jueves, 31 de marzo de 2011

Fernando M Lozano, BIENVENIDOS A LA NAVE DEL MISTERIO

Buenas noches queridos telespectadores, hoy les vamos a contar un suceso acaecido en una pequeña ciudad española, un suceso que nos ha dejado atónitos. Quiénes a estas alturas de Cuarto Milenio, todavía no crean en seres sobrenaturales, después del reportaje que les vamos a ofrecer, no sólo van a creer en ellos, sino que van a empezar a preguntarse si esas experiencias extrañas que a todos nos han pasado alguna vez, no estarán relacionadas, no serán llamadas de auxilio de otra dimensión, una dimensión que cada día se encuentra más cerca de nuestro alcance.
Nuestro equipo se encontraba grabando en Elche, en un caserón situado en el centro histórico de la ciudad, que fue habitado en su día por una familia pudiente del s. XVIII, la familia Jiménez de Castro. De ellos sabemos que eran seguidores de una secta pre cristiana conocida con el nombre de Abramitas, cuya costumbre más tristemente conocida, era la del infanticidio, el primogénito tenía que morir a manos del padre de familia, fuera hombre o mujer. Por lo que hemos podido investigar, la primogénita de esta familia fue Eulalia Jiménez de Castro, una muchacha que murió en circunstancias misteriosas el día 30 de marzo del año 1711, a los 15 años de edad.
Algunos vecinos de la localidad, aterrados, remitieron cartas al programa, explicándonos las extrañas apariciones y sonidos que desde hace unos meses se llevan viendo y escuchando en las inmediaciones del caserón. Hubo una aparición en concreto, que contó con un gran número de testigos, no habríamos dado crédito a lo sucedido, si el único testigo hubiese sido un capador de pollos aficionado a los carajillos y asiduo parroquiano del bar “los rubiales”, pero tras comprobar la verosimilitud del resto de testimonios: el del conductor de un autobús de ruta regular, el de una operaria de limpieza del ayuntamiento y los de un par de vecinos de la zona que no han querido facilitar su identidad por temor a represalias del más allá, hemos enviado a nuestros especialistas, que han estado trabajando durante un mes dentro y fuera de la casa y cuando parecía que nada iba a suceder, en la víspera de la muerte de Eulalia, el 29 de marzo de 2011, sucedió y pudimos ser testigos privilegiados de ello, lo que les vamos a mostrar. Les emitimos el documento al completo, vean y escuchen, pero, esto será tras unos minutos de publicidad que aprovecharemos para poder recobrar el aliento.
Bienvenidos a nuestra nave del misterio.

-Menuda pérdida de tiempo, llevamos aquí 23 días y nada, ni una maldita psicofonía, como lleguemos de manos vacías a Madrid, Iker nos cuelga.
-Yo estoy por hacer un documento gráfico falso como hicimos en Belchite.
-No jodas, aquella vez coló cara al público, pero la Carmen Porter pidió nuestras cabezas.
-Calla, ¿no has oído algo?.

En un abrir y cerrar de ojos, la temperatura baja 12 grados y un gemido emitido en Re menor, hace que el cámara, el reportero y los televidentes de cuarto milenio, se tapen los oídos. En lo alto de las escaleras del caserón, aparece una figura fantasmagórica, se trata de una criatura con formas femeninas, de unos 15 años de edad, vestida rigurosamente de blanco, de brillo espectral. Realiza movimientos suaves, etéreos, como si sus pies no tocaran el suelo. Mira directamente hacia la cámara y comienza a bajar los escalones dejando tras de si un reguero de ectoplasma.

-Joder, viene hacia aquí.
-Sigue grabando, por dios Felipe, sigue grabando.

Es evidente el nerviosismo del cámara en la toma que nos ofrece, se puede escuchar la respiración agitada del reportero, la imagen que aparece en la pantalla te deja sin aliento, la presencia espectral coge uno de los micrófonos apostados en los laterales del cámara, mira con sus ojos vacíos de vida alguna al centro del objetivo y dice:

-Os lo he dicho mil veces, yo nunca le robé nada a Don Enrique Florian, ¿para qué querría 30 euros un fantasma?. La muerte es un estado de quietud y soledad, os ruego que me dejéis tranquila la eternidad que me reste.

Dicho esto, Eulalia se difumina, la temperatura vuelve a subir, los corazones sosiegan su latido y en el suelo, donde ahora enfoca el cámara, en el lugar donde hacía unos instantes flotaba el fantasma de Eulalia, sólo queda una visera azul descolorida en la que se puede leer: “Rius, capador de aves de corral”.

miércoles, 30 de marzo de 2011

CANAL BLOG TRABAJO

Grupo Orwell, para su sede Granja Gran hermano, precisa incorporar capador de pollos con experiencia y seriedad demostradas. El perfil buscado es el de una persona con vocación por el arte de la castración sin dolor y amplias habilidades en la materia, que busque estabilidad laboral y quiera hacer de esta profesión su vida. Sueldo fijo más incentivos. Enviar curriculum a la calle de la Rebelión, 1984.


martes, 29 de marzo de 2011

Eufrasio Saluditero, DISCULPEN SI ME ENTROMETO...

Buenas noches, disculpen si me entrometo. Me llamo Aurelio Descuidado y me gusta navegar por Internet cuando llego del trabajo para relajarme antes de cenar e irme a dormir. Acabo de leer en su blog que un tal Enrique Amador Florian Rius y una señora que dice ser un fantasma se enzarzaron anoche en una pelea en una parada del autobús. Yo les escribo porque soy el conductor del autobús que tenía que pasar a esa hora por la parada, y que cuando vi que ese señor dando puñetazos a una señora (porque yo sí que vi a la señora) y que no le alcanzaba ninguno porque ella se volatilizaba para aparecer al instante detrás, pues me asusté tanto que giré por la primera calle que pude. Por el espejo retrovisor seguí viendo la escena y casi atropello a tres jóvenes que cruzaron corriendo la calzada sin mirar. Frené en seco. Llevaban una bolsa de deportes pequeña de marca “Dopat”, una chaqueta roja con franjas verdes y puntitos amarillos y uno de ellos, el de la gorra con visera azul que ponía “Rius, capador de aves de corral”, se me quedó mirando con una media sonrisa. Sí, para risitas estaba yo. Me fui directo a cocheras con un escalofrío recorriéndome todo el cuerpo. Cuando llegué los compañeros me dijeron que estaba blanco, que si había visto un fantasma – sí, claro, un fantasma, je je, que graciosos, es que estoy cansado y creo que me he resfriado – alcancé a decirles.
Yo estoy muy asustado. Llevo dos días sin comer, sin dormir y sin ir al trabajo; y voy a pedir el cambio de línea. Yo por ahí no vuelvo a pasar. Gracias por haberme atendido.


P.D: aprovecho el medio y la ocasión para pedir disculpas a todos los usuarios que dejé colgados por no pasar por el resto de paradas, por si hubiera alguno leyendo esto.

lunes, 28 de marzo de 2011

Lucrecia Hoyos, LA NOCHE DE TODOS LOS SANTOS

-¿Por qué, abuela, llenas la casa de velitas encendidas?
-Porque es la noche de todos los santos y el espíritu de tu abuelo y de tus bisabuelos y de todos nuestros antepasados vendrán esta noche a visitarnos y hemos de dejar luz para que no se tropiecen en la oscuridad.
-¿Y la botella de aguardiente y los vasos y la fuente de mantecados?
-Tu abuelo siempre tenía sed y no creo que la muerte se la haya aplacado y los dulces son para darles la bienvenida.
-¿Y los veremos? Vamos a quedarnos aquí a esperarlos.
-No, cariño, ellos pueden vernos a nosotras y a eso vienen, a interesarse por cómo nos van las cosas. Pero nosotras no podemos verlos a ellos. Solo en sueños, yo lo veo a él y a mi madre, a la que no conocí en vida porque murió a la semana de alumbrarme.
-¿Y cómo los ves, abuela?
-A mi madre la veo hermosa, radiante, vestida de blanco y con una sonrisa tierna. Me abre sus brazos maternales y yo me duermo cobijada en ellos. Y a él, a tu abuelo, lo veo vestido de novio, joven y enamorado, libre de los estragos del tiempo.
-Yo también quiero verlos.
-Es fácil. Duérmete, mi niña, temprano y piensa en ellos. Entrarán en tu alcoba y te besarán dulcemente las mejillas y te protegerán de todo mal hasta el año que viene…-dijo la abuela al tiempo que Alicia cerraba los ojos y caía en un plácido sueño.

Josefina Fernández, "TRAS LA FELICIDAD"

Era el día más feliz de su vida. Desde que murió su madre siendo una niña, su vida había cambiado. Su padre se volvió un hombre egoísta y huraño, se resguardaba en el alcohol y cuando llegaba a casa pagaba su desgracia dándole palizas. Le había obligado a casarse con Alfredo, un hombre quince años mayor que ella, pensaba que no podía ir a peor las cosas y las aceptó sin protestar, saldría de una casa llena de odio, menos mal que su madre no vivía para ver en lo que se ha convertido su padre y su vida. Pero su matrimonio aunque solo duro dos años fue tan desgraciado como su niñez, no solo tenía que aguantar a su marido sino que tenía casi siempre a su padre en casa. Un día la llaman del trabajo de Alfredo para darle la mala noticia, su marido se había caído de un andamio a treinta metros de altura, había muerto, menos mal que se lo comunicaron por teléfono, nada más colgar se hecho a reír pensando ¿malas noticias?. Estaba decidida a coger las riendas de su vida.
Pasaron cinco años de aquello, hacía un año que había conocido a Moisés, era un hombre bueno y trabajador, a su lado conoció la felicidad y decididos a emprender una vida juntos deciden casarse, pero Elena estaba triste, no sabía porque tardaban tanto..., no había aceptado que un accidente de trafico frustro su felicidad."

