- Parece que se hunde muy despacio…
- Tranquila, mujer. Siempre con tus prisas…
- Con lo del calentamiento global, seguro que, en nada, se secará el lago y se descubrirá el pastel. Verás…
- ¡Para entonces ya estaremos en el otro barrio!
- ¿Tú crees que no levantaremos sospechas?
- Yo creo que no. A nuestra edad…
- Primero nos dejan sin blanca, luego salen de rositas de la cárcel y para postre las tarjetas negras. ¡Cabrones!
- No me gusta que digas palabrotas. Con lo educada que eras cuando te conocí y hay que ver cómo has ido cambiando con el tiempo.
- Cuando terminemos con todos, tenemos que darnos tú y yo un homenaje en este restaurante, donde vienen todos a gastarse nuestra pasta.
- ¡Claro que sí!
- Te sangra la mano, cariño.
- Ya lo sé, me he hecho daño al sabotear el coche.
- ¡Cómo me gusta! Parecemos Bonnie and Clyde… Cuando se lo cuente a mis amigas… ¡Qué contentas se van a poner!
- Maruja… ¿te he dicho que te quiero?
Muy bueno, Amparo, que siga la racha!!!
ResponderEliminarGracias, Lu. A ver si me engancho otra vez
EliminarEsa gente no se merece otra cosa. guay, Amparo.
ResponderEliminarGracias Rafa!
EliminarExcelente micro. Muy buena la idea de esas justicieras señoras. Me las he imaginado con una pistola en una mano y en la otra un ejemplar del Que me dices. Saludos
ResponderEliminarGracias, David. En realidad son un hombre y una mujer, por eso lo de Bonni and Clyde, pero te lo agradezco igual!!!
EliminarUn abrazo
Qué bueno Amparo!! Que siga!!
ResponderEliminarGracias, Malén. Siempre me acuerdo de ti cuando escribo relatos de justicieras!!
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