sábado, 12 de febrero de 2011




María José Martínez Millán
Examen de conciencia

Ya nací regalando insoportables dolores de parto a mi madre aquella fría madrugada de abril. Mi infancia transcurrió en un pueblo pequeño. Era tranquilo hasta que lo habité. Yo era de esos chicos que lanzaban piedra ...s a los cristales del colegio y las farolas del pueblo y que destrozaban las plantas de las vecinas a balonazos, simplemente porque me apetecía. Mis padres, avergonzados por mi comportamiento, se trasladaron a la capital. Allí inicié mi adolescencia batiendo el récord de mis amigos con mi primer cigarrillo a los 12 años. Un día, mi padre me pilló fumando y me marcó la mano en la cara, la única vez que me pegó. Fui también precoz en la faceta sexual, cuando con seis años, de la mano de mi madre, nos dirigíamos a comprar al Mercado Central pasando por el barrio chino. Desde un portal, una niña poco mayor que yo, me dijo levantándose la falda: ¿nene te gustaría tocarme aquí? Era la hija de alguna fulana. Mi madre salió corriendo escandalizada dándome tirones, mientras me volvía a mirar lo que aquel angelito me ofrecía. De aquella visión, mi posterior afición a las revistas porno que guardaba bajo el colchón creyendo que mi madre, al hacerme la cama, no las encontraría. Mi madre me protegió toda clase de barrabasadas, ¿que otra alternativa le dejaba?. Le llegaba a amenazar cuando le pedía dinero para gastar en el bingo, en alcohol o en mujeres y no me lo daba. “No volveré a hablarte en mi vida” era la frase mágica que conseguía que ella me diera todo lo que yo quería. No he sido un buen hijo.
A partir de aquel instante, comencé a tener relaciones con multitud de mujeres, hasta que encontré a la más inocente y la embauqué con mis grandes ojos verdes y mis artes amorosas, era Adela. Nos casamos y empecé a mostrar mi verdadero interior apenas a las dos semanas, la primera la empleamos en el viaje de novios y creo que fue el único momento de nuestra historia en la que ella fue feliz. A partir de ahí, todo cambió y volví a mis rutinas. Salía de trabajar y me iba a jugar al bingo o con algún compañero de trabajo a clubs de alterne, me sentía importante rodeado de chicas que se asombraban de que con solo hacerme una caricia en la rodilla, producía un gran efecto en mi entrepierna. Con el juego me pasaba algo parecido, me subía la adrenalina cuando ganaba premios que nunca me llevaba, siempre volvía a jugármelos y al final me iba a casa sin un duro. Nunca me sacié de vicio, siempre quería más. No he sido buen marido.
A los 9 meses de la boda, mi mujer tuvo su primer hijo, yo no. Mientras todos los padres pasan el momento del parto fumando nerviosos pasillo arriba, pasillo abajo, preguntando incesantemente si todo va bien, aquella noche del 21 de diciembre del 1983, yo estaba en casa de unos amigachos viendo el partido España – Malta, el del famoso resultado de 13-1, memorable para mí pero que Adela jamás olvidará. Se puso con 39 de fiebre, necesitó una cesárea tras un cólico de riñón, esa noche pude perder a mi mujer y a mi primogénito, y yo no estuve allí, pero yo lo recordaré como la noche que más disfruté del fútbol. Antes de atreverse a dar el paso de la separación y en un descanso del método anticonceptivo, así sin avisar, sin pedir permiso, llegó Mar y definitivamente, Adela tomó la decisión de sacar a sus hijos adelante sin que nadie más interviniera, sobre todo yo. Ni siquiera en las funciones mínimas que un padre debe apoyar a sus hijos, he estado ahí. Incumplía los términos del convenio de separación, por molestar a mi exmujer. Los días que mis hijos quedaban a mi cargo por ley, los tenía metidos en casa mientras yo me saciaba de cerveza viendo fútbol en la tele, escuchando fútbol en la radio y leyendo el fútbol en el Marca. Nada de llevarlos al cine, a la piscina, a la playa, al monte, al Mc Donald’s, nada. Tampoco pago la pensión alimenticia para Mar, aun sabiendo que conforme crece, tiene muchas más necesidades que cubrir, muchos más gastos. No, no he sido un buen padre.
Sergio, aquel hijo que me importó menos que un partido de la selección española, a la edad de 23 años se convirtió en padre y no necesita de mí, es totalmente independiente, vive con su pareja y su niña de 2 añitos. No los visito ni los llamo mucho, sigo siendo un ser egoísta y libertino. No soy un buen abuelo.
Arruinado, cano, viejo y cansado, vuelvo al pueblo que me vio nacer. Solo, sin ningún atisbo de satisfacción, sentado sobre una piedra frente al río, hago examen de conciencia sobre mi vida y llego a una conclusión: No he sido una buena persona.

Lucrecia Hoyos
Un hombre es todos los hombres...


Omar, sentado en algún lugar costero del Cuerno de África, observa cansado, a sus solo 40 años, el mar rojo que tiñe sus pupilas del mismo color. Arrastra a su espalda miles de años de viajes, caravanas audaces cargadas de pieles hacia Egipto, India y China a cambio de la adquisición de los preciados perfumes y las codiciadas especias. No, no era él, fueron otros, tampoco las gaviotas son las mismas aunque lo parecen.
Omar ha sufrido la guerra, la ocupación, los desastres y ha cantado los himnos de paz en los días propicios.
Ha vivido en Yibuti y en las regiones de Arta, Ali Sabieh, Dikhil, Tadjoura y Obock. No hay un palmo de su tierra que sus pies no hayan hollado.
Cuando las fuerzas empezaron a abandonarle se dedicó al pastoreo, andando de un lugar a otro a través de los desérticos parajes donde el termómetro no baja de los 30 grados y la ausencia de agua potable convierten a las gentes en presas fáciles de todo tipo de enfermedades.
También hubo en su vida lugar para el amor y los hijos, el número de los cuales ignora en su eterno errar de un lugar a otro, pero nunca ha podido olvidar los ojos negros de Amina, su piel de seda y su cabello de azabache que rememora como una cercana presencia cuando llega su hora…


Wisquensin Oregón
LLUVIA


Invocando a los dioses de la tierra, llorándole a las nubes y a las estrellas, continuaba sin conseguir su propósito. ¡Vaya chamán!, pensaba contemplando el lago que se secaba. Se sentía herido en su orgullo y lloraba lágrimas de barro. Ni una triste gota había caído durante aquel penoso y eterno año. ¡Nada! Y el pueblo no hablaba pero él sentía su ira escondida bajo sus miradas silenciosas. Pronto el Consejo tomaría una decisión. El destierro sería lo más benévolo tras tantos años contribuyendo a la riqueza de su tierra....
Continuó contemplando el lago casi seco donde ya no quedaba apenas vida. Parecía que en esa lodosa y maloliente agua quedaba reflejado el futuro de su pueblo...."