Maria Gertrudis Torres Mazón, "LA VIDA DE AMELIA"

Amelia salió de casa muy aprisa, tan aprisa que dejó las llaves puestas por dentro y también olvidó las del coche.
.-maldita sea. Dijo Amelia en voz alta como si creyera con esto que iba a solucionar el problema.
Se acercó hasta la ventana de la cocina para ver si estaba abierta, pero nada la suerte no sería ese día su compañera.
Comenzó a llover, el cielo se puso de un color gris intenso, los relámpagos acechaban la casa de Amelia sin piedad.
.-maldita sea, maldita sea. Dijo de nuevo, pero esta vez sintió que su voz se había roto al igual que los relámpagos, se tocó las manos y las sintió frías como el mármol y carentes de azuladas venas. Corrió hasta el garaje para ver si en el coche tenía unas copias de las malditas llaves, y encontró un vehiculo cubierto de una densa capa de polvo, un coche impropio del gusto de Amelia, era viejo y antiguado. Salió del garaje tan aprisa sin percatarse de que sus pies no tocaban el suelo sino que levitaba. Llegó de nuevo a la puerta de su casa, pero ¿Qué estaba sucediendo? La casa de Amelia estaba abrazada por una gruesa capa de hiedra, como si no hubiera sido cortada y arreglada en años y años. Entonces Amelia se acercó a los ventanales del comedor con la intención de ver como estaba el interior de la casa, al acercarse pudo ver el reflejo de los árboles que estaban justo atrás de ella, pero ¿Dónde estaba ella? No veía su reflejo. Cayó al suelo cansada, aterrada ante lo que estaba viviendo, y se apoderó de ella un sueño denso, pesado, profundo y se quedó dormida, dormida…
Amelia salió de casa muy aprisa, tan aprisa que dejó las llaves puestas por dentro y también olvidó las del coche.
.-maldita sea. Dijo Amelia."

Yolanda Nava Miguélez, CITA CON UN FANTASMA

Es agotador e irritante. Llevo ya más de siete noches sin pegar ojo, y el reloj, cruel, emite su estridente llamada puntual como sí mismo: a las 06:00 h; me pilla despierto claro, con tu vagar por la casa y esos golpes por aquí y por allí, dormir se convierte en una misión imposible. Me lo advirtieron cuando adquirí la casa a tan bajo precio, que iba a tener compañía, pero… ¿cómo creerlo?, ahora sufro las consecuencias; está además esa cancioncilla que tarareas en tono lastimero, ese: uuuuhh, aaaaahh, que se me mete dentro y me llena de desasosiego. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué buscas en tus nocturnos paseos?
Dicen que eras una belleza, que te fuiste “muerta” de desamor, que él te abandonó por otra y una parte de ti se quedó, vagabunda, buscándole cada noche, en vuestra casa.
Espero que tu aspecto fantasmal conserve algún resquicio de tu lozanía y que tu palidez, no haya fulminado del todo tu flamante juventud, porque esta noche te estaré esperando…, abriré esa botella que guardo para ocasiones especiales y colocaré un cubierto más en mi mesa. ¿Quién sabe?, si el encuentro va bien, tal vez acabe haciéndote un hueco también en mi cama; con tal de dormir…

domingo, 27 de marzo de 2011

Eufrasio Saluditero, ¡Gaviotas!

Las gaviotas nacieron el día en el que un marinero malhumorado y maldiciente, vociferó a unos pájaros que se posaban durante horas sobre los masteleros de las gavias del barco esperando algún descuido del personal de cubierta para beber agua dulce, comerse el cebo para la pesca, o hasta la misma pesca. Eran pájaros de buen agüero porque anunciaban la proximidad de tierra, pero todo el mundo sabía que eran ladrones, obstinados, y con muy mal carácter; por eso, aquel día en el que el marinero llevaba una mañana de perros porque el capitán del navío le había castigado por no haber hecho dos medios cotes a derechas sino a izquierdas, decidió que ya era hora de ponerles nombre; y de su boca salió el insulto más feo y atroz que jamás se había oído decir a un hombre hasta la fecha: ¡gaviotas!

Alberto Marrone, "KATAYA"

Una fina llovizna ensombrece la tarde provocando una noche prematura. La zona se halla precisamente entre las mejores de Buenos Aires. El gris es el tono predominante en el paisaje, el cielo, los árboles, las calles, todo pasa del plomizo al negro. Las antiguas casas coloniales conservan el prestigio y la nobleza de su historia.
Gustavo viene conduciendo su auto pensando en llegar a su casa, cenar ligeramente y tirarse en su sillón favorito a ver el partido de fútbol. En cierto momento se da cuenta que ha tomado un camino que no conoce. La oscuridad y la lluvia lo ha desconcentrado. La calle es demasiado oscura y solitaria, así que por precaución acelera casi con indiferencia.
Baja la mirada para cambiar la audición de la radio y pierde la atención en el camino. Cuando la levanta nuevamente nota con sorpresa como una mujer vestida con largo vestido blanco cruza apurada la calle y se pone frente al auto. Gustavo acciona los frenos, pero la mujer esta muy cerca, el choque es inevitable. El auto se desliza unos metros y siente el golpe fuerte, y piensa lo peor. Sale rápidamente, buscando a la infeliz mujer. No encuentra nada, mira en todas direcciones y debajo del auto, camina unos metros pensando que a lo mejor el golpe la hubiese impulsado varios metros hacia alguno de los lados, pero nada. El silencio de la noche se hace mas hiriente. Los ojos de Gustavo brillan de incertidumbre. Luego de revisar una vez más vuelve al auto pero antes de subir, en el piso encuentra un brazalete con el nombre “Kataya”. Lo guarda en su bolsillo y continúa el camino a su casa. Al día siguiente vuelve al lugar del accidente, y pregunta a unos vecinos…
Le dicen que en la casa mas alta del barrio, ahora abandonada, vivía hace muchos años, una joven aristócrata rusa con ese nombre. Kataya había llegado al país con su novio. La pareja venía teniendo algunos desacuerdos y discusiones debido a una situación económica cada vez mas deteriorada. El novio había encontrado en el alcohol un calmante para su ansiedad. Una noche en que llevaba mucho vodka encima soñó que había un hombre en su cama, con su novia, al que sin averiguar mucho, apuñalaba. Cuando despertó, ella dormía a su lado. Para siempre: tenía el puñal hundido en su pecho…"

Manuel Solís, UN AMOR IMPOSIBLE

Ayer tuve una cita con Rufina Cambaceres. Una muchacha muy joven, guapa y de buena familia. La primera y única vez que la vi estaba sentada en una café con un vestido blanco que dibujaba una alegre silueta. Mientras vaciaba tres azucarillos y los removía al ritmo de un tango que sonaba en el hilo musical, su sonrisa cautivaba a todos los presentes. Era morena, tenía ojos verdes y no pasaba desapercibida para nadie. Me acerqué a ella y le hice una pregunta tan banal que pensé que ni siquiera se giraría a contestarme. Por suerte para mí me dirigió una sonrisa.
-¿Sos español?
-Sí, valenciano….
-Mi abuelo también, él era gallego (gashego). Siempre quise ir allá y conocer.
-Ah mira, deberías…Yo siempre quise venir acá y conocer a una chica tan hermosa como tú.
-Oh, vos ya parecés argentino, sos todo un chamullero.
-No la diferencia está en que un argentino le diría eso a cualquiera, pero para mí cualquiera es la antítesis de ti misma.
Ella se sonrojó al escuchar el comentario, y yo seguí lanzándole cada uno de los trastos que llevaba conmigo. El flirtreo prosiguió durante algunos minutos, aunque su manera de gesticular y moverse me hizo pensar que no era una mujer nada fácil de llevarse a la cama. Algo raro había en ella, como si fuera de otra época. Me levanté para ir al baño y cuando volví Rufina había desaparecido. En ese momento me sentí un auténtico pagafantas, miré hacia todos lados sonrojado y agaché la cabeza pensando que todo el mundo en la cafetería se estaría riendo de mí. El camarero se acercó y me dijo:
- La señorita que estaba con vos tuvo que marchar, pero le dejó esta nota.
La nota decía lo siguiente: El sábado a las 18.30 te espero en Calle Junín 1790. Estaré en la puerta. Besos
Los días pasaron lentos hasta el sábado. Mi cabeza no podía concentrarse más que en sucios e impuros pensamientos sobre Rufina Cambaceres. Las noches se hicieron largas y obsesivas, hasta que por fin llegó el día. Me puse mis mejores galas y salí en busca de la victoria.
Cuando llegué al número que me había dicho me quedé estupefacto. Estaba en el cementerio de Recoleta. Desde luego, nunca había tenido una cita en un lugar tan original. Rufina no iba a dejar de sorprenderme. Pasaron los minutos, y pregunté la hora varias veces, no tengo reloj y no llevaba el móvil encima. Rufina no aparecía, así que como no había visto el cementerio decidí entrar y hacer unas cuantas fotos, mientras hacía un poco de tiempo. En mi vida había visto un un lugar ideado para la muerte donde la ostentación estuviera tan viva. En el cementerio de Recoleta la alta sociedad Bonaerense homenajea a sus muertos con impresionantes mausoleos y soberbios monumentos de piedra. Mientras caminaba impresionado por sus construcciones y estatuas, mi corazón casi se para al descubrir una terrible sorpresa en forma de lápida que decía lo siguiente:


Aquí yace RUFINA CAMBACERES, 1884-1903.


Me quedé mirando la lápida unos instantes y empecé a escuchar golpes extraños, como si alguien estuviera dentro y quisiera salir de la tumba. Era ella. Vi como una mano se asomaba y me indicaba con un gesto que me acercará hacia allí. Decidí salir corriendo y no mirar atrás. Rufina Cambaceres era otro amor imposible.



