sábado, 12 de febrero de 2011




María José Martínez Millán
Examen de conciencia

Ya nací regalando insoportables dolores de parto a mi madre aquella fría madrugada de abril. Mi infancia transcurrió en un pueblo pequeño. Era tranquilo hasta que lo habité. Yo era de esos chicos que lanzaban piedra ...s a los cristales del colegio y las farolas del pueblo y que destrozaban las plantas de las vecinas a balonazos, simplemente porque me apetecía. Mis padres, avergonzados por mi comportamiento, se trasladaron a la capital. Allí inicié mi adolescencia batiendo el récord de mis amigos con mi primer cigarrillo a los 12 años. Un día, mi padre me pilló fumando y me marcó la mano en la cara, la única vez que me pegó. Fui también precoz en la faceta sexual, cuando con seis años, de la mano de mi madre, nos dirigíamos a comprar al Mercado Central pasando por el barrio chino. Desde un portal, una niña poco mayor que yo, me dijo levantándose la falda: ¿nene te gustaría tocarme aquí? Era la hija de alguna fulana. Mi madre salió corriendo escandalizada dándome tirones, mientras me volvía a mirar lo que aquel angelito me ofrecía. De aquella visión, mi posterior afición a las revistas porno que guardaba bajo el colchón creyendo que mi madre, al hacerme la cama, no las encontraría. Mi madre me protegió toda clase de barrabasadas, ¿que otra alternativa le dejaba?. Le llegaba a amenazar cuando le pedía dinero para gastar en el bingo, en alcohol o en mujeres y no me lo daba. “No volveré a hablarte en mi vida” era la frase mágica que conseguía que ella me diera todo lo que yo quería. No he sido un buen hijo.
A partir de aquel instante, comencé a tener relaciones con multitud de mujeres, hasta que encontré a la más inocente y la embauqué con mis grandes ojos verdes y mis artes amorosas, era Adela. Nos casamos y empecé a mostrar mi verdadero interior apenas a las dos semanas, la primera la empleamos en el viaje de novios y creo que fue el único momento de nuestra historia en la que ella fue feliz. A partir de ahí, todo cambió y volví a mis rutinas. Salía de trabajar y me iba a jugar al bingo o con algún compañero de trabajo a clubs de alterne, me sentía importante rodeado de chicas que se asombraban de que con solo hacerme una caricia en la rodilla, producía un gran efecto en mi entrepierna. Con el juego me pasaba algo parecido, me subía la adrenalina cuando ganaba premios que nunca me llevaba, siempre volvía a jugármelos y al final me iba a casa sin un duro. Nunca me sacié de vicio, siempre quería más. No he sido buen marido.
A los 9 meses de la boda, mi mujer tuvo su primer hijo, yo no. Mientras todos los padres pasan el momento del parto fumando nerviosos pasillo arriba, pasillo abajo, preguntando incesantemente si todo va bien, aquella noche del 21 de diciembre del 1983, yo estaba en casa de unos amigachos viendo el partido España – Malta, el del famoso resultado de 13-1, memorable para mí pero que Adela jamás olvidará. Se puso con 39 de fiebre, necesitó una cesárea tras un cólico de riñón, esa noche pude perder a mi mujer y a mi primogénito, y yo no estuve allí, pero yo lo recordaré como la noche que más disfruté del fútbol. Antes de atreverse a dar el paso de la separación y en un descanso del método anticonceptivo, así sin avisar, sin pedir permiso, llegó Mar y definitivamente, Adela tomó la decisión de sacar a sus hijos adelante sin que nadie más interviniera, sobre todo yo. Ni siquiera en las funciones mínimas que un padre debe apoyar a sus hijos, he estado ahí. Incumplía los términos del convenio de separación, por molestar a mi exmujer. Los días que mis hijos quedaban a mi cargo por ley, los tenía metidos en casa mientras yo me saciaba de cerveza viendo fútbol en la tele, escuchando fútbol en la radio y leyendo el fútbol en el Marca. Nada de llevarlos al cine, a la piscina, a la playa, al monte, al Mc Donald’s, nada. Tampoco pago la pensión alimenticia para Mar, aun sabiendo que conforme crece, tiene muchas más necesidades que cubrir, muchos más gastos. No, no he sido un buen padre.
Sergio, aquel hijo que me importó menos que un partido de la selección española, a la edad de 23 años se convirtió en padre y no necesita de mí, es totalmente independiente, vive con su pareja y su niña de 2 añitos. No los visito ni los llamo mucho, sigo siendo un ser egoísta y libertino. No soy un buen abuelo.
Arruinado, cano, viejo y cansado, vuelvo al pueblo que me vio nacer. Solo, sin ningún atisbo de satisfacción, sentado sobre una piedra frente al río, hago examen de conciencia sobre mi vida y llego a una conclusión: No he sido una buena persona.