Lara Hernandez Abellan
Ahmed


No me está permitido decir algo así en voz alta, ni tan siquiera pensarlo, pero estoy cansado de prohibiciones, estoy cansado de esta vida que me ha tocado y que no he pedido. Estoy cansado de una vida que ya no deseo y que no quiero vivir obligado. Y no sólo quiero decirlo en voz alta, quiero gritarlo muy fuerte aquí, frente a este mar y esta tierra que no es la mía. Quiero que me oigan las nubes y que te devuelvan por siempre el eco de este grito.
¡¡¡Estoy cansado de vivir y de creer en ti!!!
Y ahora sí, castígame, hazlo ya y envíame a ese fuego eterno o dónde quieras. Ya no puedo más y acepto lo que sea. Cualquier otro mundo será mejor que este en el que me encuentro ahora.
Me llamo Ahmed y tengo 43 años, pero sé que aparento treinta más. El trabajo de sol a sol ha castigado a mi cuerpo tanto por fuera como por dentro. Aunque lo de aquí, lo que tengo debajo de esta piel arrugada como ninguna, sólo lo sé yo y ahora también tú porque te lo estoy contando, porque me he cansado de aceptar lo que me mandas y de callar como todos. Por primera vez me vas a escuchar tú a mí, querido Dios.
Nací en Arta, una pequeña región de Djibouti. La primera suerte de la vida de un hombre reside en el lugar en el que nace. Yo no he tenido suerte nunca.
De niño, antes de que dejásemos de ser un protectorado francés, en el colegio nos hablaban de cambios, de oportunidades, de futuro, de que todos somos iguales, de no renunciar a los sueños, de otras culturas, de amor y de ti. Sobre todo nos hablaban de ti. De tu protección y de tu bondad infinita. De niño sólo aprendí mentiras. Las mentiras en francés suenan bien y fui tan iluso o lo necesitaba tanto, que me las creí absolutamente todas.
Me esforcé a diario por saber más y más. Por aprender y escuchar cualquier cosa que me explicaban. Nunca tenía suficiente. Leí y traduje todo lo que cayó en mis manos durante años. Trabajé mucho y seguí estudiando de noche, hasta cuando me tomaban por loco, yo nunca dejé de estudiar, ni de soñar con escapar de allí y con aquel futuro perfecto que me habían prometido. Y todo eso para esto, para llegar hasta aquí, a un país en el que me llaman negro cuando deciden hablarme y donde me pagan diez euros y un bocadillo por trabajar todo un día en el campo. Hasta aquí me han llevado todos aquellos sueños malditos. ¡Malditos ellos y maldito tú por dejarme seguir creyendo en ellos!
Nunca tienes suficiente. No te bastó con arrebatarme mi hijo en ese viaje eterno que nos acercaba a uno de esos sueños. No tuviste bastante con dejarme verlo agonizar dentro de aquella barca por la falta de agua. No. Querías mostrarme más dolor, que supiera que se te puede partir aún más el alma. Eso querías y ya lo tienes. Aquí estoy. Vacio, sólo y sin alma.
Desde esta mañana Mouna también está contigo, ella no ha podido esperar mi regreso. Perder a su único hijo fue demasiado para ella. Podía soportar el hambre, el frio y cualquier otra orden tuya, pero no pudo con esto. Me han explicado que dejó de comer y de hablar desde que le dieron la noticia. No hemos podido llorarlo juntos, ni siquiera eso nos has dejado hacer... Tú y tu infinita bondad de nuevo.

Hasta aquí mis sueños. Te regalo mi último chapuzon y esta vida."

Maria Gertrudis Torres Mazón
Ay, Haití.


Silencio, polvo que nace y que muere
Sigilosamente la noche lo envuelve
Y se engaña en un paisaje nublado
Mezclándose entre el aire y el éter.

El mar se queda tranquilo, duerme…

Caminan sin rumbo alguno
Más el rumbo ya no importa,
Y el eco se hace ruido, y el ruido estupor
Ante llantos que rezuman dentro de un corazón.

De dolor, desesperanza, miedo, pánico y terror
Por no entender que la tierra se enfrentara con desgarro
Temblando, sembrando el sufrimiento, la muerte
la desolación.

Silencio, siguen caminando, ya ni la noche aguanta
El llanto desolador, espera, espera quieta y callada
A que de nuevo vuelva el sol, quizás traiga el la luz,
Quizás solo sea un sueño, un sueño sin resplandor.

El mar se queda tranquilo, duerme…

La luna se quedó quieta, como si no quisiera mirar,
El sol nació con fuerza, lleno ira y de rabia,
Ojos negros como el carbón, humedecidos por la sal
De mil lágrimas derramadas,
Aguardan algún mañana.

Una calma, que se disfraza de muerte, de más muerte
Siempre en el mismo sitio, siempre en la miseria,
Porque más muerte traen los pobres, más hambre,
Más sed, más polvo, cae la noche y...

Entre los escombros, de escombros construidos,
Los muertos yacen inertes, los vivos en quieta agonía
Suspiran por un suspiro, que de ese hilo tan fino
Entre la vida y la muerte todo se olvida y…
El mar se queda tranquilo, duerme…

Fernando M Lozano
LO QUE ES LA VIDA


Los Issa somos orgullosos y parar a descansar en una cuneta, no es digno de nuestra raza, pero soy mayor, estoy cansado y este es el mejor lugar que conozco, para ver el avance de las obras del nuevo aeropuerto de Yibuti.
Lo ... que no sabía Ngonga, es que por este acto insignificante, iba a ser fotografiado desde un coche, archivado en una carpeta, seleccionado entre muchos y colgado en un taller literario para desencadenar miles de palabras, cientos de pensamientos y un puñado de historias dirigidas a desenmarañar su vida, a inventarla, desde un país tan lejano para él, en tantos sentidos, que señalarlo en el mapa a la primera, desafiaría a los dioses de la estadística.

