«Como cada adviento la preparación para la navidad es lo más importante
en casa. Álvaro se ocupa de los villancicos, de organizar la cena y los
encargos en general y yo me ocupo de los niños. El señor nos ha colmado con
siete hermosas bendiciones en casa y gracias a él nunca nos ha faltado de nada.
Este año
los niños han sido un poco traviesos y hemos pasado más tiempo —pensé que sería
imposible pasar más todavía— en la parroquia para que el padre Benito, mi
cuñado, nos echara una mano. La mala influencia de la escuela y los medios
necesitan un esfuerzo adicional. El mundo ya no es el que era. Siempre he
tenido completa seguridad en el Señor y en su eterna bondad y protección aunque
el mal acecha a la vuelta de la esquina y tener a mano el teléfono de securitas-direct
no está de más cuando hasta en política se ve asomar a bandidos y extremistas.
¿Qué se puede esperar de un país en el que por momentos todas nuestras bases parecen
olvidarse, borrarse…? ¿Emerge una sociedad sin miedo?
El rasguito
de las guitarras, los villancicos y el paso sigiloso —y raudo— del servicio
preparando la mesa para la cena me tele-transportan. Dejo por un momento de
pensar en esos bolcheviques, en los abortistas, en los rastreros que se
aprovechan de los cuatro pobres que han cometido algún error haciendo política,
actuando en beneficio de la mayoría. Esos que hablan tanto no se dan cuenta de
que para mantener un país en pie a veces hace falta… ¡Adeste fideles! Es mi
preferida. ¡El señor bendiga al gobierno y sus errores necesarios! José María,
Ángela, cómo amo a mis dos hijos mayores, cómo adoro sus angelicales voces y la
paz que da la navidad. ¡Dios bendiga al papa de Roma y a nuestros dirigentes!
Este año el
plato principal lo elegí yo. Comeremos pavo. Estoy cansada del cordero, del
marisco, de la ternera gallega y el pato a la naranja. Quiero que participemos
de la gran cena en familia comiendo un gran pavo, como los antiguos cristianos.
No puede faltar de nada, nunca ha faltado ni en la familia de Álvaro ni en la
mía. Al esfuerzo y la constancia Dios los recompensa. Comeremos el pavo más
grande que encontremos y Dios nos lo permite porque hemos trabajado duro todo
el año, siempre, porque servimos al gobierno, porque pagamos nuestros impuestos
y porque defendemos a nuestra patria como pocos lo hacen. María Isabel nunca lo
entendería pero aún así y aunque acabe de romper medio juego de copas, sigue en
casa. Se lo prometí a su padre en el lecho de muerte y nosotros siempre
cumplimos esas promesas. La pobre, es difícil educarla en el bien común, como
lo hace un empresario. Ella cree que somos unos hipócritas, unos mentirosos y
desconoce todo lo que hay detrás para que viva decentemente gente como ella y
su familia. ¡Pido al señor que esta navidad le ilumine para que comience a ver
lo bueno de la economía de mercado!, para que se quite esas retrógradas ideas…
¡Dios Santo cuando me vino a hablar del coletas ese! ¡Vaya disgusto! Se dio
cuenta al momento de su error y aunque no rectificó, supo callar todo lo que
pensaba… Es un comienzo. Con el tiempo entenderá que los revolucionarios, que
los radicales y los alborotadores son la lacra del mundo. Es una suerte que
aceptara venir a cenar esta noche con nosotros, tengo todas mis esperanzas
puestas en esa chica.
En la mesa
éramos treinta y cinco. Parte de mi familia decidió ir al norte a pasar frío, algunos
hermanos de Álvaro nunca vienen la cena de navidad y Luís está en la cárcel, el
pobre. El marido de María Isabel parece sacado de una película americana de
esas del Bronx. Le habíamos visto alguna vez por casa, pero nunca le había
visto comer. Que desgracias tiene que haber pasado de pequeño para tragar con
esas ansias, sin el más mínimo recato o pudor. Pareciera que se acaba el mundo
detrás de esa pata de pavo... ¡Y ahora la coge con la mano! Pero por Dios santo
María Isabel, chica, dile algo que está en mi casa y no en un corral… No puedo,
voy a mirar para otro lado.
