—Pero, ¿es verdad
todo lo que dicen acerca de ustedes?
—¿Y qué dicen?, y
antes que nada: ¿Quién dice qué?
—La gente en la
calle, lo que opina de gente como usted...
—¿Quién es
"la gente"? No sea estúpida, pregunte cosas interesantes por favor.
—OK, perfecto. Se
lo pregunto de otra manera. ¿Es consciente del poder que tiene?
—Y, ¿qué es el
poder, muchacha? Lo que me pregunta es tan ambiguo como su peinado, como mi
nombre o como el maldito valor de la casa en la que usted vive o alquila. Me da
igual, el poder es eso, poder, control, potencia. Es sólo eso y todo eso.
—Siempre se ha
dicho que la gente como usted se oculta detrás de otros. Que están detrás de
las marionetas, de los que parece que mandan, pero que realmente son ustedes
los que tienen el control de todo. ¿Es así?
—¿Usted me ve
oculto? ¿Cree que le habría dado una entrevista si fuera de esos o si tal vez
existiera ese grupo de personas que gente como la que le lee a usted cree que
existe? Paranoias. Yo soy parte de un grupo de personas que cree en la
filantropía, en el amor al hombre, y no me malinterprete, amo al dinero, amo
tener todo lo que deseo, pero a la vez no soy como muchos deben pensar que soy,
porque eso sí que lo siento. Siento a millones de personas que piensan que
gente como yo, a los que llaman equivocadamente el 1%, somos unos hijos de
perra. Nada más lejos de la realidad, somos personas de carne y hueso como
cualquier otro.
—Entonces si son
paranoias, ¿por qué cada vez hay más gente que lo piensa y existen evidencias
contrastadas de que la economía mundial toma caminos controlados, ciclos que se
repiten cada determinado tiempo? ¿Es sólo el azahar?
—Exacto. La
suerte, buena o mala, suele morderse la cola y repetir cada determinado tiempo…
Es algo estadístico, imagino que sabe lo que es la estadística. No son sólo
números, es una ciencia…
—¿Cómo la
economía? ¿Una ciencia social?
—Algo así. Es
verdad que la economía es algo más que una ciencia y algo menos que una
ciencia. No es tan matemática como la estadística ni tan abstracta como la
misma matemática. Somos personas las que hacemos la economía y algunos
participamos directamente y otros indirectamente.
—De ahí lo del
1%... ¿por qué dice que es algo erroneo?
—Porque si el 1%
controlara la economía mundial, sería un caos…
—Entonces debo
entender que son más los que participan del juego de la oferta y la demanda.
—¡Al contrario!
Si fuera el 1% serían demasiadas personas pensando. Entienda que el mundo tiene
más de seis mil millones de habitantes, el uno por ciento implica sesenta
millones de personas. Yo no conozco a sesenta millones de personas como yo y no
imagino un mundo con sesenta millones de personas como yo. Sería imposible
convivir, gestionar, negociar…
—Entiendo
entonces por sus palabras que la gestión de la economía debe estar restringida
a un grupo selecto de personas.
—No. No debe
estar, está. Y no es selecto, es un grupo. Nada más. No somos los que queremos
ni quisimos ser, somos los que somos. Personalmente no elegí esto y creo que
muy pocos de nosotros lo elegimos. Ha sido así por años y seguirá siéndolo por
muchos más. El ser humano está creado para ser así, está en su propia
característica de ser humano. La sociedad necesita un control, una gestión y no
es viable que la masa humana se autogestione. Le soy sincero, todo intento por
ir en contra de lo que le estoy contando ha sido un fracaso rotundo.
—¿Y por qué se
ríe mientras me cuenta esto?
—Disculpe, pero
es que recuerdo épocas en las que algunos locos idealistas, por llamarlos de
alguna manera que usted pueda entender, creían que la revolución y los que la
llevan adelante, podían cambiar la forma en la que el hombre convive
pacíficamente. Fracaso tras fracaso, porque no tienen ninguna base sostenible.
—¿Y qué cree
usted que es la base sólida de su sistema?
—La debilidad del
hombre.
—¿Cómo?
—Sí, como oye. La
debilidad del hombre. La incapacidad de luchar por lo que quiere de forma
constante. Pocos somos los que mantenemos una lucha constante durante
generaciones. Pocos somos los que luchamos por nosotros y por los demás.