Fina Fernández Fernández
TU Y YO ESTAMOS EN PAZ

Vengo a ti. Y vendré el resto de mi vida. Tu y yo estamos en paz. Te doy las gracias por el hambre que me quitaste a mí y a los míos. Cada vez que vengo, afloran los recuerdos de los compañeros recogiendo todos a una, las redes cargadas de todo tipo de peces. Desde aquel día te volviste mansa conmigo, creíste deberme algo...,no se porque, te llevaste a muchos y los sigues llevando. Aquel día envestías hacia los pescadores tu furia, no querías hacernos daño, solo asustarnos para que recogiéramos solo lo justo y necesario. Viste mi cara llena de terror cuando te llevaste a mi padre por la borda. Era solo un niño, mi primer viaje de pescador junto a mi padre. Me lo devolviste sin vida, sabias que éramos vulnerables ante tus garras. Años más tarde se repite la historia, otro barco otros pescadores, esta vez era yo quien con tu furia te me llevabas por la borda, pero me reconociste y como una madre mece a su hijo, me acurrucaste en tus brazos sin hacerme daño, rugiste con fuerza y calmaste tu furia, desde entonces fuiste generoso conmigo. Creíste deberme algo..., y no sé el porque, pero comprendí que querías estar en paz conmigo, por eso vengo a verte todos los días y vendré a verte el resto de mi vida. Tu y yo estamos en paz."

lunes, 7 de febrero de 2011


Maria Gertrudis Torres Mazón


Aún hoy, después de tantos años, sigo teniendo en mis labios el sabor de la caña de azúcar, en mi piel el dorado sol de una tarde de verano y en mi sangre la sal de mi pueblo, el que me acogió al nacer, el que me enseñó a crecer entre sus p ...layas y sus calas, el que me hizo soñar con el amor al son de dulces habaneras. El azul inmaculado de su mar, sus calas que reflejan el dorado sol de primavera, la espuma blanca de las olas al chocar contra los embarcaderos, el rugir de los impetuosos mástiles de un velero anclado en puerto, el sabor extraño que me lleva a mi niñez cuando partía con una piedra los erizos de mar que anidaban en tus calas y los tragaba con ingenuidad, el escozor que sentía en mis ojos cada vez que me sumergía en tus entrañas, para verte, para impregnarme de tu naturaleza secreta ante mis ojos de niña, como te recuerdo pueblo mío.

Fernando M Lozano
LOS DE ABAJO Y LOS DE ARRIBA.


Curro quería ser buzo. Desde muy cachorro, no le asustaba el mar. Fidel daba largos paseos por la orilla de la playa con su mejor amigo de otra raza, de cuatro patas, de rabo juguetón, de pelo suave, de incondic ...ional amor.
Curro, aprendió a tirarse objetos a si mismo, su energía agotaba las ganas de juego de cualquier humano y Fidel no siempre estaba. Un día, descubrió que arrojar piedras al mar, era más divertido, incluía la inevitable carrera, el glorioso chapuzón y la emocionante búsqueda bajo el agua. El fondo del mar era su rincón preferido, a base de bocanadas de sal, descubrió que allí dentro no debía respirar, a base de pinchazos en el hocico, supo que los erizos no eran pelotas de tenis de color negro.
Fidel se aficionó al buceo gracias a Curro y fuera verano o invierno, sin faltar un solo día, cada mañana, con sus gafas, su tubo, sus aletas, su perro y su ilusión, bajaba al silencioso fondo del mar, para recuperar la cordura que el ruido de la superficie le había robado.
Los de arriba pensaban que estaban locos.
Los de abajo, simplemente, les esperaban.
Cada vez pasaban más tiempo bajo el agua, sus ojos se habían adaptado al medio, sus cuerpos vencían la resistencia como piel de delfín, sus pulmones habían aprendido a separar las dos moléculas de hidrógeno y respirar la molécula de oxígeno sin ningún esfuerzo.
Y ocurrió lo inevitable. Ni Curro, ni Fidel, hicieron las maletas, no les hizo falta, abajo se podía vivir sin las cosas de arriba, arriba, no podían sobrevivir sin lo que había allí abajo. El proceso fue sencillo, el cambio, natural.
Desapareció el ruido para siempre, las voces ya no sonaban dentro de la cabeza de Fidel, Curro, podía mover el rabo sin romper nada y tenía millones de nuevos amigos con los que jugar a perseguirse.
Los de arriba siguieron viviendo sus vidas forzadas, con la mirada perdida en el mar, sin entender nada.

Lara Hernández Abellán
"NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS



Álvaro y Alma son pareja desde niños, una de esas parejas a las que los demás les tienen envidia porque pasean de las mano, se hacen arrumacos y se siguen diciendo piropos aún después de cincuenta años de vivir el día a día juntos.
Tan sólo había una cosa en la que no se ponían de acuerdo. Alma adoraba los animales y siempre quiso tener un perro en casa. Álvaro tenía claro que nunca compartiría techo con un bicho de cuatro patas que pudiese restarle los mimos de su amada. ¡Nunca jamás!
Hace un par de años Alma enfermó, así sin más, sin síntomas que lo predijesen, sin un pequeño aviso. Fue a una revisión rutinaria y se quedó ingresada en una habitación de paredes verdes. Su vida cambió de golpe, las vidas de los dos lo hicieron. El tratamiento fue largo pero lo pasaron juntos, como todo lo demás que habían vivido hasta el momento, sin quejas e intentando que el cansancio no fuese advertido por el otro y sin dejar de besarse ni decirse piropos ni un sólo día de los que pasaron rodeados de aquel color empalagoso.
Llegó la hora en el que se decidió que no había mejor manera de la que despedirse de esta vida que en el lugar donde habían compartido sus sueños. Ambos estuvieron de acuerdo y regresaron a casa a vivir su última despedida y como de casualidad también su último 14 de febrero, su día por excelencia.
Lo solían planear de año en año, pero casi siempre hacían lo mismo, cogían su pequeño barquito y comían fondeados en una cala arropados por las tranquilas aguas del Mar Menor. Esta vez y después de brindar por ellos, por su amor y de darse las gracias mutuamente por tanto, Álvaro bajó a su camarote y subió una caja con un gran lazo rojo, ella sonrió y le dijo que esta vez no habría hecho falta comprarle nada, que tenía todo lo que necesitaba en aquella cubierta, pero cuando la abrió su cara se iluminó. El cachorrillo mas lindo que recordaba le sonreía desde el interior y no pudo evitar apretujarlo con todas sus fuerzas. La llamó Triana y durante esos últimos meses les alegró con sus ladridos y juegos cada una de las horas que se les pasaban volando.

En verano Álvaro volvió a aquella cala con Triana y después de brindar al aire y llorar durante horas, arrojó las cenizas de Alma al agua, al lugar que ella había elegido para descansar por siempre. Y justo en ese momento la mascota se lanzó al agua y empezó a bucear como loca, como si lo hiciese jugando con su dueña, como si Alma le silbase desde lo mas hondo. Álvaro no se lo pensó, se desvistió y en un segundo también jugaba con ellas a bucear y nadar entre agua, arena y cenizas.
Y tras pasar un día estupendo los dos volvieron a casa, a aquella casa en la que “nunca jamás entraría un bicho de cuatro patas”."

Wisquensin Oregón
DOMINGO DE RESURECCIÓN

Huyó con el rabo entre las piernas, sin echar la vista atrás. No iba a echar de menos su casa, ni su comida, ni a su ama. Tras meses de soledad, aguantando golpes, gritos y quemaduras de cigarro en su lomo, había decid ...ido huir. Renqueaba de una pata, ropa y mal curada, pero consiguió llegar hasta el acantilado y saltar. Ya sólo le quedaban unos metros y sería libre....
Mientras, su otro yo, su cuerpo yacía mustio y marchito en el corral de aquella casa, una paliza demasiado fuerte había acabado con su vida.
Ahora le esperaba la libertad, el paraíso, el edén de los perros, allá al fondo, sólo cruzando el mar...

