sociedad evitando los tumultos y desórdenes, organizados siempre y en cualquier caso por fuerzas contrarias a la libertad y la democracia. Que su cometido era imprescindible para preservar la justicia y la seguridad y que por cada golpe que asestara, por cada gota de sangre que hiciera brotar a los enemigos del sistema, miles de ciudadanos honrados lo agradecerían, aplaudirían y celebrarían en su honor. Le persuadieron en suma de que, por brutales que sean, el fin justifica los medios.

Lo que nunca le inculcaron en el cuartel fue la actitud que debía mostrar si, después de saltar del furgón blindado, se encontraba cara a cara con su propia hija protestando por unas disposiciones gubernamentales que a él particularmente le importaban un bledo, porque también estaba adiestrado para sentir ese tipo de indiferencia. El hombre la observó y pudo percibir en sus ojos una mirada hasta entonces desconocida, la pura expresión del odio, del desprecio, de la rabia. Su dulce bombón, que enseñando los dientes gritaba “¡Policía asesina!”, ignoraba que detrás de aquella siniestra escafandra un androide recobraba un pedazo de alma, que de sus cenizas estaba renaciendo un ser humano.

Juan arrojó al suelo el escudo y el fusil, se deshizo del yelmo y corrió hacia su pequeña, abrazándola. Volviéndose en dirección a sus compañeros, exclamó: “¡Al que toque a mi hija lo mato!”


domingo, 9 de junio de 2013

Bicicleta y manta.


Se imaginaba viviendo cada una de aquellas vidas. Cada mañana, cuando el sol salía entre las montañas, con ese leve resplandor que invitaba a despertar, ella cogía su bicicleta y una manta, se colocaba la pamela y el libro de turno bajo el brazo. Todos los días practicaba aquel ritual que se había convertido para ella en un pequeño salvavidas. Llegaba al que ella ya consideraba "su lugar", bajo aquel pino y sobre la fresca hierba que todavía conservaba el rocío de la noche. Extendía la manta y se acostaba observando el cielo. El olor del monte llenaba sus pulmones y le arrancaba una leve sonrisa. Tomó el libro y lo abrió por la página que tenía la esquina doblada, "Sueño de una noche de verano", muy apropiado para su mundo de ensueño.

Buenas noches y buena suerte




FECHA 1

Hoy tuve un gran día. Esta mañana el jefe me felicitó calurosamente por mi eficacia en la elaboración de un relevante informe. Es buen tío, es guay, mi jefe. Luego coincidí con Sonia y otras compañeras en el restaurante. Sonia, la preciosidad que trabaja en el Departamento Fiscal y a la que, en la primera oportunidad que se presente, le voy a pedir que acepte cenar conmigo. Tiene unos ojos y una sonrisa que enamoran. Y esta noche mi equipo pasó otra ronda en la Champions después de ofrecer un espectáculo irrepetible. Ha sido un día estupendo.

A las once y media, cuando me disponía a leer algo en la tablet antes de irme a la cama, ha sonado el teléfono y desde un número desconocido la voz de una mujer madura ha preguntado por Samuel, el vidente. No sabría justificar el motivo, pero el caso es que no he podido resistir la tentación de responder que sí, que era Samuel el que estaba al aparato. Entonces ella me explica que se llama Felicidad aunque todo el mundo la conoce como Feli, que ha sido su amiga Rosa quien le ha facilitado mi teléfono porque asegura que soy infalible en el tarot y que necesita que le haga una predicción urgente. Ah, claro, Rosa, le contesto siguiéndole el rollo, una buena y querida amiga, por supuesto. Pues usted dirá, Feli, descríbame su casuística, por favor, y veremos qué le depara el futuro. Y la tal Felicidad, que comentó tener 63 años, me empezó a contar su vida, demostrando en pocos minutos la incompetencia de sus padres para elegir nombres de pila; seguro que si en lugar de Felicidad le hubiesen llamado Inocencia, habría salido un pendón verbenero. Entre otras cosas, la mujer era viuda de un bombero que murió en un incendio forestal, estaba enferma y tenía un hijo enganchado a la droga que había acabado con sus escasos ahorros y también se estaba apropiando ahora de buena parte de su pensión. La verdad es que la señora me dio mucha lástima, al punto de arrepentirme horrores por haber suplantado a un experto en la materia, pero por otro lado pensaba que desenmascararme ahora, incluso el simple hecho de colgar fríamente el teléfono, solo podría empeorar el estado de ansiedad de la pobre Feli. Por eso tuve que improvisar y lo primero que se me ocurrió fue decirle que estaba barajando las cartas, mientras movía las hojas de unos periódicos que tenía a mano para producir un ruido similar. Bueno, Feli, para ser sincero, amiga, la verdad es que solo intuyo cosas positivas, el destino parece tenerle preparado un esperanzador porvenir, mentí. Sus preocupaciones van a acabar muy pronto, cariño. Intenté decir esto último con la entonación más tierna posible, recordando cuando de estudiante interpretaba pequeños papeles en la compañía de teatro de la Facultad. Sí, sí, Samuel, pero ¿qué carta ha salido? ¿Es un arcano mayor o un arcano menor? ¿Ha salido boca arriba o boca abajo? ¡Me cago en la leche! En ese momento hubiese preferido emplear mi compasión abrazando fuertemente a un puercoespín deprimido. ¡Estaba hablando con una consumada profesional de las consultas proféticas! Y era como si Stephen Hawking preguntase a un alumno de Primaria su opinión sobre la termodinámica de los agujeros negros. Mientras en el navegador de la tablet le preguntaba a mi estimado Google por el significado de los naipes de tarot, empecé a darle largas. Le comenté con largas y rimbombantes frases que prefería no declarar qué carta había extraído porque un gran maestro inglés de las artes cósmicas adivinatorias me reveló que hacerlo podría revertir el resultado de la predicción. Me contestó que eso eran pamplinas, que los ingleses no entienden de tarot, que los verdaderos especialistas están en Francia y en Italia y ellos siempre muestran las cartas. Estuve a punto de mandarla a freír puñetas cuando mi amado buscador me sacó de apuros. Bien, Feli, pues he de confesarte que ha salido la Estrella y boca arriba, ¿contenta? ¿Eso significa que me voy a curar? Pues claro, mujer, ¿qué otra cosa podría significar? ¿Y qué me dice de mi hijo? Saque otra carta, a ver. Espere. Volví a menear los diarios mientras consultaba en la tablet. Aunque entonces tuve otra idea, se me ocurrió soltarle que había aparecido la Muerte. Boca arriba. Creí que así se acojonaría y me dejaría en paz. Caray, ¿eso es maravilloso, no? Claro, claro, manifesté, poco convencido de ello. Quiere decir que todo lo malo se va a acabar, ¿verdad? Pues claro, Feli, su hijo dejará las drogas y su pesadilla habrá terminado… Eres un sol, Samuel. Cuando Rosa me dé tus señas, paso y te abono los servicios. No se moleste, señora, que me doy por bien pagado sabiendo que viene de parte de Rosa y que sus problemas se van a solucionar muy pronto. Colgué, grabé el número en la agenda del móvil para no contestar nunca más sus llamadas y después lo desconecté, por si las moscas.


