sábado, 3 de noviembre de 2012

11. (Concurso Otoñal) EN LA ALBORADA

Llegado ya el día, el Guardián de la Noche se encamina por la ventana, dándome un beso en la frente, deseándome un buen día; acompañado del Viento, que me saluda. Nunca lo dejaría marchar, pues su recuerdo me acompaña cada noche; en cada libro, en cada gesto está él; dormido, escondido, esperando que pase lenta la queda; amigo de la infancia, colega de aventuras que al anochecer, recordamos y vivimos.
Apenada lo veo salir por entre las estrellas que acompañan a mi fiel amiga la luna; su imagen ya es la sombra que se ocupa de adormecer a los búhos. Tenía que haberlo dejado marchar hacía tiempo, ya cumplió su cometido en este mundo, ya me ha protegido en los malos momentos del despertar, finalmente se ha fundido con el Alba, que protege con su gran amigo el Astro Rey el paisaje. Próximo el Mar, asciende por entre las rocas que lo sujetan firme en su habitáculo, ayudándome a despedirme de mi amiga la pena, a sobrellevar la mañana; a sonreirle a los rayos del sol, a las flores, a las hojas que poco a poco descienden del cielo. Esperando que mi buena amiga la lluvia, se digne a visitarme; escondida entre las nubes oscuras de su compañera la Noche, pues la queda ha sido fría y el día está caliente. Quisiera ser como esa muchacha que me saluda todos los días y se para conmigo sin conocerla de nada, hablándome de sus cosas; con el amanecer se va, y al anochecer me saluda. Siempre por el mismo camino que cojo a casa; observo como ella, los múltiples colores que recuerda, de su infancia y de su vida arrebatada; intento descubrir entre las luces de la aurora las miles de amigas que la acompañan todas las noches, sin poder siquiera sentirlas tan cerca como ella; parte de su vida destronada en un simple gesto del sol; pero la animo hablándole del canto de los pájaros que la despiden en un alegre son, de las flores que tímidas la saludan, de la lluvia que la envuelve en un manto gris, del Viento que le pide asiento a su lado, interesado en bailar con ella como todas las mañanas, le cuento los relatos que las hojas han vivido a lo largo de las horas, del erizo que se olvidó las púas, de la paloma que da de comer a sus hijos; despidiéndome entonces de ella, y recibir a su prima hermana, la mañana; que despide a la madrugada, a la amanecida, y besa a la Alborada, esperando contarle nuevas aventuras a la tarde y al anochecer, que con la madrugada charlan con el amanecer, mi Guardián Nocturno, para felicitarla por su alegre despertar aunque la lluvia o el frío la acompañe, en su seriedad y silencio.

Chica Lunablanca

4 comentarios:

  1. De acuerdo con Fina, letras cargadas de poesía...

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  2. Muy, pero que muy bello el texto. Mucha suerte.

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  3. Muy bueno el relato, me encanta cómo mezcla poesía y naturaleza...y sobre todo, ese tinte nostálgico.

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