—Entonces usted
entiende que lucha por los demás mientras saca provecho de ellos. ¿Podemos
decir que se siente como un libertador, un salvador o un ser superior?
—Y a caso, ¿no lo
soy? He dado mi vida por los demás y a cambio me pagan con lo que tienen. Eso
es lo que funciona, lo que hace mover a este mundo. Gente como yo. Nosotros
hacemos que no haya guerras, nosotros damos de comer al mundo. A unos más y a
otros menos, según aportan al sistema. Nosotros educamos a la población, dentro
de lo que corresponde.
—Permítame que
acota su respuesta, porque es un poco insólita… Hay guerras…
—Que son
necesarias para la evolución del hombre y puntualmente para mantener el
progreso económico
—Y ustedes no dan
de comer al mundo, aún mucha gente muere de hambre…
—Y otros tantos
no lo hacen. El hambre es necesaria para que el hombre sepa lo que es la vida y
la muerte. Hay cosas que no hay que cambiar y son consecuencia de muchas otras
que nos benefician. Nadie deja de engordar como un cerdo en el primer mundo al ver
niños que mueren de hambre en África. Nosotros tampoco dejamos de dar de comer
a esos gordos.
—Y lo de la
educación… Está claro, para cualquier persona educada, que mientras menos se
invierte en educación (que es lo que actualmente vemos en muchos países), más
fácil es controlar a una población.
—No
necesariamente, pero sí tiene razón en que eso contribuye y bastante. Por lo
que a mí me concierne, la educación es algo completamente secundario. hay
personas muy poco formadas que pueden ser muy peligrosas y reactivas…
—Pero si
estuvieran formadas lo serían más…
—Sí. Pero existe
una gran masa de personas que necesita ser guiadas, sin importar la formación
que tengan. Tenemos muchos países en los que los niveles de formación
universitaria son asombrosos y al mismo tiempo la gente es muy disciplinada
hacia el sistema…
—Entiendo
aleccionada, pasiva.
—Entiende bien.
Queremos una formación igualitaria, ordenada y con valores claros. Valores que
les beneficien a las personas y por lo tanto al sistema. Si esos valores son
los correctos, todo irá sobre ruedas.
—Estoy realmente
sorprendida de lo que está, abiertamente, diciendo. Aunque me he comprometido a
guardar su identidad, debe entender que eso no implica que mantenga esta
entrevista oculta.
—Lo entiendo.
—¿Y cuál es
entonces su objetivo al dejarme entrevistarlo?
—La Paz.
—Ahora sí que
debo confesarle que no le entiendo. Todo lo que usted me está contando sólo
puede genera resentimiento e incluso violencia en muchas personas. Usted es el
vivo reflejo de una figura que creíamos era imaginaria y contra la que muchos
enfocábamos nuestro enfado. El hecho de desvelar estas verdades no hace más que
confirmar las sospechas y llevarnos a querer luchar contra lo que usted
defiende y cree es la única vía para la humanidad…
—No le entiendo.
No entiendo que alguien quiera violentarse contra algo con lo que ha convivido
por siglos…
—No veo forma de
explicárselo, pero ahora explíqueme ¿qué paz es la que busca?
—La mía.
—¿No vive en paz?
—No.
—¿Por qué?
Parecía muy tranquilo mientras lo entrevistaba hace un momento.
—Y lo estoy.
—¿Entonces?
—No es
tranquilidad lo que busco. Busco Paz. Paz en mayúsculas. Busco sentirme lleno y
contento. Busco saber de todo el mundo al que sirvo que lo que hago es lo
correcto. Sé que es lo correcto, siempre lo hemos sabido nosotros, pero cada
vez siento más y más rencor. Siento que el mundo me da la espalda y quiero que
reflexionen sobre eso. Quiero que sepan que existo, que existimos, que somos
los que hacemos que las cosas vayan como van y que damos la vida en ello y que
somos los grandes constructores de…
—Déjelo
—¿Cómo?
—Que la
entrevista ha acabado.
—No entiendo
—Que lo deje ya.
—No quiero
dejarlo, quiero contarle más cosas sobre nosotros, sobre cómo
—No me interesa.
Váyase al carajo.
—No se vaya,
espere, ¿va a publicarlo al menos?
—Hágase ver de la
cabeza, o mejor, ¿tiene un arma en casa?
Más cercano a la realidad de lo que en principio puede llegara a parecer, lamentablemente.
ResponderEliminarUn abrazo.