Lucrecia Hoyos
LAS VACACIONES DE WILLY


-Lo siento, Willy, me voy de vacaciones, no puedes venir conmigo, te quedas con tu abuelo que te va a cuidar muy bien –le dijo José Luis a su fiel dobermann que lo miraba fijamente a los ojos con cara de resignación-. Adios, papá, te llamaré todos los días para ver cómo está.
-Descuida, hijo, que estará como un rey, lo llevaré a pasear dos veces al día, se convertirá en el perro más popular del barrio. ¡Con lo guapo que es!
José Luis abrazó a su padre y le dirigió la última mirada a Willy que ponía tal cara de circunstancias y de entenderlo todo que le partía el corazón. Hacía solo tres meses que lo había recuperado después de una ausencia de cinco años. Un buen día, Willy había desaparecido por arte de magia del pequeño chalet en el que vivían. José Luis puso carteles por todo el barrio, ofreció recompensas, preguntó…Nada, no había ni rastro de su cachorrito. Lo echó mucho de menos hasta que poco a poco se fue olvidando de él.
Una noche de mayo de luna llena y cielo estrellado, José Luis celebró una fiesta en su jardín. Unos cuantos amigos disfrutaban de la música, de alguna copa de más y de la euforia del encuentro. A las tres de la madrugada seguían los más íntimos haciéndose confidencias cuando oyeron unos golpes en la puerta del chalet. José Luis acudió de inmediato y cuál fue su sorpresa cuando vio a Willy abalanzándose sobre él como un viejo amigo que vuelve de un largo viaje. Se quedó de piedra, se le saltaron las lágrimas, lo estuvo acariciando y observó que venía maltrecho. Al día siguiente lo llevó al veterinario, estaba muy enfermo, le tuvieron que poner un gotero y se pasó muchos días cuidándolo hasta que poco a poco recuperó algo de su antigua vitalidad.
José Luis se había alejado un kilómetro de la casa de su padre. Paró el coche en una gasolinera y marcó un número en su móvil.
-Andrés, no puedo dejarlo…, no nos dará guerra, ya verás…, se adapta a todo, le encanta el mar, lo llevaré en la zodiac a la playa para que haga sus necesidades…, sí, cuando vayamos a bucear vendrá conmigo, te vas a asombrar de sus habilidades, es superdotado mi Willy, ya verás…

Fina Fernández Fernández
ALBERGANDO UNA ESPERANZA


Los rayos de sol entraban por tu ventana invitándote a levantarte. Desde el día anterior albergaba en tu mente la idea de dar un paseo por la playa, sus aguas tranquilas y el canto que realizaban las olas cuando llegaban a la arena eran relajantes. Llamas a tu perro Otto que vino dando saltos de alegría, se movía incansablemente, ya sabía que ibais de paseo porque tenías su correa en la mano.
Caminabais hacia la playa empapándote de las caricias que te regalaba el sol. La playa estaba desierta era muy temprano y te encantaba tenerla para ti sola. Otto corría de un lado para otro cogiendo y soltando palitos de la arena, te extrañó verlo de repente parado mirando hacia el mar, agudizas la mirada para observar que mira, pero no ves nada, lo llamas.- “Otto”.- mira hacia ti, ladra y vuelve a mirar hacia el mar, en un quejido como un lloro, Otto se lanza al agua, corres hacia él llamándolo, pero él sigue nadando, nadando... hasta que no alcanzas a verlo y te inquietas llamándolo sin cesar. Pasado un tiempo que se te hace eterno lo ves nadando hacia la playa llevando algo en la boca, ¿es una caja? Te preguntas extrañada por su comportamiento. Te quitas la ropa quedándote en ropa interior y te tiras al agua en su busca porque lo estás viendo exhausto y cuando llegas a su altura recibes una gran sorpresa al ver lo que hay en el interior de una especie de caja ¡¡¡ UN NIÑO!!! gritas sorprendida, le quitas la carga animándolo a que siga nadando, la orilla está cerca le dices.

Llega la Guardia Civil, una patrullera recorre las aguas encontrando una patera hecha añicos, con algunos de sus tripulantes agarrando las tablas. Gracia a Otto, un niño y siete vidas se salvaron de una muerte segura, viendo en el estado que se encontraban, la madre del niño se encontraban entre ellas, tenia la esperanza de que al menos su niño se salvara.
Cada vez que bajas a la playa, Otto mira hacia el horizonte esperando ver alguna caja."

María José Martínez Millán
"La Chispa de la Vida.-


Chispa había nacido para perra de caza. Tenía porte, elegancia y un cuerpo delgado pero maravillosamente musculado. La velocidad de sus patas era impresionante y su olfato, siempre húmedo y aguzado no permitía que se le escapara una pieza a su amo. Tan bien servido por su perra fue su dueño, que en compensación, cuando Chispa se hizo algo más mayor y perdió su primera pieza, la abandonó. Intuyendo que esa perra acabaría pronto su ciclo de extrema eficacia, había comprado un nuevo perro de caza. Cambiar de perro para algunos es como cambiar de escopeta, de cartuchera o pantalón…
Celia salió a caminar por la Dehesa. Era un día de marzo soleado de esos que te anuncian florida primavera. A cada paso, escuchaba el crujir de las agujas secas de los pinos al pisarlas, caminaba sosegada, con respiraciones lentas pero profundas. Al momento se detuvo a la orilla del lago, donde se encontraba una piragua con una chica que parecía ser su primera vez en esa clase de actividad. Celia se distrajo un momento, notó unos pequeños tirones en su pantalón, como cuando un niño quiere llamar tu atención. Sus ojos húmedos aparecían suplicantes, se la veía muy triste, hambrienta, era Chispa. Celia se agachó a acariciarla y la acercó al lago para que bebiera. Se le calló el alma encima, era una gran amante de los animales y no soportaba los abandonos. No es demasiado mayor, pensaba mientras la observaba y seguro que es una perra orgullosa de su valía. De pronto, se escucharon unos gritos ahogados en líquido elemento. ¡Virgen de los Desamparados! La chica de la piragua había rodado sobre sí misma y se hallaba boca abajo en una lucha interminable por volver a la posición inicial. Chispa no se lo pensó dos veces. Se lanzó al agua y comenzó a nadar con destreza hacia su “presa”. Apenas se veía su cabecita cuando alcanzó la piragua y en un momento, desapareció de la superficie, se sumergió completamente. A los pocos segundos, Chispa emergió con su presa. Tiraba fuertemente con su dentadura de la capucha de la chaquetilla de la piragüista. Celia se apresuró a alcanzarlos antes de que llegaran a la orilla, era primordial aplicarle los primeros auxilios. Después de hacerle durante varios minutos los masajes cardíacos para ahogamientos que había visto en ocasiones en las películas, no debió hacerlo muy mal cuando de repente la chica comenzó a toser y expulsó el agua de sus pulmones. Celia cogió entre sus manos la carita de Chispa y la besó. Siendo una perra joven, la habían adiestrado para cazar la Muerte. A partir de ese día, Chispa demostró estar muy capacitada para cazar la Vida."

sábado, 5 de febrero de 2011



Fernando M Lozano

En Ojos Negros, viven Fermín y Josefina. Hoy llegan sus nietos, los dos están nerviosos, no los han visto desde el verano pasado y aunque ya son mozos, para ellos siempre serán esos niños revoltosos, que montaban el columpio en las ramas de ...l almendro en flor y ataban latas de estaño en el rabo del viejo Aramís.
Suena el claxon.

