martes, 23 de agosto de 2016

EL HOMBRE QUE SE HIZO MANCHA






Este cuento lo ha inventado un niño de cinco años llamado Ferrán. Lo ha escrito
su padre, José Vicente Moreno, que es seguidor de este blog y nos lo ha enviado.
Ferrán tiene ahora siete años y parece que su imaginación va tan rápida que las letras se le atropellan y le causan algún problemilla. Desde aquí le vamos a dar un empujón para decirle que lo importante es llegar a la meta, pero que no importa cuándo...
Un abrazo Ferrán!!


Érase una vez un país de sofás. Allí vivía un hombre llamado Jorge, un hombre que comía y comía sin fin, hasta llegar la noche. No por ello creáis que era gordo; era delgado como un junco, de alargada cabeza, orejas redondas, ojos de color castaño y nariz larga cual montaña rusa. Y siempre estaba tumbado en un sofá.

Un sábado gélido del mes de febrero, ocurrió un hecho que jamás podríais imaginar: el hombre despertó rodeado de agua. Intentó salir, pero cuál fue su sorpresa cuando chocó una y otra vez contra unas paredes transparentes. Él no lo sabía, pero… Se había convertido en un diminuto ser que vivía en el agua.

En el país de los sofás, nadie solía dejar las botellas abiertas sobre ellos, pero siempre ocurren accidentes: cayeron unas gotas encima de un bonito sofá de alegres colores, causando una mancha triangular.


Con el paso del tiempo la mancha se fue secando y Jorge, ahora un diminuto elemento, empezó a moverse lentamente en su propio sofá. Entonces empezó a darse cuenta de que era un ser insignificante y que formaría parte del sofá que tanto quería… para siempre.

Ferrán

miércoles, 10 de agosto de 2016

EL VERANO


Entrar durante el mes de agosto en un supermercado de la playa, es en el mejor de los casos, toda una aventura. Al observar pasillo a pasillo, toda la fauna que por allí circula, encuentras a gente casi desnuda, con mini shorts, piezas mínimas de biquini y/o muchos chicos jóvenes, en bañador, como si estuvieran al borde de la piscina. Suelen ir en grupos que vociferan entre ellos para ajustar la compra al presupuesto y esto naturalmente en los distintos idiomas de sus orígenes. Los hay de todos los colores. Los recién llegados, que conservan todavía en algunas zonas, la blancura que delata su procedencia, alternándola con rojeces intermitentes en otras. Los ya más veteranos, lucen un bronceado casi integral a juzgar por los espléndidos  escotes de ellas, donde unos pechos naturales o no, se han dejado acariciar por el sol mediterráneo que se prodiga mucho durante este mes.
Otro espectáculo que me llama la atención, es la variedad de marcas y productos que se muestran en las distintas estanterías. Es tal la diversidad que si no tienes claro de antemano la marca o referencia, te encuentras con una enorme duda existencial que te impide reaccionar durante unos minutos, -los que tus ojos necesitan-, para abarcar todo lo expuesto y tu cerebro para decidirte por… ¿ el envase más llamativo?
Los carros donde se van almacenando las compras, quedan a veces, en medio de pasillos, aparcados o perdidos (nunca se sabe) impidiendo el paso de los que van empujados, en muchos casos, por los sufridos padre o madre, que además tienen que ir controlando, si pueden, a las pequeñas fierecillas que pueden correr por entre los clientes e incluso abrir algún paquete de donuts o chuches o lo que se les antoje. Los críos también piensan que estar de vacaciones supone hacer lo que les apetece en cada momento y no diferencian playa de super (es más divertido el super)
La mayoría de los  productos que en la actualidad se exponen en los estantes de estos macro supermercados son innecesarios para la alimentación. Me explico. Se podía comer perfectamente por mucho menos de la mitad de lo expuesto, porque la mayoría son alimentos de puro capricho, donde la publicidad o los propios niños, marcan las pautas de las compras, dejándose llevar por la forma de las galletas, lo atractivo del envase o la figurita o regalo que, como sorpresa, sale de su interior. Puro marketing, que ni las dependientas que organizan los expositores controlan. Hay que verlas reponiendo y organizando. Más perdidas que un pulpo en un garaje. Pero contentas. Tienen trabajo, al menos mientras dure el verano, el sol apriete y las gentes extranjeras hagan su agosto en esta maravillosa costa, donde los supermercados han proliferado tanto como los apartamentos.

Bueno, ya llegará el invierno…