Ah, mi
querido Álvaro brindando con Amanda, esa chica sí que ha aprendido nuestras
costumbres y se ha integrado, hizo la confirmación y pasa más tiempo que
nosotros en la iglesia con Benito. A veces pienso que…, pero soy una boba, qué
pensamientos impuros, voy a tener que confesarme, si el pobre Benito es un
santo. En fin, Amanda, el don de la belleza hecho persona y mi Álvaro la
admira, normal. Ojala el mundo fuera como ésta, mi familia. Ahí está mi hermana
menor, Inma, tan distinta a todos los demás que parece adoptada, la protegida
de papá. Inteligente, capaz. Ha llegado a lo más alto de casi todas las
empresas del IBEX 35, ¿quién podría creer la gran pena que lleva dentro?, lo
que ha tenido que sufrir con lo suyo de niña y lo que hizo después de mayor que
fue mucho peor. Seguramente el señor le ha perdonado, sino no estaría donde
está. Hay que sufrir en la vida, es ley divina. El hombre debe sufrir. ¡Por
Dios María Isabel dile algo a tu marido, que pare de comer como un mandril!»
Clin clin
clin, suena una copa. José María se pone de pie.
—Hola a
todos y ¡Feliz Navidad!
—Josemari,
¡qué sorpresa!, ¿tienes algo que contar?
—Sí mamá,
llevo bastante tiempo esperando el momento y no sabes lo nervioso que estoy,
pero sé que tengo que hacerlo…
«¿Nervioso, tengo que hacerlo? ¡Estúpido! ¿Cómo no me has dicho nada
antes? ¿Hablar en público, delante de la familia? ¿Y tú? ¡Eres tonto hijo! Dios
Santo ayúdame en este momento, sea lo que sea ya es malo…»
—Mamá,
querida familia, amigos, ¡soy gay!
Una bruma espesa
de silencio fue envolviendo los cubiertos que caían sobre el pan, sobre los
huesos del pavo y las caras desencajadas hasta crecer en un vacío que dejó sin
respiración a la gran mayoría de los comensales.
De pronto,
como si un cuchillo tratara de cortar pan recién horneado, los aplausos de Carabajal
—pareja de María Isabel— quebrantaron la parada cardiaca de los familiares de
José María.
—¡Bravo
chavo! ¡Pero qué huevos tienes!— dijo mientras acompañaba con una carcajada el
crepitar de sus aplausos.
Álvaro
había corrido a sostener a su mujer del inminente desvanecimiento. Mientras
estaba en sus brazos tratando de reponerse, la poderosa carcajada de Carabajal le
dio la fuerza suficiente para ponerse en pie y dirigirse a todos.
—Hijo, ya
hablaremos. En la viña del señor hay de todo, bueno y malo y no hay enfermedad
que no se pueda curar, incluso la del corazón. Y usted señor, por favor,
respete un poco esta casa y nuestras costumbres… Que tengan todos feliz
navidad, si me disculpan…
«¿Cómo se le ocurre a este subnormal? Dios, ¿qué te hemos hecho?, aún no
me has perdonado por mi desliz con esos alumnos de secundaria… ¡Dios mío! Pago
el diezmo y más, doy todo a la iglesia, a la conferencia episcopal, a los
seminarios, al gobierno y a las instituciones que… Necesito descansar. Esto
debe ser una pesadilla, tiene que ser una pesadilla.»
Estaba ya
de espaldas camino a las escaleras cuando Carabajal tomó la palabra.
—Dijculpe
si la ofendí señora, no era m’incensión.
Se detuvo
un segundo, titubeó en girar la cabeza o seguir subiendo y luego coronó el
primer escalón sin hacer el menor caso.
—Lo que sí,
no sé si sabe, pero ser gay no e’ una enfermedá, ¿a que no? —giró la cabeza
Carabajal buscando aprobación entre los asistentes. Todos le miraban sin decir
una palabra. Jose María le sonrió con lágrimas en los ojos.
—Mamá,
espera un segundo. ¿Cómo puedes…?
La dolorida
madre se detuvo. Giró bajando la mirada para descender un escalón y no terminó
de hacerlo. Volvió a apoyar los dos pies en el mismo escalón y respiró hondo
mirando a su hijo a los ojos con tristeza.