Al día siguiente navegando por la red encontré la historia de Rufina Cambaceres, hija del escritor Eugenio Cambaceres y su esposa Luisa.

3º SEMANA DE MARZO. RELATOS INSPIRADOS EN ESTA FOTOGRAFÍA.

# Juana La Cuerda, "AMOR DE VERANO"
# Eufrasio Saluditero, ¡Gaviotas!
# Josefina Fernandez Fernandez, ¿SEREMOS TRES...?
# Ana Maria Vilchez C, LA MAGIA DE LA PLUMA
# Lara Hernández Abellán "POLOS OPUESTOS"
# Dani Ramos
# Maria Gertrudis Torres Mazón, BENJAMIN Y GAVIOTA
# Yolanda Nava Miguelez, A “JUAN SALVADOR GAVIOTA”
# Lucrecia Hoyos, María
# Fernando M Lozano, MIEDO A VOLAR
# Alberto Marrone, COMO UNA GAVIOTA.
# Wisquensin Oregón, DESEO

Josefina Fernandez Fernandez, ¿ SEREMOS TRES...?

En este día primaveral la plaza, está espléndida. Algunos de sus caminantes paseando relajados, otros con paso ligero intentando no llegar tarde a su destino. Un Chico sentado en el muro leyendo, empapándose del sol del mediodía. Pero lo que más me llama la atención es la gaviota que tengo a mi lado, me mira cada vez que digo en un suspiro ¡ que bonito día!, no se asusta, intuye que no la voy hacer daño, me estiro cogiendo la barandilla para que entre por mis poros los rayos de sol y me río, porque miro a la gaviota y la veo como estira su cuello y sus patas intentando copiarme.
Recuerdo cuando llegue a esta ciudad llena de grandes propósitos, lo cierto es que las prioridades fueron cambiando según surgían los acontecimientos y al final los grandes propósitos cambiaron, quizás sean más pequeños pero reconozco que más importantes y uno de los más importantes fue conocer a Juan.
Tengo que darme prisa Juan me espera, hoy posiblemente sea uno de los días más felices de nuestras vidas, la doctora nos dará el resultado...¿ seremos tres?.
Voy a la cocina abro la nevera y cojo una de las sardinas que tengo para la cena, se la doy a la gaviota, no se..., me da que me traerá suerte. Alza su vuelo con la sardina en el pico, mira hacia atrás mirándonos como despedida."

viernes, 25 de marzo de 2011

Ana Maria Vilchez C, LA MAGIA DE LA PLUMA

Sentada frente a la pc, abro la página de Valencia escribe y yo acá sentada , desde Valencia_Venezuela, trato de hacer un relato.Los imagino a todos ustedes sentados en el balcón de su apartamento, tratando de pensar sobre que escribo, y yo acá desde mi oficina estoy en lo mismo. Veo una ciudad para mi desconocida, la gente caminar en un ambiente agradable, otra vida, otra cultura y una gaviota que los observa. Esa gaviota puede volar libre como el viento y llegar tan lejos como pueda y donde quiera,nosotros con la magía de la pluma podemos ser como la gaviota y volar tan alto. A tal punto que hoy nos encontramos aquí, reunidos contando relatos.

jueves, 24 de marzo de 2011

"POLOS OPUESTOS" De Lara Hernández Abellán

Podrían haberse conocido en cualquier sitio, es más se cruzaban a diario sin saberlo. Nunca se habrían fijado el uno en el otro de no ser por aquella gaviota.
María estaba en paro desde junio, había estudiado publicidad y tenía un master en ventas. Llevaba casi un año buscándose la vida y vendiendo lo primero que le ofrecían, siempre de aquí para allá. Ahora eran vacaciones programadas pero antes fueron cuberterías, joyas, libros…
Estaba alojada en un gran hotel de la capital y como aún faltaban un par de horas para que llegase el primer grupo de clientes, decidió darse una vuelta para matar el tiempo. Se disfrazó con el traje de chaqueta que se había comprado en las rebajas y mientras esperaba el ascensor, su imagen reflejada en el espejo le recordó a su madre vestida para ir de boda. No pudo evitar soltar una carcajada, “En fin, cuatro horas más y vuelta a mis vaqueros“, pensó mientras se retocaba el brillo de labios antes de pisar recepción.

Javier era la más joven promesa del partido y aunque no lo aparentaba, esa tarde estaba mucho más nervioso que de costumbre porque tenía que dar su primer discurso delante del presidente. No quería que nadie se lo notase, así que antes de que se hiciese la hora se coló en el saloncito de al lado para echar un ojo a la exposición fotográfica que anunciaba el folleto de su mesilla. Le llamó la atención la número tres, “Gaviota en el paseo” y mientras la observaba intentó averiguar a quién se le habría ocurrido la idea de elegir a ese animal como símbolo de su partido. Por supuesto no encontró respuesta.
Ya se iba cuando vio a María acercarse hacía él, directa a la gaviota.

¿Te gusta? Le preguntó decidida.
No especialmente. La verdad es que los animales con pico me dan un poco de miedo, pero esta me ha tenido un rato hipnotizado. ¿Y a ti?.

Sí, todos los animales, pero especialmente los pájaros. Me dan sensación de libertad. Nunca había conocido a nadie a quién le diesen miedo. No tienes pinta de ello, pero bueno como eres el primero, pues ya sé que pinta tenéis. Un miedica de traje, ¡qué gracioso!
A Javier la carcajada de María le sonó preciosa, todo en ella le parecía precioso. Ella lo notó y siguió hablando sin parar. Hablar se le daba bien, era una de sus tácticas infalibles y ese chico la merecía sin duda.

Creo que el Partido Popular eligió a una gaviota como su símbolo justamente por eso. Necesitaban proyectar una imagen de renovación y bueno, creo que acertaron. Yo soy de izquierdas, muy de izquierdas, pero me gustó esa idea la primera vez que lo anunciaron. Es que soy publicista y lo enfoco todo por el mismo lado. Discúlpame, me llamo María y estoy un poco aburrida, ¿se nota verdad?


Un poco, pero no tiene importancia. Encantado María, soy Javier y me has leído el pensamiento porque hace un minuto me estaba preguntado eso mismo. Ah y soy un poquito de derechas, ¿eso importa o me resta puntos?

Ya veremos miedica con traje, ya veremos…
La conversación se alargó hasta minutos antes de que Javier triunfase en su primera charla frente al presidente y de que María superará con nota el número de ventas que de ella se esperaba. Esa noche cenaron juntos y siguieron charlando de miles de temas, por supuesto no se tocó la política ni los pájaros. Y lo mismo al día siguiente y al otro y al otro…

miércoles, 23 de marzo de 2011

Dani Ramos

Pues si amigos. Aquí me tenéis oteando el horizonte. No, no es broma. Estoy expectante. El ser humano ha desnaturalizado mi especie, y como tal, ahora no voy al mar a buscar comida. Me la traen. Es como llamar al chino, pero sin teléfono. Y en lugar de venir a tu casa un señor bajito en una Vespino, vienen unos señores en traje de goma y en barco nada menos.
Si. Este soy yo. Un ser evolucionado. Avanzado a mi tiempo prefiero. Por cierto ahí viene mi manjar.
No sé qué será de mí, el día que el fin del mundo llegue. Cuando os eliminéis unos a otros y no quede nadie en la Tierra para traerme la comida a casa. Supongo que moriré. Pero no es momento de pensar en tiempos futuros. Ahora es cuando todo está bien. Ahora es cuando debo vivir. Ahora es cuando me doy la vuelta, y me echo unas risas con las demás gaviotas por manchar a un incauto que pasa por debajo. Y esperad si queréis reíros. Veo por mi derecha que se acerca un Audi, y resulta que las sardinas de ayer no me han sentado bien.
Pues nada amigos. Mientras vosotros seguís leyendo por estos lares, yo sigo oteando el horizonte. Vaya a ser que pierda el barco y me quede sin comer hasta mañana.