FECHA 1+N

Hoy ha sido un desastre. Mi jefe me ha pegado una bronca de tres pares por retrasarme una semana en la presentación de otro jodido informe. El inútil, que no entiende que estoy de faena hasta la cabeza, encima me endilga la que a él le encarga el Director General. Es idiota. Luego me he enterado que Sonia ha empezado a salir con Borja, el secretario personal del Gerente. Jamás hubiera imaginado que le van los aduladores lameculos. Me ha defraudado Sonia, con su carita de no haber roto un plato, claro que con su pusilánime carácter pienso que nunca hubiésemos congeniado… Además, me he dado cuenta de que bizquea un poco y tiene los dientes amarillos del tabaco. Y para rematar esta fatídica jornada, mi equipo ha palmado por cuatro a cero contra unos italianos de medio pelo. ¿Cómo pueden aguantar a un entrenador tan impresentable y a esas carísimas figuras de pitiminí que solo sirven para ilustrar anuncios de perfumes? Vaya fiasco. Lo peor será mañana en la oficina, los seguidores del máximo rival me van a amargar de lo lindo con sus chanzas de mierda.

Esta noche va a resultar difícil conciliar el sueño con tanto disgusto acumulado. Espero que un poco de lectura me haga olvidar todos esos sinsabores y me relaje lo suficiente. Inesperadamente suena el teléfono en cuya pantalla aparecen las palabras “número oculto”. Joder, no me gustan esas llamadas, pero por la hora que es podría ser algo urgente, no me atrevo a ignorarla. Sí, diga. A partir de ese momento y sin que sea capaz de meter la cuchara, una señora mayor comienza un monólogo supersónico: Hola Samuel, soy Angelines, amiga de la Feli, que es amiga de la Rosa. La Feli me ha encargado que le comunique que como usted predijo, ya se arreglaron sus problemas. El Estado revisó el expediente y le ha otorgado una indemnización y una pensión extraordinaria por la muerte de su marido en acto de servicio, ella al final no tenía la enfermedad que le habían diagnosticado, fue un error médico, tenía otra cosa, le están medicando y se encuentra bien, y su hijo se lió con una búlgara y se ha ido a vivir con ella a su país, dejando en paz a la Feli. Ya sé que es un poco tarde, pero estoy desesperada, por eso le llamo, para que me eche las cartas en un momentito si es usted tan amable. Hola y encantado, Angelines, pero debe existir algún error con el número que ha marcado. Ni yo me llamo Samuel ni conozco a ninguna Feli ni a ninguna Rosa y no sé a qué cartas se refiere usted. Lo siento mucho, perdone señora. Buenas noches y buena suerte. Adiós, Angelines.


sábado, 8 de junio de 2013

Sin cadenas


                                                  

Oían la voz de su buena amiga y se lanzaban  a la pista como auténticas posesas. Se liberaban de sus prejuicios e iniciaban su atávica danza cual si de tres sacerdotisas se trataran. Olvidaban quiénes eran y dónde se hallaban,  incluso sus propias vidas, para soñar durante unos minutos que quizá a ellas también les salpicara la suerte de la fama y lograran alcanzar sus sueños.

