miércoles, 12 de octubre de 2011

ENCANTADORA Y DISCRETA

El trompazo fue de los que marcan época. Estaba acabando de secar la cubertería -de lo contrario quedan siempre marcas y parece que esté sucia- cuando aquella encantadora dama, de apenas cincuenta años, con su precioso vestido de color rosa aunque un poco ancho para su esbelta figura -parecía que fuese prestado- se dio de bruces contra el escaparate y terminó patas arriba enseñando hasta el ombligo -yo no miré porque soy un caballero, por supuesto- Salimos corriendo del local unos clientes y yo a socorrerla y mientras le ayudábamos a incorporarse balbuceaba algo parecido a "Michel" y me miraba con ojitos de cordero degollado.
La entramos  al local y le di una copita de anís a ver si se le pasaba el sofoco, pero seguía empeñada en llamar a un tal "Michel". Le recompuse el móvil que estaba desmontado por el suelo y busqué entre sus direcciones al tal "Michel". Nada ni nadie que se pareciera al tal "Michel".
Pregunté a una pareja que llevaba rato hablando sobre un libro y no le quitaban ojo a la pobre señora, sobre todo ella, si alguno de ellos era “Michel” o “Michelle”. Yo creo que ella debía conocerla y además sentirse avergonzada puesto que sólo la miraba de reojo.
La joven que llevaba toda la tarde escribiendo me dijo que no con la cabeza porque ahora escribía con frenesí, no apartaba la mirada de la escena mientras el lápiz no dejaba de convulsionarse sobre el papel.
La ambulancia se la llevó mientras no paraba de exclamar “Michel” mientras se la llevaban. Me dio una penita...
Ahora viene todas las tardes de siete a ocho a tomarse siempre un Campari con soda y a mirarme de reojo. Yo también la miro... con discreción. Me recuerda tanto a Delphine Seyrig de moreno en la película de Buñuel...

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