Maria Gertrudis Torres Mazón, BENJAMIN Y GAVIOTA

No podía decir que la odiara y que tampoco la quisiera, no podía decir que fuera una amiga o conocida, simplemente podía decir que el destino la puso en su vida, tal vez inequívocamente pues las prisas son malas consejeras ... y últimamente hasta el tiempo parece tener prisa, por casualidad o por condición.
Todo en ella era despotismo, al menos así lo veía el, y un riguroso afán de protagonismo.
Recordaba aquel día que la conoció como uno de esos acontecimientos de la vida que te dejan marcado para siempre. Fue una tarde de un mes cualquiera, no hubo palabras solo un pequeño saludo y un golpecito en la espalda, esa fue la primera vez que la vio y con un ligero movimiento mostró su nombre Gaviota. Es cierto que el nombre dice mucho, la forma en que alguien se nos presenta debería de bastarnos para darnos cuenta de quien es verdaderamente, pero no tenemos esa capacidad para descifrar con un simple nombre la idea de quien es su dueño.
Gaviota pasó a ser parte de la vida de Benjamín, desde el primer instante en que alguien se nos acerca y nos dice algo ya pasamos a ser parte de su vida, si alguien te pregunta si conoces una calle tu le indicas o le dices que no sabes la ubicación exacta pero ya le diriges hacia un lugar formando así parte de su bibliografía, quizás busque esa calle para encontrarse con alguien querido, o tal vez para enfrentarse con alguna situación que pasará a formar historia en su vida.
Desde aquel día Gaviota y Benjamín comenzaron una convivencia que años mas tarde les cambiaria la vida para siempre.
Benjamín era un enamorado del mar, le encantaba imaginarse descalzo por la fría arena del mes de Enero y por las tibias aguas del mes de Agosto, le gustaba encandilarse con el aroma que la brisa le brindaba cada mañana, al abrir la pequeña ventana entraba sigilosamente y se dejaba notar con el movimiento acompasado de los visillos.
Era lo mejor de cada día, era el regalo que el mar le hacia a Benjamín para que quedara preso de sus encantos y por supuesto pasaba así siempre no había ni un solo día que no le brindara tan majestuoso saludo.
Gaviota era distinta, y aunque también le gustaba el mar a ella nunca se le declaraba con tan impetuosos saludos y desconocía sus secretos y su magia.
Para ella solo era agua y arena, calma y tormenta, nunca pensó en él como algo vivo, ni se atrevió a buscar en el fondo de sus entrañas para ver que había en ellas.
Benjamín recordaba como eran sus días antes de que Gaviota llegara a formar parte de su existencia, Germán iba todas las tardes a visitarle y juntos cruzaban el infinito azul del mar mediterráneo, en esos paseos tenían tiempo de charlar y Germán le contaba a Benjamín sus pequeñas vivencias de cada día, a veces en las calmadas noches de Julio cuando el cielo estaba tan repleto de estrellas, Germán se quedaba con Benjamín y los dos se dejaban mecer con el vaivén de las olas para quedarse dormidos.
Todos aquellos recuerdos le mantenían con la esperanza de poder volver a ver algún día a su amigo Germán, pero el tiempo pasaba y no le devolvía su presencia.
Benjamín pensaba que toda la culpa era de Gaviota, desde que ella llegó a su lado todo había cambiado, toda la gente le rendía piropos y la cuidaban como a una niña mimada; en cambio nadie se percataba de la presencia de Benjamín, quizás fuera por que estaba un poco sucio debido al poco cuidado que le ofrecían, pero la verdad (pensaba) es que Gaviota, aunque fuera orgullosa y prepotente, tenía que reconocer que era preciosa.
Benjamín tenía decidido marcharse, pero ¿cómo? sin la ayuda de Germán no podría hacerlo ¿Por qué no venía a visitarlo?,¿Qué estaba sucediendo?
A veces en las tardes de Domingo cuando la gente paseaba por el puerto se detenían frente a él y comenzaban a reírse o a ridiculizarlo, la verdad es que la imagen de Benjamín se deterioraba a pasos agigantados, como tiempo atrás le había sucedido a Germán, recordaba el último día que estuvo con él su cara estaba pálida y sus ojos reflejaban un cansancio impropio de un hombre fuerte y vigoroso.
Benjamín estaba cansado, cansado de esperar y de aguantar a la hipócrita y engreída de Gaviota, notaba como sus huesos crujían con el movimiento siempre imparable del ir y venir de las olas. Quizás era el momento de abandonar, le vino a la mente las últimas palabras de Germán – acuérdate de esto Benjamín, el día que yo falte nadie vendrá a estar contigo, la gente ya no quiere a las viejas glorias, sino a la alta tecnología y solo piensan en trabajar menos y disfrutar más, claro que eso depende como se mire, porque para mí quedan los buenos momentos que hemos pasado juntos amigo mío.

Era una tarde de agosto, el sol quería ponerse para dar paso a la noche, pero se mostraba perezoso. Un matrimonio joven con dos niños llegaron para visitar a Gaviota, la cual relucía su inmaculada blancura, mientras que al lado Benjamín se mostraba sucio, quebrantado, sin brillo alguno, pues hacia años que nadie se acercaba a cuidarle. Primero subió el hombre, después la mujer y luego ayudados por una mano fuerte los niños, todos estaban contentos y parecían no percatarse de la tristeza que invadía a Benjamín.
Cuando ya estaban todos a bordo Gaviota arrancó mostrando su inmaculada silueta y dejándose sentir con su majestuoso motor. El agua del mar comenzó a dibujar garabatos de espuma, a lo lejos Benjamín pudo escuchar unos susurros de un niño que la brisa le regalaba – mira papá el velero del abuelo Germán esta muy viejo ¿se morirá igual que él?
Benjamín no entendía aquellas palabras, ni su concepto, solo comprendió que el mar le seguiría regalando cada mañana su aroma.

Yolanda Nava Miguelez, A “JUAN SALVADOR GAVIOTA”

¿Me está mirando?, no, no creo, ¿qué puede haber en mí que despierte su interés?, tal vez el destello plateado de mi silla de ruedas la ha deslumbrado y por eso mira hacia aquí. ¿Qué más da?, es sólo una gaviota, una entre tantas que alborotan al lado del mar; no posee la elegancia del albatros, ni la majestuosidad del águila, hasta una paloma la supera en importancia, al menos ellas son portadoras del mensaje de la paz.
Sigue observándome, su mirada inquisitiva me traspasa; parece comprender mi dolor, ¿quién sabe? tal vez se ha dado cuenta que la envidio: ella puede volar y yo ni siquiera puedo caminar…, cambiaría mi pesada silla por su baranda, desde ella debe verse el mundo pequeño, los problemas lejanos y la libertad tan cercana...
Seguro que pronto se irá: entregadas sus alas al viento; yo también la miro, mientras su ojo izquierdo se fija en los míos algo se remueve en mi memoria…
¡Ya sé! era el libro preferido en mi adolescencia, ¡lo releí tantas veces!, estaba lleno de magia…, se me antoja que mi gaviota voló desde sus páginas hasta aquí, para curar con el bálsamo de su mensaje, mi alma herida.

martes, 22 de marzo de 2011

Lucrecia Hoyos, María

Hace dos años que no salgo de casa. Mi padre me trae la comida y de vez en cuando viene con una mujer que me limpia la casa y me lava la ropa. Ya no tengo montones de bolsas de basura por el suelo ni todo tirado de cualquier manera como antes de la denuncia de los vecinos. A mi padre no le quedó más remedio que hacerse cargo de mí y me controla, me hace tomar unas pastillas de color rosa todos los días; además como ya no bajo a la calle no recojo todas las cosas interesantes y nuevas que la gente tira en los contenedores. Antes disfrutaba un montón con los tesoros que encontraba: ordenadores, televisores, libros, cacharros de cocina, juguetes, muebles, comida en buen estado, hasta un consolador de plata me encontré un día. No tengo amigos, bueno exceptuando a María que viene a verme todos los días. Se apoya en la barandilla de mi balcón y charlamos de todo, bueno más bien hablo yo porque ella nunca me contesta, solo me mira con sus ojillos alegres y comprensivos. Cuando se cansa de oírme ahueca el ala y se va al puerto en busca de su ración de pescado. Esa es mi vida, le debo mucho a María, no sé qué haría sin ella…

Fernando M Lozano, MIEDO A VOLAR

- O se lo dices tu o se lo digo yo.
- Pero mujer, ya lo hemos hablado, tenemos que darle tiempo.
- ¿Tiempo?, te recuerdo que Fermín es fruto de nuestra primera huevada, acabamos de despedir a los poyuelos de la sexta y me dices que le demos más tiempo.
- Es un caso especial, mira que pose, qué equilibrio, oteando el horizonte, con el semblante serio, se me erizan las plumas del cogote. Ha salido al abuelo.
- Pero si es un inútil, cuando sus hermanos volaban, el todavía no sabía decir ni pío.
- Es una gaviota de pocos graznidos.
- Es un vago español, maldita la hora en que me convenciste para dejar las costas de Escocia y venir a Galicia, decías que aquí los peces saltarían del mar a nuestra boca, en el mar del Norte nadábamos en la abundancia, podíamos elegir el bocado más selecto del arenque y tirar el resto, además, allí las gaviotas abandonan el nido sin a penas saber volar.
- Si claro y luego las ves mendigando en los estercoleros, ebrias en cualquier pub y muertas en los tendidos eléctricos. En Galicia no se está tan mal, sino, porque crees que existe la morriña y todos los gallegos quieren volver a casa. Nuestro Fermín es listo, sólo espera el momento idóneo, con la crisis de la anchoa, no me extraña que no quiera abandonar el hogar que le vio nacer, el hogar que fue testigo de sus primeros pasos.
- Pero si sus patitas jamás han tocado la arena de la playa, si no sabe mecerse con las olas en la pleamar, ignora el arte de jugar con las corrientes de aire desde los acantilados y sería incapaz de seguir a los barcos que por las tardes regresan a puerto, para comer los deshechos que arrojan por la borda los marineros.
- Sabe más de lo que te imaginas, esa mirada inteligente…
- Mira, basta de tonterías o se lo dices ya, o aprovecho las próximas bajas presiones para desaparecer de tu vida.

- Mamá, me estaba preguntando: ¿cómo era eso de volar, primero un ala y luego la otra, o las dos juntas al mismo tiempo?.

Alberto Marrone, COMO UNA GAVIOTA.