- Fina, ya están aquí.

El perro ladra sabiendo lo que le espera, Fina, ya está en la puerta con su sonrisa de abuela y el delantal de siempre.

- Cuánto habéis corrido hijos, anda, pasar rápido que se escapa el gato.
- Menudo frío hace, mamá, el termómetro del coche marca -6º.
- Si, el abuelo anda diciendo que va a nevar.
- ¿Y el abuelo?
- Está dentro donde la estufa.
- Abueloooo!!.
- Hola hijos, ya estáis aquí, ¿no habéis notado el olor?, la abuela está cocinando unas migas con uvas y choricico de la última matanza, que os vais a chupar los dedos.

En Ojos Negros, la matanza se vive como una verdadera fiesta, todos los vecinos participan aportando sus cerdos y su ciencia. Se compran marranos durante el año, para cebarlos y sacrificarlos a la antigua usanza. Del cerdo se aprovecha todo. Luego, si los fríos acompañan y en la provincia de Teruel siempre acompañan, en los secaderos de las casas, el frío seco, la madera ajada, la falta de luz y las manos expertas, dan a luz unos productos de esta tierra, que convencen sin duda al paladar que tiene la suerte de saborearlos.

Fermín está sentado en el Alfeizar de la ventana, es época de matanza y estudia el tiempo. Por aquí dicen que es un experto y todo el mundo confía en su ancestral conocimiento.

- ¿Qué ves abuelo?.
- Cuando la chova alza el vuelo, nieva en el cielo.
- Pues mucho me temo, que esta vez, la chova se equivoca. Hay un anticiclón en mitad de la península y dan sol toda la semana.
- Es verdad papá, lo vimos en eltiempo.com antes de salir y parece que todo es perfecto para empezar a sacrificar los cerdos.
- Mira lo que está haciendo Aramis, mira donde tiene el rabo.
- Juan le habrá intentado coger y el pobre se caga de miedo en cuanto le ve, aún recuerda sus fechorías.
- Cuando el perro esconde el rabo, nieva en el prado.
- Eso es una tontería. Mira Papá, me he traído el ordenador para que te modernices un poco, ya estás muy mayor para andar haciendo cábalas con las nubes. Desde aquí cogemos bien la señal del ayuntamiento. Aquí está, el mapa de isobaras está claro, las altas presiones desvían este frente hacia el noroeste y por lo menos en 4 días no va a caer ni una gota.
- Si la vaca agacha el culo, nieve seguro y mira lo que está haciendo la Pinta, sentándose a estas horas, esto huele mal.
- No hemos hecho 320 km para nada, no va a nevar, lo dice la ciencia, debes adaptarte a los tiempos que corren, no seas cabezota.
- Fina, vete donde la Eulalia y compra víveres y vosotros, traer agua de la fuente, también os pasáis con mis recetas por la farmacia de don Justo. Esta va a ser de las gordas. Fina, no te olvides del vino de pitarra para mi dieta.
- ¿Y que dieta es esa con vino, Papá?.
- Pues la mía, beber vino sin pedigrí, comer lo que nos da el huerto y lo que hacemos con nuestras manos y querer mucho a tu madre. 84 años sin una queja avalan mi dieta, en el pueblo, todo el mundo la sigue, eso si, a tu madre, sólo la quiero yo, de la manera en que un hombre de mi edad puede querer a una mujer de la suya.
- Entonces qué, ¿no hay matanza mañana?.
- No hay matanza.

Amanece en Ojos Negros, una nevada de más de medio metro, lo cubre todo con un blanco edredón. La casa despierta. Fermín ya lleva un rato levantado, contemplando su augurio, sentado en el alfeizar de la ventana. Sonríe.
Durante el desayuno nadie comenta nada sobre la gran nevada, la televisión está encendida.

- Mira abuelo, el pueblo sale en las noticias.

“Una gran nevada sorprende a los habitantes de la provincia de Teruel, el frente, varió su parábola durante la noche y las bajas presiones unidas a las bajas temperaturas, produjeron fuertes precipitaciones en forma de nieve durante más de seis horas. La falta de previsión ha dejado a varios pueblos incomunicados, no hay luz, muchas cañerías han reventado y las máquinas quitanieves se encuentran muy lejos de la comarca”.

Fermín, se cala su gorro de lana, se calza las botas de goma, coge la lámpara de gasolina y marcha al establo para alimentar a las bestias.

- Cuando el borrico esconde el hocico, nieva en los picos. ¿Verdad Lucio?.



Rosa M Vega Cortiñas

El vaho de su respiración cubría la ventana y le desdibujaba
el paisaje: el cielo cubierto de nubes, oscuras y pesadas, que presagiaban otra
nevada; las altas cumbres blancas que limitaban el hori ...zonte; los árboles
deshojados, con ramas temblorosas por el peso de la nieve. A pesar de ello,
María seguía mirando hacia la carretera por la que debía aparecer el vehículo,
esperando oír los tres pitidos con los que se anunciaba la llegada de Juan, con
su furgoneta, convertida en tienda de ultramarinos, de la que dependía la variedad de la dieta de los vecinos en invierno.

Juan, que llegaba siempre con una sonrisa, con su buen
humor, con un chiste para cada persona con la que se encontraba en las calles del
pueblo, fueran clientes o no. Y María esperaba a Juan, no a su furgoneta, sino
a la persona que le hacía sentirse feliz solo con mirarla, mientras le ponía en
la bolsa la compra del día, le metía dentro algún chuche de los que le gustaban
a su hijo o una manzana de más….Juan, que le guiñaba el ojo cuando le daba las
vueltas.
Hacía dos días que no llegaba, él que nunca había fallado a
si cita semanal con los vecinos del pueblo. Y María llevaba dos días mirando
tras la ventana, la carretera de entrada al pueblo.


