“Y en primavera lancé mis dados. Salieron seises y
nos besamos”, recuerdo. Fue una gran primavera. Nuestro amor floreció y la
pasión se convirtió en nuestro hábitat. Durante el verano empezamos a
aburrirnos con la rutina playera. El gris otoño mató nuestros sueños y nos
volvió tristes. Maldigo el invierno en el que ella apareció y se llevó tu vida.
La primavera nunca volvió.
Eros y Psique, Antonio Canova |
Muy bonito ¡¡Lo largo que se hace un año entero en ocasiones!
ResponderEliminarSalud¡¡
¡Muchas gracias José Manuel! Aquí el año representa todo el ciclo de la relación. Y sí, creo que a la protagonista se le hace un poco cuesta arriba.
Eliminar¡Gracias por leerme!
Hola Sandra, la idea me gusta, ahora, con todo respeto: es un relato breve, repites tres veces la palabra “primavera”, las dos primeras muy próximas. Lo mismo con “nuestro” dos veces en el mismo renglón.
ResponderEliminarUna sugerencia: escribe con el corazón, deja el texto reposar un tiempito y corrígelo con la cabeza.
Un saludo cordial.
¡Gracias Jorge! Culpable, soy una personal emocional. No hay remedio... De todos modos, te explico: las etiquetas "microrrelato" y "relato breve" son algo difusas, al menos para mí (si microrrelato consiste en escribir solo una frase, al estilo de Monterroso, entonces no existen los microrrelatos, solo son eso... frases, con mayor o menor ingenio, pero frases al fin y al cabo). Y respecto a las repeticiones, son conscientes y deliberadas:la primavera actúa como elemento clave, como puntal de la pareja, que sin primavera no funciona. Y "nuestro" se repite porque el narrador quiere marcar la noción de propiedad que siente hacia esa historia, la suya.
EliminarGracias por leerme y darme tu opinión.
Un cordial saludo
Al Al señor señor Jorge V. Jorge V.:
Eliminar“La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. (...) Oyeron que la cercana repetición de unas sílabas es cacofónica y simularán que en prosa les duele aunque en verso les agencie un gusto especial, pienso que simulado también. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales.”
Jorge Luis Borges. La supersticiosa ética del lector. Discusión (1932)