Ana tiene 43 años, ha pasado momentos difíciles en su vida, un padre que la había abandonado cuando era muy chica y nunca se interesó por ella, una madre depresiva que no pudo sobrellevar la situación de la separación y al dejarse estar puso en riesgo la seguridad de Ana y su hermano. Una infancia llena de necesidades insatisfechas, haciéndose cargo de una madre enferma y un hermano menor. Hasta que entendió que ese no era el futuro que quería. Se esforzó, estudió y trabajó, enfrentó todos los problemas que aparecían, se recibió, se casó y hoy se siente desilusionada por una vida de pareja que no la hace feliz. Los hombres en su vida habían dejado huellas amargas.
Ana vive cerca del mar, por eso cuando en su balcón se posa una gaviota, que parece estar mirándola, piensa y le dice: Estoy desesperada y cansada de los reproches, por eso quisiera volar libre, como vos, sentir el viento, seguir luchando pero pensar solo en mí. Luchar por lo que quiero. Me iré bien lejos, sin rumbo fijo…

lunes, 21 de marzo de 2011

3ª SEMANA DE MARZO. RELATOS INSPIRADOS EN ESTA FOTOGRAFÍA


# Yolanda Nava Miguelez, EL HALLAZGO
# Fernando M Lozano, LA QUE SONRIE
# Josefina Fernandez Fernandez, ABUELO
# Lara Hernández Abellán, INSOMNIO
# Lucrecia Hoyos, LA ÚLTIMA VEZ
# Wisquensin Oregón, NOSTALGIA
# Irene Morjara, EN BUSCA DE LA LEONARDA

miércoles, 16 de marzo de 2011

Yolanda Nava Miguelez, EL HALLAZGO

Lo encontré en el desván de la casa del pueblo, entre muebles polvorientos y ropas antiguas. Llamó mi atención su originalidad, su perfecto estado y sobremanera, la foto de la Gioconda.
Rememoré la historia que contaba mamá sobre un valioso teléfono de oro y nácar que se extravió junto con otros objetos que el abuelo trajo de uno de sus viajes; la abuela decía que, llevaba una réplica del retrato de una importante dama que un antepasado del abuelo había pintado. Todos lo lamentaron, la valiosa pieza hubiera saneado su maltrecha economía durante generaciones.
Y ahora está entre mis manos. ¿Debo convocar una asamblea familiar para comunicar el hallazgo?
Dudo.
Estoy en paro y mi futuro no es muy halagüeño. Mi familia es muy numerosa: seis tías y una surtida prole de primos y primas; reunirla sería complicado; el reparto de tan singular y olvidada herencia, aún más.
Acaricio la suave madera, lo giro y hallo en su base restos de una pegatina en la que se lee: Sotheby’s; mis dudas se disipan, acabo de encontrar el origen y el destino del singular teléfono. La Gioconda desde su encierro circular, me mira, comprensiva.

martes, 15 de marzo de 2011

Fernando M Lozano, LA QUE SONRIE

¿Qué tal está hoy?.
Peor, no deja de desvariar sobre su nuevo “invento”.
No puede suceder de nuevo, esta vez, si decide probarlo, no debemos permitírselo.
Lo de la última vez no volverá a pasar.
Cuando saltó por la ventana con aquel artilugio que decía que podía volar, casi no lo cuenta.
Lo único que no se rompió fue el cielo de la boca.
¿Y de qué se trata esta vez?.
De un aparato con el que dice poder comunicarse con personas a mucha distancia.
¿Con espíritus?.
No, con gente normal que tenga el mismo aparato, el lo llama emisor y receptor de ondas sonoras.
Desde que la señora Gherardini tuvo a bien terminar su afair con don Leonardo, el pobre no levanta cabeza.
Nunca imaginé que pudiera gustarle una mujer y míralo ahora, su genio, se ha transformado en locura.
Fue su modelo ¿verdad?.
Si, terminó el retrato poco después del final de aquel extraño romance, lo ha retocado mil veces con esa técnica a la que llama sfumato, dicen que es el cuadro más lúgubre del señor, la señora Elisa aparece con una mueca seria, triste, casi terrorífica, que desfigura su belleza natural. Al mirar el cuadro, puedes sentir su dolor.

Ya lo he terminado, el receptor debe colocarse en la mansión de Don Giovanni de Médici, el tiene mis cuadros y mis proyectos y yo ya no estoy lozano para andar yendo y viniendo a supervisar mi obra.
¿Será peligroso?.
La física no es peligrosa para las mentes que no pueden comprenderla. No debéis temer nada querido Francesco.
¿Se trata de ella otra vez verdad?.
No es lo que piensas, tengo una corazonada, eso es todo.

El receptor se coloca en casa de don Giovanni siguiendo las indicaciones del inventor, el emisor espera en el taller de Leonardo. La primera llamada está lista. Suena el teléfono con estruendo de cascabeles. Don Giovanni responde.

¿Qué se supone que debo hacer?.
¿Eres tu Giovanni?.
¿Leonardo?, ¿Cómo demonios…?.
Calla y dime, ¿Cómo está el retrato?.
Como predijiste, el retrato ha cambiado.
¿Y bien?.
Lisa ya no está en su habitación, ahora aparece delante de un paisaje alpino, al fondo se ve lo que parece ser el Lago Como.
¿Estás seguro?.
Tanto como que soy un Médicci.
¿Hay más cambios?.
La señorita Lisa ha transformado su mueca de tristeza por una sonrisa de lo más extraña, ahora nos mira a los ojos y sonríe. El servicio empieza a llamarla la Gioconda.
Pues ese será su nombre.

Francesco, que lo preparen todo, vamos a pasar una temporada en Villa Oleandra, a orillas del Laglio Como.
¿Todo va bien?.
Estupendamente, Francesco, estupendamente.

Josefina Fernandez Fernandez, ABUELO

Siempre adoré a este teléfono, es la herencia más preciada que pude recibir. Cada vez que quiero volver a mi niñez marco mi número secreto.
...Cuando tenía cinco años me sentaba en el suelo junto a mis hermanos y primos alrededor de la chimenea de la sala, esperábamos con ansiedad que mi abuelo se acomodase en su sillón preferido, estaba desgastado por el tiempo, “en este sillón se sentaba mi padre a contarnos historias increíbles”, nos decía cada vez que se sentaba en el, con un punto de nostalgia y orgullo.
Este teléfono fue de dos hermanas, una era una mujer buena y compasiva con sus semejantes, como un hada y la otra era envidiosa y malvada como una bruja, nos decía cada vez que sonaba, casi siempre es portador de buenas noticias y cuando las noticias no son buenas es que la bruja lo estaba utilizando y nos empezaba a contar la historia de las dos hermanas explicándonos porque eran tan diferentes.
Siempre nos iba arropar dándonos un beso de buenas noches, no es solo privilegio de los padres nos decía, también es privilegio de este viejo.
.¿Abuelo como me podré poner en contacto contigo cuando ya no estés?, le preguntaba sin darme cuenta de la crueldad de la pregunta. Me gustaría que estuvieras siempre conmigo pero mama dice que no va a poder ser, ¿cómo me pongo en contacto?. No te preocupes Laura me decía, voy hacer una carta diciendo que el teléfono que está en sala sea para ti cuando yo ya no esté y me llamarás marcando este número, se acerca al oído y me dice un número, pero es un secreto entre tu y yo. Buenas noches abuelo, me da un dulce beso mientras me arropa. FIN

"INSOMNIO" Por Lara Hernández Abellán



A mi madre siempre le han gustado las antigüedades. A mi me espantan. No quisiera parecer radical, pero es así. Sé reconocer la belleza individual de cada uno de esos objetos que me rodeaban en casa, pero en conjunto me causan cierto agobio. Para que contar lo que se sufre cuando hay que volver a recolocar una estantería repleta de estas joyas que se han bajado para limpiarles el polvo…
A este teléfono sin embargo le tengo aprecio. No lo sabía, pero cuando me he topado con esta imagen me he dado cuenta de golpe y no entiendo muy bien la razón. Quizá me esté haciendo mayor y esto solo sea el principio de un cambio radical en mi sentido de la estética, pero lo cierto es que algún significado debe tener…
Hubo un tiempo en que necesité dormir abrazada de nuevo a ella, no tuvo nada que ver el miedo, que de eso también entiendo un rato. Simplemente necesité volver a ser su niña y que me protegiese. Quería que mi mundo, que andaba demasiado rápido, se parará para darme tiempo a recolocarme o al menos a entenderlo un poco mejor.

Este viejo teléfono se apoyaba sobre una de las mesillas de su dormitorio, justo en el lado del que yo dormía y durante esos meses en los que intenté saber quién narices era, dormí abrazada por ella con la luz de esa mesita encendida y observando esta reliquia que nos escuchaba en silencio. Mientras, nosotras dos, parloteábamos sin parar noche tras noche.
Reímos y lloramos a la par, y sin darnos cuenta  nos íbamos enredando en historias y confesiones que nos mantenian despiertas hasta que nos encontrábamos de golpe con el nuevo día ... Hubo alguna vez en la que nos reprimieron desde el cuarto de al lado. Por supuesto, no hicimos caso.
Tardé en lograrlo pero al final volví a mi habitación. Más serena y conociéndome un poco mejor. Sé que no lo hubiese conseguido sin aquellas noches de insomnio y ahora que lo pienso, no he sido capaz de reconocerlo abiertamente hasta este momento. Hasta que esta fotografía me ha devuelto a aquellos días no me he vuelto a sentir tan cerca de ella… Y tiene gracia que haya sido por un viejo teléfono.

lunes, 14 de marzo de 2011

Lucrecia Hoyos, LA ÚLTIMA VEZ

Lo encontré en la tienda de un anticuario en Portobello. Me enamoré de él enseguida. Era mi último día en Londres y todavía no había comprado algo especial para Antonio. Le pedí que me lo envolviera con mucho cuidado para que llegara entero a su destino. Quería que cada vez que sonara, él se acordara de mí y del motivo de mi viaje. Aquella noche hice que me subieran la cena a la habitación del hotel, tenía poco tiempo para los últimos preparativos. Cuando puse el paquete en mi enorme maleta, vi un pequeño sobre que no había advertido hasta ese momento. Dentro había una tarjeta del anticuario con su dirección, el teléfono de la tienda y un número de móvil subrayado en rojo. Recordé los ojos verdes de aquel hombre, su delicadeza…,Sentí un cosquilleo que embrujaba todo mi cuerpo y marqué el número sin pararme a pensar. Al cabo de media hora llamó a mi puerta. Sería la última vez, me prometí antes de abrir. Había roto definitivamente con George el día anterior y Antonio me esperaba en Madrid para anunciar nuestro compromiso, sería la última…

Irene Morjara, EN BUSCA DE LA LEONARDA

Por fin le encontré uso al teléfono antiguo que me regalaron por mi boda. Tenía más polvo del que podía haber bajo mi cama de matrimonio aún por estrenar, pero fue una sorpresa descubrir que aún funcionaba.
Recuerdo que cuando abrí el paquete aquel 16 de julio soñé con que fuera un teléfono rojo que me llevara por las noches a una voz masculina y sugerente que me hiciera olvidar la soledad de mi habitación. Nada parecido a tal fantasía. La foto de la Leonarda en el centro de los números, mirándome con ojos de vigías, me bajó la libido en cuestión de segundos. Ahora, al volverla a ver, me despertaba otro sentimiento, el de la añoranza. Tal vez la historia de amor con ella no era una idea tan descabellada. Tal vez el teléfono polvoriento e inútil iba a terminar convirtiéndose en el teléfono de la pasión; una pasión roja, de voz tosca y ronca, pero con un soniquete femenino que me haría volar desde el otro lado del auricular.

domingo, 13 de marzo de 2011

Foto de la segunda semana de marzo que ha inspirado todos estos relatos publicados.