Lucrecia Hoyos: LA DIETA DE OLIVIA

Olivia y Fernando estaban hastiados de la vida en la ciudad. En la mitad de sus vidas…, trabajos ingratos…, vida social escasa… -estaban demasiado cansados-, la salud empezaba a pasarles factura, dando los primeros avisos del declive.
Olivia, que era profesora, un buen día sufrió una transformación .... Harta de tanta insolencia, abofeteó a un niño de segundo de la ESO, le rompió el libro en pedazos, explotó en un llanto furioso, le dio una patada a su silla, volcó su mesa de un empujón y se cayó todo lo larga que era cuando iba poseída por la rabia hacia la puerta del aula. Se produjo un silencio sepulcral. Se levantó, les dirigió una mirada llena de odio y salió cerrando la puerta con llave y explotando en una sonora carcajada.
Compraron una pequeña casa en un hermoso pueblecillo en Guadalajara. El médico le recomendó una dieta de sosiego y por allí andan este invierno mirando las cumbres nevadas, a un lado; y al otro, las flores de los almendros, y recuperando poco a poco la salud…

Wisquensin Oregón: HOGAR, DULCE HOGAR

El frío invierno asolador no perturaba lo más mínimo el espíritu risueño de Carlota. Jugaba feliz a la comba en el nevado patio de su escuela. Contemplaba alborozada como los copos de nieve se endedaban en sus rebeldes cabellos y reía divertida intentando quitárselos del pelo sin mucho éxito. Su madre ... la miraba desde la ventana de la cocina. Vivía en un pueblo precioso, con un paisaje idílico, las flores e los almendros ya asomaban valientes a pesar del frío intenso, que más se podía pedir...Pero el médico le había dado un ultimátum. O adelgazaba o corría el riesgo de sufrir un infarto. Debería comenzar la dieta estricta cuanto antes, pero sentía naúseas sólo de pensarlo. La única fuerza para empezar provenía de la calle, Carlota crecía y reía, Carlota era lo que má quería en el mundo....

María José Martínez Millán

Raquel estaba entusiasmada cuando acompañó a su padre a comprar el primer coche familiar. Su padre se había decidido por un SEAT 600E, de un suave color amarillo. El próximo domingo, iremos a Torás a visitar a los abuelitos, le prometió.
Las cumbres nevadas y un pasillo nupcial de almendros en flor, engañados por algún travieso veranillo, les dieron la bienvenida. Cuando llegaron, los abuelos estaban almorzando, por lo que se unieron al ágape. ¡Qué diferente sabía el pan de pueblo, el jamón curado en la cambra, los tomates de la huerta del abuelo Santiago y ese intenso sabor de oliva del aceite virgen casero! Junto a la lumbre, azuzada por Santiago, María les contaba las crónicas típicas de un pueblo tan pequeño, en el que todo el mundo se conocía o eran familia.
Llegó la hora de volver y tras despedirse de sus abuelos, Raquel se sentó en el asiento trasero del coche. Al instante, se giró hacia atrás apoyando sus rodillas en el gélido asiento de skay y observó a sus abuelitos diciendo adiós con la mano. Raquel pensó que ya eran muy mayores y que cualquier día podía perderlos. Estaba a punto de aparecer una lágrima, cuando de inmediato borró ese pensamiento inoportuno convenciéndose a sí misma de que con una dieta tan saludable, sus abuelos disfrutarían de una larga vida. Tres décadas después de aquella visita, el pueblo de Torás homenajeó a una de sus vecinas más queridas, había llegado a centenaria, se llamaba María.


Lara Hernandez Abellan

Esta era la vista favorita de Luz. Cuando vino a conocer la casa se quedó mirando desde esta ventana y me dijo que podría gustarle, que iba a intentarlo. Y lo intentó, ahora sé que lo intentó. Hasta hoy no lo había entendido del todo. Mi orgullo no me dejaba hacerlo.

La conocí en el gimnasio de la Calle Alcalá a la altura de Ventas, los llevaba a todos locos. “Fíjate en la rubia“, me decían, “Pero Luis has visto que mallas blancas lleva hoy....” Eso es un culo y no el de mi novia…” No los escuchaba, sólo la miraba, me pasaba dos horas seguidas sin dejar de mirarla.
Me enamoré de ella con verla cruzar la puerta, se paró en recepción y no dejó de sonreír mientras rellenaba los papeles de la inscripción. Me enamoré de aquella sonrisa en lo que se tarda en apuntarse a un gimnasio.
Solíamos hacer bici juntos y empezamos a charlar de todo, bueno ella me hablaba sin parar y yo tan solo la escuchaba. La escuchaba y me reía. Me hacía feliz escucharla.
Siempre vestía de claro, quizás por eso le gustó esta vista nevada, porque adoraba el color blanco. Y nunca estaba triste, no por entonces.
Me hablaba de fiestas, de amigos, de películas de estreno, de su trabajo, de sus viajes, de amores, de su vida, un vida tan llena que convertía a la mía en casi nada sin querer hacerlo. Luz no era de las que hacía o decía las cosas por hacer daño. No era de esas, no era como ninguna y eso la hacía ser ella. Mi Luz.
Y un día la invité a cenar por mi cumpleaños, le dije que la quería y ella me volvió a sonreír y me apretó la mano muy fuerte, así que esa noche me sentí seguro, mas seguro que en toda mi vida y le hablé y hablé… Y ella me escuchó con cara de querer entenderme, de querer compartir todo aquello que le estaba contando. Le hablé de que había comprado esta casita y que mi sueño era escaparme aquí, a este pueblo perdido a escribir. Pasear y escribir, a nada más. A vivir relajado sin el stress de esta ciudad, sin estas gentes que siempre andan con prisas… Todo eso le dije y en ningún momento pensé en que ella era una de ellas, una de esas personas de ciudad a las que le encantan las prisas.
La convencí,. Lo dejó todo tres meses después y se vino conmigo aquí, a este lugar precioso y blanco pero que la convirtió en otra…
Lo intentó, de veras que lo hizo, pero ella no era de aquí y yo no quise verlo. No la escuché gritármelo con los ojos… Se sentaba frente a esta ventana y se pasaba las horas muertas mirando la nieve sin hacer nada más y yo la observaba desde mi mesa y me sentía feliz por tenerla conmigo, feliz por tener mi sueño al completo, feliz como nadie…
Alguna vez me dijo, “Luis, yo no soy de esto, tú tienes tus partidas, hablas con esta gente como si fuesen tus amigos desde siempre, pero yo no… Me siento sola Luís, no quiero sentirme así pero cada día que pasa me cuesta más salir de esta casa.” Y yo le dije que se acostumbraría, que era cuestión de tiempo, que…¡¡¡Yo no hice nada!!! Me limité a seguir viviendo mi sueño y a observarla dejar de ser ella. ¡Maldito egoísta que fui!
Aquella tarde, me quedé mas de lo debido en el bar jugando la partida y llegué directamente para cenar. No la encontré. En su lugar solo una carta en un folio rayado:
“ Mi amor, me estoy ahogando. Esta mañana he intentado sonreír frente al espejo del baño y te aseguro que esa no era yo. Me he olvidado de cómo se ríe de verdad y eso no le puede pasar a nadie. No quiero ser así Luís, entiéndelo. Me he sentado en esta ventana para escribirte por si mi vista favorita lograba convencerme, pero mi mano escribe mas rápida que nunca, le dicta mi corazón y ese no se quiere dejar convencer.
Lo siento y te quiero.”
No la llamé. Me enfadé tanto que no la llamé. No volví a hablar con ella y han pasado tres inviernos desde que rompí aquella carta y el cristal de su ventana.
Los chicos me contaron que volvió al gimnasio, de blanco por supuesto (omitieron citar la palabra culo y yo lo agradecí), que se la veía feliz. Conoció a otro con el que va a fiestas y a todos los nuevos estrenos. Me sentaba mal que me contasen esas cosas, el rencor no me dejaba verlo con claridad, creo que hasta hoy no lo he hecho del todo. Hasta hoy no he comprendido que este lugar era mi sueño, sólo el mío y que a partir de ahora esta tendrá que ser mi vida, la que yo he elegido, pero sin ella sin la que lo completaba.
Cogí un folio y escribí:

Sé feliz Luz y que nadie te haga olvidarte de sonreír de nuevo.
Te quiero
Luís.

Cierro su ventana y por fin puedo respirar.


Fina Fernández Fernández
"UNA MIRADA HACIA EL RECUERDO


Tras los cristales saboreo el calor que desprende nuestra casa. Con una taza de café entre las manos contemplo el paisaje vestido de blanco y los recuerdos afloran en mi mente, acuden a mí, con una urgencia sofocante. Esa primera vez que vi la nieve, me asombró su textura, la cogí entre mis manos hasta que se helaron incluso las venas, los juegos nos divertían y reíamos incansablemente. Te acercaste a nosotros, me sonreíste y te cogí de la mano para que participaras de nuestros juegos, aquel primer día que nos conocimos... el primero de muchos que siguen. Se me hielan las venas al pensar que no estás en casa.
Miro por la ventana y su paisaje vestido de blanco me lleva a ver nuestra adolescencia y su encanto. ¡Cuántas veces besamos el suelo antes de aprender a esquiar! Nos reíamos de nuestra torpeza sin importarnos si nos veían o no. Sentados en la nieve contemplando el paisaje conversando sobre nuestros proyectos... en cada momento de mi vida está un paisaje parecido a éste, que me recuerda a ti y contemplo este paisaje esperando que tú vuelvas a mí, con una taza de café entre mis manos, saboreando el calor de nuestra casa."

Amparo Hoyos Sanchis

Hacía mucho frío, como siempre.
Edelmira, apartaba la nieve acumulada en la puerta de su casa. La pala pesaba, sus huesos se resentían-¡Caray con la bisagra!,_pensaba. Pero estaba sola, no había nadie quién le pudiera ayudar, por eso hablaba ... cosigo misma. Ya no tenía animales en el corral, ni grano tampoco.
Cuando salía alguna vez de su casa, visitaba a los demás vecinos, el tío Napias y su mujer la Prudencia, al Ramiro, que acababa de enviudar y no hablaba y..y..a nadie más, porque ya no vivia nadie.
La Prudencia siempre le daba algún huevo de sus gallinas y un poco de harina, para el pan. El Ramiro le daba bacalao en sal, era el único que, aunque no hablaba, tenía una furgoneta y traía alguna cosa del pueblo más cercano. Edelmira....hacía un pan que olía como debe oler el cielo..y lo repartía entre todos, como siempre. Cosía y bordaba muy bien, porque así se lo enseñaron de pequeña y les arreglaba la ropa a todos los demás. No existía el dinero entre ellos. No hablaban de la Belén Esteban porque no había televisión. No votaban porque no sabían qué era eso. No conocían la dieta Mediterránea porque aquí se come de lo que hay. Tampoco tenían reloj, ni prisa ni otra preocupación más que dormir bien, que mañana será otro día.

Mañana...mañana me voy con Edelmira.

Eulalia Rubio

La vi en la estación de Cartagena, estaba abrazada a un joven muy atractivo y lloraban los dos. Había mucha gente, estábamos muy cerca y aunque yo no prestaba atención escuché sus últimas palabras: cuidate Andrés, no llores por favor, estudia mucho.
Se abrieron las puertas del tren y comenzamos a subir, ella iba delante de mí, de pronto se volvió -perdón- me dijo, y bajó de nuevo para volver a abrazarlo. Esta vez se sonrieron y se besaron en los labios. Él le dijo -estás preciosa, adios mi amor, te he querido mucho-.
Durante el trayecto la observé un par de veces. Al principio le vi alguna lágrima y recordé una despedida similar que me sucedió en mi época de estudiante, -éramos igual de jóvenes- pensé, y me concentré en leer mi libro. Al cabo de una hora más o menos la volví a mirar y estaba sacando el móvil de su bolso. Su rostro se iluminó y después de unos segundos marcó una sola tecla, una rellamada, pensé. Pasó más tiempo de lo normal hasta que le contestaron, -¿Carlos?- dijo, -¿Carlos?- de nuevo, -que ya voy por Alicante, llegaré a las nueve a Valencia-. Después de un instante la expresión de su cara fue de asombro y dolor. - Que no vendrás a recogerme? ¿por qué?¿ has vuelto con ella? lo comprendo, no te preocupes ¿mi madre? ah, si, está muy bien, me ha acompañado a la estación y después se iba a cenar con sus amigas, bueno, ya nos veremos, que te vaya bien, chao-.
Guardó el teléfono, miró al mar y ya no volvió a llorar.

Lucrecia Hoyos
EL BESO DE EVELIA

El tren partió de la estación a la hora prevista: las doce en punto. Evelia Fernández se había acomodado en su asiento junto a la ventanilla y observaba el hermoso paisaje costero que fluía incesante a su derecha. Azules de ... mar y cielo abordaban sus ojos húmedos a través del cristal. Su olfato y su piel presentían el prodigio de la brisa que le era vedada. Un montón de mariposas se derramaba inconstante en su cabeza. Amor, desengaño, miedo, dolor…, se alternaban sin dejarle un momento de reposo.
De pronto contempló, sorprendida, su propia imagen reflejada, y vio belleza, la suya. Pensó que no valía la pena llorar por un fracaso. Soñó un beso prolongado que la unió a todo el orbe, se convirtió en un Narciso en el acto de amarse y pensarse a sí mismo y entendió la insignificancia de la anécdota…

Lara Hernandez Abellan
“Cambio de planes”