Lucrecia Hoyos
Un hombre es todos los hombres...


Omar, sentado en algún lugar costero del Cuerno de África, observa cansado, a sus solo 40 años, el mar rojo que tiñe sus pupilas del mismo color. Arrastra a su espalda miles de años de viajes, caravanas audaces cargadas de pieles hacia Egipto, India y China a cambio de la adquisición de los preciados perfumes y las codiciadas especias. No, no era él, fueron otros, tampoco las gaviotas son las mismas aunque lo parecen.
Omar ha sufrido la guerra, la ocupación, los desastres y ha cantado los himnos de paz en los días propicios.
Ha vivido en Yibuti y en las regiones de Arta, Ali Sabieh, Dikhil, Tadjoura y Obock. No hay un palmo de su tierra que sus pies no hayan hollado.
Cuando las fuerzas empezaron a abandonarle se dedicó al pastoreo, andando de un lugar a otro a través de los desérticos parajes donde el termómetro no baja de los 30 grados y la ausencia de agua potable convierten a las gentes en presas fáciles de todo tipo de enfermedades.
También hubo en su vida lugar para el amor y los hijos, el número de los cuales ignora en su eterno errar de un lugar a otro, pero nunca ha podido olvidar los ojos negros de Amina, su piel de seda y su cabello de azabache que rememora como una cercana presencia cuando llega su hora…


Wisquensin Oregón
LLUVIA


Invocando a los dioses de la tierra, llorándole a las nubes y a las estrellas, continuaba sin conseguir su propósito. ¡Vaya chamán!, pensaba contemplando el lago que se secaba. Se sentía herido en su orgullo y lloraba lágrimas de barro. Ni una triste gota había caído durante aquel penoso y eterno año. ¡Nada! Y el pueblo no hablaba pero él sentía su ira escondida bajo sus miradas silenciosas. Pronto el Consejo tomaría una decisión. El destierro sería lo más benévolo tras tantos años contribuyendo a la riqueza de su tierra....
Continuó contemplando el lago casi seco donde ya no quedaba apenas vida. Parecía que en esa lodosa y maloliente agua quedaba reflejado el futuro de su pueblo...."


Lara Hernandez Abellan
Ahmed


No me está permitido decir algo así en voz alta, ni tan siquiera pensarlo, pero estoy cansado de prohibiciones, estoy cansado de esta vida que me ha tocado y que no he pedido. Estoy cansado de una vida que ya no deseo y que no quiero vivir obligado. Y no sólo quiero decirlo en voz alta, quiero gritarlo muy fuerte aquí, frente a este mar y esta tierra que no es la mía. Quiero que me oigan las nubes y que te devuelvan por siempre el eco de este grito.
¡¡¡Estoy cansado de vivir y de creer en ti!!!
Y ahora sí, castígame, hazlo ya y envíame a ese fuego eterno o dónde quieras. Ya no puedo más y acepto lo que sea. Cualquier otro mundo será mejor que este en el que me encuentro ahora.
Me llamo Ahmed y tengo 43 años, pero sé que aparento treinta más. El trabajo de sol a sol ha castigado a mi cuerpo tanto por fuera como por dentro. Aunque lo de aquí, lo que tengo debajo de esta piel arrugada como ninguna, sólo lo sé yo y ahora también tú porque te lo estoy contando, porque me he cansado de aceptar lo que me mandas y de callar como todos. Por primera vez me vas a escuchar tú a mí, querido Dios.
Nací en Arta, una pequeña región de Djibouti. La primera suerte de la vida de un hombre reside en el lugar en el que nace. Yo no he tenido suerte nunca.
De niño, antes de que dejásemos de ser un protectorado francés, en el colegio nos hablaban de cambios, de oportunidades, de futuro, de que todos somos iguales, de no renunciar a los sueños, de otras culturas, de amor y de ti. Sobre todo nos hablaban de ti. De tu protección y de tu bondad infinita. De niño sólo aprendí mentiras. Las mentiras en francés suenan bien y fui tan iluso o lo necesitaba tanto, que me las creí absolutamente todas.
Me esforcé a diario por saber más y más. Por aprender y escuchar cualquier cosa que me explicaban. Nunca tenía suficiente. Leí y traduje todo lo que cayó en mis manos durante años. Trabajé mucho y seguí estudiando de noche, hasta cuando me tomaban por loco, yo nunca dejé de estudiar, ni de soñar con escapar de allí y con aquel futuro perfecto que me habían prometido. Y todo eso para esto, para llegar hasta aquí, a un país en el que me llaman negro cuando deciden hablarme y donde me pagan diez euros y un bocadillo por trabajar todo un día en el campo. Hasta aquí me han llevado todos aquellos sueños malditos. ¡Malditos ellos y maldito tú por dejarme seguir creyendo en ellos!
Nunca tienes suficiente. No te bastó con arrebatarme mi hijo en ese viaje eterno que nos acercaba a uno de esos sueños. No tuviste bastante con dejarme verlo agonizar dentro de aquella barca por la falta de agua. No. Querías mostrarme más dolor, que supiera que se te puede partir aún más el alma. Eso querías y ya lo tienes. Aquí estoy. Vacio, sólo y sin alma.
Desde esta mañana Mouna también está contigo, ella no ha podido esperar mi regreso. Perder a su único hijo fue demasiado para ella. Podía soportar el hambre, el frio y cualquier otra orden tuya, pero no pudo con esto. Me han explicado que dejó de comer y de hablar desde que le dieron la noticia. No hemos podido llorarlo juntos, ni siquiera eso nos has dejado hacer... Tú y tu infinita bondad de nuevo.