# Josefina Fernandez Fernandez, SE DICE... LOCURA
# Alberto Marrone, UN LIBRO UN PUENTE
# Yolanda Nava Miguelez, "LUCRECIA"
# Lara Hernández Abellán, "8 DE MARZO"
# Wisquensin Oregón, EL REENCUENTRO
# Fernando M Lozano, POLVO Y TINTA.
# Lucrecia Hoyos, EL INFIERNO DE LOS OSADOS
# Eulalia Rubio, AL VOLVER LA VISTA ATRÁS

sábado, 12 de marzo de 2011

Josefina Fernandez Fernandez, Se dice... LOCURA

...
La observaba a través de la puerta, su mirada perdida le decía que estaba metida en su mundo, un mundo fácil de entender.
Su cuerpo aún joven, reflejaba el sufrimiento que podía aguantar un ser humano, victima del animal más despreciable y maligno que existía en la tierra.
Solo sonreía cuando la dejaban ir a la biblioteca, aunque fuese fría y distante como solía decir ella. Lo cierto es que era coherente a la hora de escoger un libro, demostraba ser una mujer muy inteligente. En sus momentos lucidos recordaba aquellos días con añoranza cuando iba a su librería, un lugar que hizo suyo, El olor a viejo la envolvía, solía decir que era como un lugar mágico, desprendiendo sabiduría por las cuatro paredes, un lugar que la podía transportar a cualquier lugar, allí soñaba con lo que pudo ser y no fue... Fin

Alberto Marrone UN LIBRO UN PUENTE

Antonio camina sin prisa, por la ciudad, en una linda mañana de otoño.
Como siempre se detiene en uno de esos bares que tienen las mesitas de hierro en la vereda, a disfrutar pausadamente un café y contemplar el desfile constante de la gente.
Compra revistas para estar al tanto de lo que le interesa y tomar relajado el inicio de la semana.
Ese día su mirada se detuvo en el frente de la librería que estaba a unos pasos de donde se hallaba. Termina su café, y se dirige hacia allá.
Entra a la librería y tiene la impresión de que el mundo esta allí. Recorre las mesas repletas de libros, y a medida que va leyendo los títulos, los va tocando, como acariciándolos, de repente lee “Platero y yo”, y siente que se abre un puente en el espacio y el tiempo. Su imaginación lo lleva a sus épocas de estudiante, sus primeras lecturas, El Lazarillo de Tormes, Las mil y una noches y tantos mas… se abre el cofre de su infancia y una sensación de placer lo inunda. El mismo placer que lo llevaba a pasarse horas encerrado en su cuarto leyendo, soñando, riendo, llorando y disfrutando un ejercicio que jamás abandonará. Casi ha olvidado lo que hizo ayer, pero recuerda claramente la lectura de su infancia, y piensa que esos momentos, los mas simples regalan la mayor felicidad…..

viernes, 11 de marzo de 2011

Yolanda Nava Miguelez "LUCRECIA"

Lucrecia, te mando el relato, me he tomado la licencia de dedicártelo, es mi forma de mostrar mi alegria por "conocerte" aunque sea de manera virtual. Besos.

Recorríamos el corazón del leonés BARRIO HÚMEDO. Cautivador. Sus calles conservaban su eterno empedrado que lucía aún más bello gracias al destello plateado que sobre el pintara la reciente llovizna; era nuestra reunión de antiguos alumnos después de muchos años, casi ninguno conservaba el más mínimos rastro de lo que fue.
Marina se había convertido en una cursi insoportable. Rosa era más barbie de lo que todos auguramos un día: detrás de su falda ajustada, su generoso escote y su abundante maquillaje, no había nada; Carlos había conseguido lo que un día parecía imposible: ser aún más pedante; todos exhibíamos móviles de última tecnología y a través de ellos resumíamos la década pasada maquillándola con vistosas fotos, perfectas sonrisas y audaces comentarios.
De pronto alguien preguntó por Lucrecia, ¿dónde se había metido?
Volvimos la vista atrás y allí estaba: pegada al cristal de una antigua librería, para ella más seductora que para Rosa una tienda de ropa; la expresión de su rostro nos llenó de silencio y cierta envidia, exhibía en sus ojos la misma emoción del pasado, ella si era la misma, su pasión por la literatura la había salvado.

jueves, 10 de marzo de 2011

Lara Hernández Abellán "8 DE MARZO"


Un lunes más de terapia en el que Soledad salió de aquella consulta con la sensación de que acababa de tirar cien euros a la basura. Pensó como siempre, que le había estado hablando a una pared durante sesenta minutos exactos y sí, se sintió mucho más triste que antes de entrar. Sabía que aquel hombre no la entendía, la escuchaba, pero con indiferencia y sólo porque era su trabajo. Para él lo que ella le contaba no eran más que las mismas quejas que oía a diario de su esposa: Falta de atención, aburrimiento, querer volver a sentirse útil, tener más responsabilidades ahora que los hijos se habían marchado de casa, ser querida de nuevo… ¡Tan sólo tonterías!
Sabía que él pensaba así desde la primera vez que se tumbó en aquel diván y le enfadaba no entender por qué seguía acudiendo semana tras semana. Quizá por pereza o por no tener que empezar a contar su vida de nuevo a otro desconocido o por tener a alguien con quien desahogarse…
Caminaba aturdida con una nueva receta en sus manos y se repetía al son de sus pasos: "No soy feliz pero quiero volver a serlo. Necesito volver a serlo".
Y mientras pensaba en lo triste de su existencia, en cómo su vida la había conducido hasta ahí sin haberse enterado y en si la solución estaba en tomarse o no lo que iba anotado en aquel papel, se paró frente el escaparate de su librería preferida para intentar tomar un poco de aliento. En su época de estudiante solía visitarla todas las semanas y la mayoría de sus tesoros literarios los guardaba desde entonces. Aquel sitio la relajaba más que ningún otro, su olor a naftalina, su silencio sepulcral, los sabios consejos de Laureano…
Advirtió más clientes que de costumbre en el interior y se fijó en un cartelito que anunciaba un homenaje a La Mujer Trabajadora. Pensó, en que ni siquiera había caido en que era 8 de marzo y se enfadó consigo misma por ello.
El cartel decía así:
“Clara Campoamor, vida de la mujer que nos consiguió el voto.”
Soledad abrió la puerta y se adentró en aquella vieja librería donde durante casi dos horas escuchó como le narraban la vida de una mujer que luchó por sus ideas contra una sociedad regida por leyes hechas por y para hombres.
Cuando terminó la lectura, compró aquel libro y se acercó hasta la mesa donde estaba firmando el autor. Al llegar su turno, cuando le pidieron un nombre a quien dedicar el ejemplar, soltó el papelito que aún arrugaba en su puño y contestó con seguridad:
 “A Soledad, una mujer libre que a partir de hoy va a volver a ser feliz”.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Fernando M Lozano POLVO Y TINTA.

Sería enero la primera vez que entró en la librería, lo hizo atraído por el olor a polvo y tinta que desprenden los libros antiguos. Tras dos horas recorriendo aquel laberinto de letras, se llevó un ejemplar de “la vieja sirena”.
Un día de abril, quiso comprarme “el libro más especial que tuviera”. Le dije, que tenía un libro, que cada vez que lo vendía, siempre regresaba a mis manos. Lo quiso al instante.
Tardó una semana en aparecer con mi libro bajo el brazo, estaba completamente enajenado, dijo algo a cerca de que en su interior albergaba el castigo de Prometeo, durante el día se dejaba leer y por la noche cambiaba la historia de sus páginas, rescribiéndose de nuevo. Necesitaba acabarlo.
En mayo lo terminó.
Tiempo después, su viuda me llamó usando la tarjeta que dejé entre las páginas del libro. En aquella ocasión, conseguí un buen lote y a muy buen precio.
El libro volvió a mis manos.

