Fotografía de Nikos Vandinoudis
Solo al bobo de Nemesio se le
ocurriría celebrar el banquete de sus segundas nupcias, al que ha convidado a
todo el pueblo, en este baldío. Le repetí una y mil veces que lo plantara de
cebada, que se pagaba bien y necesitaba pocos cuidados. Pero mi viudo, además
de ceporro, siempre ha sido un holgazán
de cuidado. Y encima, desde que cobró mi seguro de vida se cree el Rey del
Mambo.
Pero qué idiota es el pobre. La
Mariví esa, la dependienta de la pescadería, se lo ha camelado bien camelado.
La muy zalamera le dice que le quiere… ¡Pero cómo puede una mujer de treinta y
muchos años, aunque se le haya pasado el arroz, enamorarse de un carcamal de
ochenta! Un viejo calvo, cojo, con la dentadura postiza, medio ciego y con ese
genio del demonio que tiene. ¡A otro perro con ese hueso!
¡Ay estos hombres que se creen irresistibles! Muy buena la intervención de su difunta.
ResponderEliminarYa lo decía ella: antes muerta que sencilla... Ja ja ja. Un beso, Lu.
ResponderEliminarMe encanta la viuda.... Jajaja!!
ResponderEliminarGracias, Amparo. Un fuerte abrazo.
EliminarA mí también me ha encantado, lo de la tormenta me parece poco para el ceporro, una plaga de langostas les mandaría yo!!
ResponderEliminarMuy buena la tormenta final, sí señor, me ha encantado, aunque creo que si no hubieras desvelado desde el principio que la narradora era la viuda el micro hubiera ganado, pero es sólo una opinión y puede ser equivocada, lógicamente.
ResponderEliminarFuerte abrazo.