Hasta aquí mis sueños. Te regalo mi último chapuzon y esta vida."

Maria Gertrudis Torres Mazón
Ay, Haití.


Silencio, polvo que nace y que muere
Sigilosamente la noche lo envuelve
Y se engaña en un paisaje nublado
Mezclándose entre el aire y el éter.

El mar se queda tranquilo, duerme…

Caminan sin rumbo alguno
Más el rumbo ya no importa,
Y el eco se hace ruido, y el ruido estupor
Ante llantos que rezuman dentro de un corazón.

De dolor, desesperanza, miedo, pánico y terror
Por no entender que la tierra se enfrentara con desgarro
Temblando, sembrando el sufrimiento, la muerte
la desolación.

Silencio, siguen caminando, ya ni la noche aguanta
El llanto desolador, espera, espera quieta y callada
A que de nuevo vuelva el sol, quizás traiga el la luz,
Quizás solo sea un sueño, un sueño sin resplandor.

El mar se queda tranquilo, duerme…

La luna se quedó quieta, como si no quisiera mirar,
El sol nació con fuerza, lleno ira y de rabia,
Ojos negros como el carbón, humedecidos por la sal
De mil lágrimas derramadas,
Aguardan algún mañana.

Una calma, que se disfraza de muerte, de más muerte
Siempre en el mismo sitio, siempre en la miseria,
Porque más muerte traen los pobres, más hambre,
Más sed, más polvo, cae la noche y...

Entre los escombros, de escombros construidos,
Los muertos yacen inertes, los vivos en quieta agonía
Suspiran por un suspiro, que de ese hilo tan fino
Entre la vida y la muerte todo se olvida y…
El mar se queda tranquilo, duerme…

Fernando M Lozano
LO QUE ES LA VIDA


Los Issa somos orgullosos y parar a descansar en una cuneta, no es digno de nuestra raza, pero soy mayor, estoy cansado y este es el mejor lugar que conozco, para ver el avance de las obras del nuevo aeropuerto de Yibuti.
Lo ... que no sabía Ngonga, es que por este acto insignificante, iba a ser fotografiado desde un coche, archivado en una carpeta, seleccionado entre muchos y colgado en un taller literario para desencadenar miles de palabras, cientos de pensamientos y un puñado de historias dirigidas a desenmarañar su vida, a inventarla, desde un país tan lejano para él, en tantos sentidos, que señalarlo en el mapa a la primera, desafiaría a los dioses de la estadística.

Fina Fernández Fernández
TU Y YO ESTAMOS EN PAZ

Vengo a ti. Y vendré el resto de mi vida. Tu y yo estamos en paz. Te doy las gracias por el hambre que me quitaste a mí y a los míos. Cada vez que vengo, afloran los recuerdos de los compañeros recogiendo todos a una, las redes cargadas de todo tipo de peces. Desde aquel día te volviste mansa conmigo, creíste deberme algo...,no se porque, te llevaste a muchos y los sigues llevando. Aquel día envestías hacia los pescadores tu furia, no querías hacernos daño, solo asustarnos para que recogiéramos solo lo justo y necesario. Viste mi cara llena de terror cuando te llevaste a mi padre por la borda. Era solo un niño, mi primer viaje de pescador junto a mi padre. Me lo devolviste sin vida, sabias que éramos vulnerables ante tus garras. Años más tarde se repite la historia, otro barco otros pescadores, esta vez era yo quien con tu furia te me llevabas por la borda, pero me reconociste y como una madre mece a su hijo, me acurrucaste en tus brazos sin hacerme daño, rugiste con fuerza y calmaste tu furia, desde entonces fuiste generoso conmigo. Creíste deberme algo..., y no sé el porque, pero comprendí que querías estar en paz conmigo, por eso vengo a verte todos los días y vendré a verte el resto de mi vida. Tu y yo estamos en paz."

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