EL INFIERNO DE LOS OSADOS Lucrecia

Luz tenía un sueño escondido: ser escritora. Ver publicado un libro de hermosas tapas con su nombre y observarlo en el escaparate de una librería. La vida le fue pasando entre estudios, amores, trabajo, pañales y cacerolas. Un día se decidió, tenía unos ahorrillos y unas cuantas historias en el archivo de su ordenador. Ni corta ni perezosa se puso en contacto con una editorial por la red y se hizo con una edición de 75 libros. El paquete llegó como un regalo después de mails, galeradas, correcciones, elección de la portada, etc. Lo recibió llena de ilusión y pensó que sus amigos estarían encantados de poseer aquel librito por diez euros de nada que le harían reponerse del gasto extraordinario. Con honrosas excepciones, Luz solo recibió indiferencia y ausencia total del más mínimo aprecio. A los pocos intentos de divulgar su obra completa de 65 páginas, escondió todos los libros en una caja y la precintó. La guardo en el fondo de un armario. ¿Cuál sería el futuro de aquellos libros? –pensaba-. Seguramente, pasarían a su muerte a alguna librería de viejo con el resto de su copiosa biblioteca. Eso con suerte. Quizá en el mundo moderno su destino sería una incineradora donde arderían en las llamas del infierno de los osados que querían jugar a ser dioses.

lunes, 7 de marzo de 2011

AL VOLVER LA VISTA ATRÁS Eulalia

A menudo entro en la céntrica librería; cuando traspaso el umbral y se cierra la puerta me encuentro en una atmósfera de paz y silencio, quedándose afuera los claxones y voceríos de vendedores de los alrededores del mercado. Respiro hondo para deshacerme de los humos omnipresentes de coches y autobuses y me impregno del olor a papel y tinta. Mi vista recorre la infinidad de anaqueles repletos de libros con lomos multicolor; hoy me llama la atención el rótulo de Poesía Modernista. Ojeo a mi adorado Rubén Darío:
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa varleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana...
Después a Delmira Agustini, a Luís Cernuda, Manuel Machado.
Me decido por Salvador Rueda en una edición de bolsillo, y ya en la calle, abrazada al tesoro que encierra tan gratos momentos por venir, pienso en cuánto tiempo le queda de vida a este espacio de sosiego entre la crisis y el eBook.

miércoles, 2 de marzo de 2011



Fernando M Lozano
CUENTO DE NAVIDAD


El cielo, gris como siempre, la noche negra, bidones incendiados a lo largo de la calle calientan las manos enguantadas de los mendigos, con ese olor a diesel y humo negro de la goma recauchutada. Un ladrido de perro famélico, el romper de unos cristales, la sirena impertinente de una lechera acercándose.
Los charcos sucios del asfalto levantado reflejan su apatía. Vicente pasea como cada noche de regreso a su cartón, nada es nuevo hoy, nada ha cambiado.
De la esquina de la calle melancolía, sale un borracho cantando canciones incomprensibles en un tono etílico sostenido, Vicente a penas puede esquivarle.
"Comparte el güisqui cabrón".
"Me ha tocado la lotería" logra decir entre hipo e hipo,
"Anda ya, enséñame el billete".
Lo saca arrugado y manchado del bolsillo, 32365.
" Joder es cierto y no sólo un décimo, tres". Vicente echa cuentas mentales a gran velocidad, ya lo ha decidido.
"Pues, habrá que celebrarlo amigo".
"Eso llevo haciendo tooodo el día".
"Esta vez invito yo".
El puente de la M-30, no queda lejos, llegan hasta allí cantando las mismas canciones, abrazados. Vicente da el cambiazo a los billetes. En mitad del puente, se paran.
"¿Crees en santa Claus?".
"Ahora si".
Tardó tres segundos en caer a la autopista.
Un perro ladra alegre recien comido, sonido de cristales tintineando en un brindis, el cielo, azul como siempre, la noche clara, la sirena suena alejándose, los charcos cristalinos reflejan la sonrisa de Vicente.
"Gracias Santa".

Wisquensin Oregón
Mi cruel micro.....


Un perro aúlla en la Gran Vía, el sol se esconde tras unas nubes y los coches se detienen en los semáforos. Parece que el mundo ha detenido sus pasos un segundo para contemplar e ...l espectáculo.
Una lotera se desangra tumbada en la acera. Un hombre corpulento corre y se desploma en su huída hacia las calles estrechas tras robar unos boletos, le ha dado un infarto. Unas niñas ríen al ver caer el cuerpo sin vida de la lotera sobre sus décimos que salen volando por el aire desperdigándose por las calles. La gente no se detiene a mirar qué ha ocurrido, continua cansina por las aceras ignorando la desgracia ajena...
Una sirena aúlla en la Gran Vía, llega una ambulancia....

Lara Hernandez Abellan
NAVIDAD Y BRIGET JONES


Este año hace más frio que el pasado o quizás sea esta chaqueta de polipiel de Hm que no abriga un carajo. Claro que por 19’99 no sé qué esperaba. Tenía que haberme quedado en mi sofá con el Face, allí estaría en la gl oría y no aquí andando sin saber muy bien dónde voy y sin intención de comprar nada. Es que no aprendo, cada año digo lo mismo y siempre termino viniendo.
Las cosas cambian y aunque esto sea una tradición ya no pinto nada en esta plaza rodeada de familias con zambombas y panderetas o lo que es aún peor, de mil parejas felices de las que comen perdices y que sólo hacen recordarme que sólo soy una Briget Jones más sin una pareja que la agarre por la cintura. Y total este mercadillo son los mismos puestos de siempre y encima yo ni pongo el belén. Papá era el encargado de eso y desde que murió nadie ha vuelto a bajarlo del trastero. Nos da una pereza.
 Él sí que disfrutaba con esta noche, con la búsqueda de sus figuritas nuevas y con hacer la dichosa cola de después en Doña Manolita. Papá, sus tradiciones y sus corazonadas con el número que iba a caer. Pobre, creo que sólo le devolvieron el dinero seis veces en toda su vida. Lo suyo no era esa suerte, pero es agradable recordarlo ahora contando aquellas historietas de lo que pensaba hacer con tantísimo dinero.
En el fondo sé que si no viniese me sentiría rara, como si los traicionase, sobre todo a él. Llevo treinta y nueve años de mi vida haciéndolo, sin faltar ni uno. Bueno miento, me lo salte una vez, aquella en que lo utilice de excusa para irme a Cuatro Rosas con Germán. Fue la primera vez que salíamos a tomar algo los dos a solas. ¿Qué habrá sido de Germán? No lo he vuelto a ver desde que acabamos la universidad y mira que estuve loquita por él. Qué digo loca, estuve enamorada hasta las trancas y él de mí… ¿O no?… Sí, él también me quería. Eso se nota, una chica sabe esas cosas… ¡Qué guapo era y qué noche aquella de nuestra escapada! Fue memorable. No pisamos la Plaza Mayor ni hicimos esta cola eterna para comprar el décimo de rigor, pero a mí esa navidad me tocó el gordo. En aquella disco donde sonaban Hombres G me soltaron el mejor beso que me han dado en la vida. Diciembre del 87, han pasado veinticuatro años, ¡casi nada!
Buenas noches, ¿no le quedará ningún 87? Es que he tenido un pálpito y sabe usted, mi padre decía que la lotería le toca a los que tienen corazonadas…

Lucrecia Hoyos
El último premio

Ángel Iniesta se levantó de la cama con dificultad, casi no podía andar, avanzaba a duras penas sujetándose entre los muebles y las paredes que encontraba a su paso. La caída del día anterior había dejado maltrecho su precario cuerpo sostenido por unos huesos carcomidos por el tiempo. Llegó al salón y encendió el televisor, llevaba en el bolsillo de su bata un buen montón de décimos y papeletas de la lotería de Navidad. Se sentó en su magnífico sillón de terciopelo verde, reliquia de sus tiempos de esplendor. Diez años atrás había conseguido un buen pellizco, tres décimos del gordo, nada menos… Una descarga de adrenalina le sacudió con tanta intensidad que le cambió la vida, gastó y gastó sin control, se rodeó de amigos que lo agasajaban constantemente, celebró y volvió a celebrar una y mil veces. Ahora, viejo, cansado, solo y lleno de deudas, acababa de invertir más de la mitad de su pensión en aquel sorteo. Había soñado con ese número repetidas veces durante aquel año, no podía fallar, pero su corazón fatigado emitió el último latido antes de que el sorteo llegara a su fin…

Yolanda Nava Miguelez
REGALO

Frente al soportal que cobija nuestras soledades y silencios, hay un puesto de lotería; la anciana que lo custodia vende sueños por 20 €, demasiado caros para quienes tan sólo poseemos la piel que nos viste y poco más.
Hoy he tenido suerte, la cercanía de la Navidad y mi recién conquistado hueco a la puerta de la catedral, han llenado mi lata con una cifra importante: 21,33 €, me da para comprar un sueño y aún me sobra…, aunque el sonido de mi estómago reclama urgentemente algo caliente; miro a una de mis nuevas compañeras que dormita en el suelo, entre cartones; llegó hace dos días, siempre está callada y sola, le gusta bailar, lo sé porque la otra noche vi cómo sacaba de una bolsa un viejo tul con el que rodeó su cintura, tarareó una cancioncilla y agitó sus brazos en un baile que finalizó entre lágrimas. Me hubiera gustado saborear la sal de su dolor y borrarlo, no sé de donde brota, pero no es justo que su juventud arrastre tantas sombras.
Sus ojos poseen un insondable abismo de abandono y desolación que me conmueve.
Cruzo la calle, le entrego el dinero a la lotera ignorando las protestas de mi estómago vacio y, con el boleto en la mano me acerco a la muchacha, responde al suave roce de mi mano sobre su hombro con una mirada hostil, quién sabe de que meditaciones o sueños la habré sacado.
Coloco el décimo en su mano, en silencio, ese es nuestro lenguaje; interiormente deseo que mi regalo llene de luces sus profundos ojos.

martes, 1 de marzo de 2011



Fernando M Lozano
APRENDI


- La madre Reme hoy nos ha dicho que los chicos sólo quieren una cosa de nosotras y que no se la debemos dar. ¿Qué es esa cosa Mamá?.
- No lo se hija, pero tu haz caso a todo lo que te diga la madre Remedios y las demás monjitas del c ...olegio.
Y así lo hice, el tiempo ha pasado y la vida ha sido muy buena conmigo gracias a los sabios consejos de las monjas que me educaron en mis primeros años, mujeres abnegadas, rosas de los vientos de nuestra educación, mujeres con grandes experiencias que lo sabían todo sobre la vida.
Gracias a ellas aprendí que tengo que rezar cada vez que dude y silenciar todo lo que pueda dañar a los demás, aprendí que mis padres nunca se equivocan y me hacen daño porque me quieren, supe que dios sigue mis pasos y llora cuando miento, mejor es no decir que mentir. Gracias a ellas no me dejé tentar por la serpiente en forma de chico guapo, mientras algunas chicas de mi barrio se perdían en el pecado, yo florecía pura en espera del amor verdadero. Aprendí a silenciar mis deseos, a conformarme con lo que me sea dado, a anteponer lo tuyo a lo mío, a no luchar, a no levantar la voz, a no responder si no estoy de acuerdo, a mirar hacia otro lado, a poner la otra mejilla.
Dios no me ha querido dar un hombre al que querer, para mi reserva otros planes y me alegro, porque los hombres son egoístas, son esclavos de sus instintos y se ciegan, por unos minutos de placer, son capaces de perderlo todo.
Tengo cincuenta años y mi cabello sigue luciendo su color de siempre. Cuido de mi madre, a padre se lo llevó el buen dios ya hace tiempo. De cría nunca imaginé que mi vida iba a ser tan perfecta, aunque debo reconocer que mis momentos más felices los pasé en la escuela solo para niñas de mi infancia, tengo muchos recuerdos de aquella época, pero hay uno que se repite cada día: Aurelio, el hijo del panadero, una tarde se coló en el colegio, yo estaba en el patio, sola, se acercó hasta mi con una amapola entre sus manos y con su dulce sonrisa me dijo: “eres tan guapa que esta flor parece de mentira a tu lado”. La flor, la guardo entre las páginas de un libro, el recuerdo, cada noche le pido a dios que lo borre de mi cabeza para siempre.