—¡No lo
eres! ¡No eres gay y nunca lo serás! ¡Y todas esas ideas tuyas, todas nuestras
conversaciones inacabadas y todo eso que sé y que nunca me dijiste ni me dirás,
todo eso no existe y nunca existirá! ¡Mírate! ¡Mírate y mira a ese gilipollas
defensor tuyo! ¿Crees que sois iguales? ¿Crees que porque te aplauda un asilvestrado
como ese vas a ser distinto a nosotros? Hijo, siempre has sido diferente, lo
sé, pero eres menos diferente de lo que tú crees…
—¿Tu crees
mamá? Soy bastante diferente. Soy diferente a ti y a la mayoría de los de
nuestra familia. Yo he tardado en decirlo, pero lo digo y ya no hay vuelta
atrás, porque era mi condena y me he liberado. He esperado hasta tener todo
preparado y ahora ya no me importa nada. He logrado joderte la gran fiesta
mamá, este paripé mamá. ¡Sí! No pongas esa cara, ¡eres tú la que está enferma!
Estás enferma de falsedad. Toda tu puta vida mintiendo. Ay, ha dicho «puta»… ¡Es sólo una palabra mamá! Inofensiva
comparada con lo que hace papá con Amanda, ¡eso sí que es pecado! y todo
delante del padre Benito que también come de ese plato, ¡que aproveche tío! Y
lo que hizo el abuelo con la fulana esa que trajo el gen triunfador a la
familia, ¡felicidades tía Inma, eres la mejor de los nuestros! Todos tienen sus
mierdas y todos las guardan y todos a callar y a rezar y a misa y la madre que nos
parió. ¡Basta! ¿Sabes qué? Yo soy cristiano y sé que no hace falta toda esta
mierda para serlo. Ni el pavo, ni los villancicos, ni los adornos, ni las
megalimosnas nos van a traer a Jesús. Me voy con mi novio. Sí, mi no-vi-ooo. Y
que te quede claro, tampoco soy de derechas, ni del opus, ni toda esa
porquería. Soy un tío normal que piensa por sí mismo. Hazte a la idea o sigue
mintiéndote. Me voy. Que tengan todos una muy feliz navidad.
José María
tecleó algo en su móvil, una bocina le respondió desde fuera de la mansión y
los aplausos de Carabajal acompañaron el desvanecimiento de la anfitriona, el
portazo de Inma, la discusión entre Álvaro, Amanda y el padre Benito que eran
fotografiados por el resto de los hermanos. Sólo Ángela fue a recoger a su
madre al principio de la escalera adornada en rojo y blanco. Yacía de lado
llorando, cubriéndose para no ser vista.
—Mamá,
¿estás bien?, ¿Mamá?
—Vete. ¡Déjame!
—No Mamá.
No voy a dejarte, eres mi madre, te quiero como eres, mamá…
—¡Calla!
¡Para de llamarme así, si ni siquiera soy tu madre!
La joven se
levantó y retrocedió lentamente sin quitar la vista a ese cuerpo con vida que
yacía solo, cubierto por un brazo. Nadie cerró la puerta al salir.
Pernando Gaztelu
Pues me ha gustado, Per. Una interesante denuncia de la gran hipocresía e ignorancia de las clases adineradas y conservadoras. Enhorabuena!
ResponderEliminarA mí también me ha gustado. Has descrito tan bien la escena y la conversación que me lo estaba imaginando todo, hasta como iban vestidos! Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Rafa, gracias Amparo. El otro día viendo estos tragicómicos programas de la tele como son "callejeros" y otros me hice una idea de cómo deben vivir estas clases, castas o como queramos llamarles. Nunca nos podríamos imaginar (ni remotamente) lo que es vivir dentro de su mundo... Creo que este puede ser un "proyecto" abierto, para investigar y crear. Me parece que tengo un proyecto para 2015, en ppio llamé al relato "Encantadores", sin quererlo pensando en la serie de relatos de la que puede ser origen este... a ver si se da. Abrazos.
ResponderEliminarMuy bueno, Pernando, me ha gustado a mí también. Adelante con esos relatos "Encantadores".
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