                                                            Para Eva, fan incondicional de Aretha.

jueves, 6 de junio de 2013

Cita con el futuro




Mi muy incierto futuro:

Sentado bajo la sombra del ayer, te escribo desde el umbral del mañana. El mañana, esa jornada desconocida que las personas intuimos cómo se desarrollará, pero que suele asombrarnos con algún incidente imprevisible, feliz a veces aunque adverso con frecuencia.

Querido porvenir, soy consciente de que no puedo pedirte nada porque nada eres excepto un sueño que se va tornando tangible a medida que pasan los segundos, los minutos, los días, para desaparecer otra vez convertido en pasado detrás de cada uno de esos espacios de tiempo. Eres el corredor inalcanzable, el remoto e intocable horizonte. Y perdona si tal vez equivocadamente sostengo que, excluyendo la muerte, no existen destinos garantizados, posterioridades inalterables, aunque demasiado a menudo la cotidiana realidad intente convencerme de lo contrario. Pero como, repito, hoy no existes, me permitirás que conjeturando con la completa inseguridad de que me leas y la indudable certeza de que nos esperas, eleve una plegaria de paz y justicia no por mí, sino por los míos.

Ojalá te pudiéramos revivir, futuro, como hacemos torpemente con el ayer, pero suena imposible volver a experimentar lo ignorado, percibir de nuevo lo nunca sentido. Ojalá te pudiésemos reparar, futuro, como desmañadamente intentamos con el pasado, mas nadie puede recomponer lo que aún no se ha descompuesto. Inquilinos del presente, jamás seremos dueños de tus sorpresas, sino víctimas de las mismas, lo cual nos obliga a confiar en ti a ciegas al tiempo que tu próxima llegada nos sobrecoge hasta los tuétanos.

Me despido después de estas necias reflexiones, mi amado y preocupante futuro, advirtiéndote que ya he comenzado tu persecución. Es innecesario que te asegure que al final coincidiremos; y el día del encuentro, que absurdamente será también el de la despedida, ambos nos fundiremos en un abrazo eterno, porque el maldito reloj se habrá detenido para siempre.


Hogar, dulce hogar



El día en que la caravana decidió no arrancar más, se quedaron en aquel lugar para siempre. Habían llevado una vida nómada cruzando estados y pueblos de costa a costa, sin parar jamás. Vivían de la guitarra de él y de la voz de ella, conciertos para animar los locales a cambio de comida y unos pocos dólares. Pareja en la vida artística y en la realidad. Espíritus libres que habían recorrido más kilómetros de los que sus huesos podían recordar. Los ideales de la  generación beat habían  sido los suyos. Ahora, en la recta final, definitivamente merecían un descanso y con el sedentarismo -pensaban- se iniciaba el tránsito hacia una nueva vida.

miércoles, 5 de junio de 2013

El último tren.



Lanzó una última mirada fugaz y giró la esquina. El “Adiós” se quedó en un susurro quebrado que se llevó el viento, aquel viento invernal que no terminaba de marcharse pese a que ya florecían las primeras margaritas. Sabía que la buscarían, y quizás entonces tendría que brotar de sus labios aquel “Adiós” tan temido y doloroso. Mientras tanto, ella pensaría en la vida que siempre deseó tener, aquella vida que le arrebataron el día que la vistieron de blanco.

Miró el reloj y corrió calle abajo, hacia la estación de tren. Allí estaba ella. Le pareció la mujer más bella del mundo. Sonrieron al verse y subieron al tren, el último de aquel día. ¿Destino? No le importaba si estaba junto a ella. Se acurrucaron contra el asiento mientras comenzaba el leve movimiento de arranque.
- Adiós – Susurró.

martes, 4 de junio de 2013

El Barman



Nadie como yo como para comprender los motivos que inducen a los solitarios a venir, acodarse en la barra o en la mesa del rincón como si estuvieran rezando en un reclinatorio y comenzar a beber sin recato ni medida. Los bares son lo más parecido a santuarios, no en vano a los clientes se les denomina parroquianos. Y el Alcohol es su dios, su religión. En esta particular iglesia hay devotos del vino, del coñac, del whisky, del tequila, otros adoran el orujo y la cazalla y muchos invocan el ron, la ginebra o el vodka, que suelen atenuar con el añadido de algún refresco dulzón. Si prestas atención a lo que cuentan, más bien a lo que confiesan, tienes ganada su confianza. En su bendita ingenuidad ejerces el papel de sacerdote sencillamente porque eres de los pocos que acceden a conocer sus problemas, el único que se atreve a prestarles consejo. Consejo que luego, cuando vuelven con expresión más afligida, y como consecuencia más sedientos, te arrepientes de haberles dado. Entonces juras no escucharles nunca más, no entrometerte en sus desgracias, ignorar su naufragio. Pero eres consciente de que en realidad estás perjurando, porque tu auténtica vocación no es preparar cócteles o poner copas, sino alimentar esperanzas, reflotar vidas y salvar personas.