Para estar casi en otoño esta mañana hace mas frío que de costumbre. Me abotono el último botón de mi cazadora vaquera y miro el reloj de la estación. Debo estar nerviosa o pillando una gripe porque todo el mundo va de man ...ga corta. Pero nerviosa de qué, sólo me voy a cuatrocientos kilómetros y puedo venir siempre que quiera. Vuelvo a mirar ese viejo reloj y a mi derecha por si de una vez veo aparecer el tren a lo lejos. Mejor sentarme y pensar en otra cosa.
Hacía apenas unas horas que había terminado del todo, que aquel verano del 94 se había acabado y era inevitable recrearme en lo que habían dado de sí estos dos meses y por supuesto pensar también en él.“Tendría que haber sacado el tema, contarle que iba a estudiar allí. Pero es que no encontré el momento y además no quería que se me notase. Y ahora no tengo ni su teléfono, seré idiota… Bah seguro que el año que viene ya no le gusto, lo mismo hasta viene con novia. Debí ser mas valiente y darle ese último beso, que le quedase claro lo que sentía. Porque para mi que pensaba igual que yo o si no por qué habría entonces de acariciarme de ese modo la mano o por qué me iba a mirar así o por qué tendría que despedirse con un abrazo tan eterno.
En un mes se me pasa, seguro que se me pasa. El invierno siempre borra los amores de verano, eso lo he leído en algún libro o debería estar escrito en alguno si aún no lo está y además voy a estar en Madrid, qué anda que no habrán hombres en la capital para hacerme olvidarlo. No lo pienso más. He dicho que no lo pienso y lo cumplo.
¡Pero qué frío!. Será mejor que me ponga algo mas grueso, pero a ver en cual de estas maletas he metido yo la otra cazadora…
¡Mira por fin!, con cinco minutos de retraso que me han parecido dos horas, pero ya está aquí. Luego la busco, total en el vagón seguro que hace un calor.
No puede ser, esto debe ser una broma, el de la ventanilla es él. No, sí, no, sí, ¡qué sí, qué sí que lo es, qué me está saludando!.
Me sonríe y le sonrío, (lo mío es una mueca rara mas que una sonrisa ). Esto es lo mas extraño que me ha pasado en mi vida. Cojo las maletas y subo esos dos escalones. Asiento 347, asiento 347, asiento 347... Tiro a la derecha y voy cruzando el pasillo sin dejar de repetirlo. Debe ser lo que dicen del destino, porque dime tú si esto no es el destino qué va a ser… Que no se note, que no me lo note… Respira Mari, respira… No puede ser, no puede ser… Que sí, que esto es cosa del destino. El 347 es justo su contiguo. ¡Me va a dar algo!.”
“¡Vaya casualidad! (me dice mientras se acerca a echarme una mano con mis bártulos), nunca he tenido una compañera tan guapa para este viaje. No tenía ni idea de que tú también ibas a Madrid este año, me podías haber dicho algo anoche y habríamos planeado el resto del invierno, ¿no crees?. En qué estabas pensando chiquilla, yo despidiéndome de ti como si no fuese a verte hasta el año que viene y tú sin decirme nada de esto. Pero es qué no sabias que me han dado la definitiva allí, si lo he repetido mil veces delante de ti… ¡Mujeres sólo cogéis lo que os interesa!”
Coloco las maletas, respiro y atino a decirle: “Anda déjame pasar y deja de quejarte, ¿ya estoy aquí no?”. Vuelvo a respirar entrecortada pero esta vez casi no se me nota. Me siento y le digo sonriendo: “¿No te parece que hace demasiado calor para ser septiembre?.”



Fernando M Lozano
MEDIA DISTANCIA.


De la belleza también te cansas. El mar cambia, cambian las olas, las mareas, su color, su fuerza, el olor a salitre se transforma en olor a mar encajonada, el color turquesa sustituye al gris tormenta y este al verde bien v ...enida, pero cada día a las diez y treinta y dos, he visto el mar en todas sus formas y colores y ya no me sorprende.
Cojo este tren de media distancia todos los días de lunes a viernes: Vinaros, Peñíscola, Alcalá, Torreblanca, Oropesa, Benicassim y Castellón, mi vida se transforma durante hora y media en una sucesión de fotogramas. En Vinarós entra ese hombre de la corbata arrugada, la camisa sucia, la tripa oronda y mirada de reptil. Se sienta, me mira a una altura intermedia entre mi cuello y mi cintura, sonríe y comienza a leer el periódico que regalan en la estación. En Peñiscola, entra la madre más angustiada del mundo, siempre llega tarde a alguna parte, no deja de suspirar, su tristeza se contagia. Alcalá, sube María, así reza la etiqueta que lleva en su blusa a rayas del burguer king, se me hace difícil imaginarla pegada al micrófono diciendo “whopper con queso, cocacola pequeña”, cuando la veo deborar cada mañana libros de Proust, Dostoievsky y Navokob, con sus gafitas de montura al aire y su porta minas para subrayar las frases que la conmueven. Torreblanca, es mi rubio preferido, no es español, lo se, no puede serlo, se mueve como una gacela, debajo de su americana se adivinan muchas horas de gimnasio, el interior de sus jeans ceñidos prometen muchas noches de amor. Pienso lo que le diría cada día, lo he traducido a seis idiomas europeos, incluido el finés, pero jamás seré capaz de decirle una palabra, mañana le volveré a ver y volveré a vivir mi silencioso día de la marmota. En Oropesa no entra nadie interesante, cosa que compensa Benicassim, con el grupo de nuevos hippies que llenan de color el monocromático vagón del tren, con sus desenfadadas ropas de algodón, sus famélicas mascotas, sus instrumentos y su ruidosa compañía, no siempre suben al tren, pero cuando lo hacen, afronto el día con más ilusión de la que siento.
Castellón, es mi parada, me bajo del tren siempre con la misma sensación, con esa idea circular de haberme confundido de tren, con el deseo insatisfecho de coger mañana un tren de larga distancia.

Alberto Marrone
ALEJANDOSE


Ya es la mañana, un gran globo rojo emerge en el horizonte. El viento susurra en la ventanilla del tren en que viaja Estela. Ella se apoya en el vidrio tratando de entender su lenguaje, el de los tiempos, mientras contempla el paisaje marítimo.
Su cabeza no descansa, sus pensamientos la llevaban a otro tiempo, a la luz de otro verano, cuando su piel se acostumbraba a la mano de un hombre, cuando el mundo era de los dos. Pero ahora se aleja, huye con una herida que parece abrirse a cada instante, escapa con ese dolor de las cosas que se pierden. En su falda lleva el libro que no puede leer, en su corazón lleva el frío de un final inesperado. En su mente como una foto esta impreso el día en que no podía comprender lo que escuchaba, cuando sola se quedaba estática, petrificada, en esa playa, mirando ese mar, cuando él le dijo. -Todo termina aquí……
…..Y unos cristales caen en su falda…..