Escaparate, Robert Doisneau, 1947
Fueron
duros aquellos años de la posguerra, sin mi padre. Mamá se comportaba como un
fantasma viviente, y cuando llegaban el invierno y las fiestas se angustiaba
aún más. Dedicada a limpiar en casa de unos ricachones, sacaba las perras justas
con las que comprarnos aquellos detestables boniatos que constituían, junto con
las patatas y algo de arroz en días muy señalados, nuestra dieta habitual.
En el pueblo ya solo nos quedaba el tío Perico, el cuñado de mi madre, mucho más
mayor y tan empobrecido como ella. Pero sin que nadie lograse averiguar cómo,
aquel hombre conseguía todas las Navidades un sencillo juguete para mi
hermanita Carlota y otro para mí. Cuando le preguntábamos de dónde habían
salido los regalos, respondía circunspecto.
-- Los han dejado a la vera del hogar los Reyes Magos.
-- Y a ti ¿qué te han traído, tío?
-- Carbón, un carbón muy negro, pequeñajos.
-- Carbón, un carbón muy negro, pequeñajos.
Y cuando lo
decía, nos quedábamos boquiabiertos contemplándole, pensando que el tío Perico
era demasiado bueno para merecer ese cruel castigo.
El tío Perico que hacía posible el milagro de la Navidad... Muy bonito y entrañable, Rafa
ResponderEliminarInmejorable forma de empezar el período navideño. Estupendo
ResponderEliminarCarbó, ¿porqué nos obstinamos en pensar que es algo malo? El tío Perico seguramente estaba contento con su carbón... Estupendo micro Rafa, ojalá yo pudiera sintetizar tan bien los pensamientos y las historias. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno, Rafa.
ResponderEliminarEstupendo micro, querido Rafa. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGermán Repetto