Fina Fernández Fernández
AÑORANZA


Nos saludamos entre besos y abrazos. Cada una de nosotras habíamos tomado caminos muy diferentes. Había pasado tanto tiempo sin vernos, que empezamos a regocijarnos con los recuerdos en el tiempo. Entre risas y brom ...as hablamos de cómo nos conocimos. LAS TRES MOSQUETERAS nos llamaban en el colegio de niñas.
Unas niñas de segundo curso estaban pegando a María, la tenían arrinconada en una zona donde no la podían ver las profesoras, cerca se encontraba Elena, nos miramos y como si leyéramos nuestros pensamientos, nos dejamos llevar por la adrenalina y fuimos a defender a María, lo cierto es que recibimos más que dábamos, claro esta que la diferencia de edad se notaba, éramos unas niñas de parvulario. Nos hicimos amigas inseparables y como LAS TRES MOSQUETERAS defendíamos todas aquellas causas que considerábamos injustas. Después de una larga charla recordando nuestras aventuras, decidimos acercarnos al colegio de nuestra niñez. Nos sorprendió el estado en que estaba, medio cayendo, aunque todavía tenia el cartelito que decía ESCUELA DE NIÑAS.

Lara Hernandez Abellan
CUANDO TODO ERA MENTIRA

Cada mañana la despertaban obligada para ir un colegio en el que nunca sintió que tenía su sitio. Carmen odiaba aquel uniforme de falda a tablas y zapatitos de botón brillantes.
“Escuela de Niñas”, decía el cartel.
“Sólo para niñas”, pensaba ella a diario.
Maldijo ese cartel cada día de cada uno de los años que pasó entre esas viejas paredes. Eso sí, lo maldijo en silencio porque no podía hacer otra cosa. Durante una eternidad ese silencio fue su mejor aliado.
En aquellos años grises odió todo lo que la rodeaba que sentía como impuesto, empezando por su propio nombre. Y tan sólo habló con ella, con la única entre treinta y ocho niñas vestidas iguales, que nunca la llamo así. La que fue su compañera de pupitre y su única amiga.
Marga le puso “Boliche” porque Carmen se pasaba el recreo jugando a las canicas. Siempre la llamaba Boliche y siempre sonreía al decirlo.
De aquella época Carlos sólo recuerda con cariño dos cosas, aquel apodo y a ella. Marga, su primer amor.

Wisquensin Oregón
ESCUELA DE NIÑAS

Oigo unas voces y me acerco. Huele raro, como a polvo envejecido de mil años. Sigo acercándome con tiento, las voces suenas apagadas, se oyen algunos lamentos. ¿Quiénes sois?, pregunto. Y las voces me contestan: ¡Ven, ven, ac ...ércate a la oscuridad! Retrocedo con espanto. ¿Qué ocurre allí adentro? Yo sólo curioseaba en aquel edificio abandonado.
Las voces me llaman ahora en sueños, y yo qiuiero regresar a aquella derruida escuela de niñas...

LUCRECIA HOYOS
LA NUEVA


Ana Rosa llegó a mitad de curso al colegio, tenía unos ojos claros y limpios y una melena espesa muy rizada recogida en una cola de caballo. Venía de Madrid, decían, y decían también que en su casa tenía un televisor. Yo nunca había visto ninguno. Al poco de llegar nos invitó a su cumpleaños. Nos dieron de merienda canapés de queso con piña y de caviar con cebolla picada y bebimos, por primera vez, coca colas. Sopló quince velitas de una enorme tarta de merengue. Vimos una película de Guillermo Tell, todas en silencio alrededor del extraordinario aparato. Era una niña muy dulce, sus piernas estaban sujetas por unos grandes hierros que la ayudaban a caminar…

MAESTRA
de Yolanda Nava Miguelez


Era fuerte y vigorosa: un vendaval; llegaba a clase muy erguida, caminando con paso firme y la cabeza bien alta.

Ella es la responsable de una parte de lo que ahora soy, de esa que se forjó en los albores de mi adolescencia, de ella me empapaba, no sólo de sus conocimientos ni de su forma didáctica de transmitirlos, eso fue una parte, el TODO, estaba en ella: en su forma de hablarnos, en sus modales, en sus principios, en su visión de futuro y en su fuerza.

Era mi maestra. Maestra de niñas, en una escuela de niñas. Decía que un día lograría arrancar ese mensaje absurdo e irritante de la pared, de todas las paredes, decía que teníamos que ayudarla, que no podía hacerlo sola.

He olvidado su nombre, más bien, lo he sepultado, no es necesario, no es relevante, ella no era sólo ella, era todas las mujeres que forjaron nuestro futuro, que nos dieron una bandera y un motivo para cambiar las cosas, por eso prefiero encerrarla en esa bella palabra, librarla de un nombre baladí.

Ha pasado el tiempo: el pueblo ha cambiado.

El letrero aún cuelga de la pared: olvidado; resquicio de un pasado que aún late en la memoria de las mujeres que lo vivimos; sonrío al recordarlo, envío mi gratitud a aquella que contribuyó a que ese letrero ya no anuncie nada.

Marisi Garcia Rivas
MARA.-

Creo que a mi Escuela, se le debió, de caer el rótulo de Escuela de Niñas, porque allí, íbamos, tanto niños, como niñas, eso sí, en clases separadas.
Mi nombre es Mara. Nunca entendí, porqué, al llegar a clases, me tenía que separar de ... mi hermano. Teniamos una familia grande y él, era mi preferido.
Por una época, sí coincidí, en la misma clase, que mi hermana, ella era un poco mayor, pero una enfermedad, la apartó, durante un tiempo de esa obligación.
Creo qué ese fué el mejor curso escolar que recuerdo. Nos sentábamos juntas y con nuestras cómplices miradas, fabricábamos cualquier magía, que nos hiciera volar, a través
de los grandes ventanales de la clase. Rondábamos los 12 años y aún en mí, no había despertado, ningún signo, que indicara que algún día, sería mujer. Me encantaba vestir como los niños, y en el recreo, donde sí se nos permítia, acercarnos a ellos, jugaba al futbol, a los boliches, al trompo, a subir por cualquier pendiente, encaramarme a un árbol. Disfrutaba, cuando al terminar la jornada, iba a casa, desaliñada, despeinada y siempre como no, con alguna herida o un simple moratón. Mi madre, que tenia tantos hijos, nunca se llevó bien, con mi facilidad, para ensuciarme. Me retorcía el pelo cada mañana, hasta dejarme unas lindas trenzas,pero era salir de casa, y ya de camino a la escuela, jugando a carreras, al te pillo,
disfrutando de libertad, me olvidaba por completo, del castigo y de la zapatilla que mamá, sacudía en mi posadera, por ser una niña sucia. Nunca me importó, era mi madre, y lo hacian todas. Lo qué sí, me importaba, era el poder que tenían los profesores. A veces, nos preguntaba la maestra en clase: ¿ De qué traeis el bocadillo hoy? Y si alguno era de su agrado, le quitaba un buen trozo, a la víctima de aquél día. Mi hermana y yo, contestábamos, que el nuestro era de mantequilla, así, que jamás, lo compartimos con ella. Era una mentira piadosa, en ese tiempo, en el que todo lo que haciamos, era pecado. Nos criaron, aunque ellos le llamaran educación, en un mundo de culpas, castigos y complejos. Allí, en esa escuela de moral, los maestros impartían sus clases y no nos permitian cuestionar, su proceder. A veces volaban los guantazos, sobre todo a los niños. Recuerdo un dia, qué la maestra, le pidió a mi hermana, que leyera algo, y ella, se equivocó, la maestra le levantó la mano, pero no llegó a su propósito, veloz y sin vacilar, mi mano, atrapó la suya, durante un tiempo, me miró con ojos inyectados,mirada, que yo aguanté, como si en esos momentos, fuese muy superior a ella, se podía cortar el silencio de la clase. Se retiró a su mesa, y por lo menos a nosotras, no volvió a molestarnos. Así era entonces la escuela, los abusos de poder continuos, contando de antemano, con nuestra plena sumisión. En mí se generó una impotencia y una fobia, que aún hoy en dia, no tolero. Ahora, sigo con esa impotencia, ya que este abuso de poder es mucho mas grande, al ser mi entendimiento mayor. Y aún así, para mí ir a clases, era una cosa maravillosa. Siempre estaba hambrienta de saber. Me comía los libros, y aprobé lo que se llamaba, el graduado escolar, con matrícula de honor. Pese a todo, siempre fui feliz, en ese recinto, pasé mis mejores años infantiles, entonces solo veia, lo que podíamos ver las niñas de aqueños años en estas.....Escuelas de Niñas.