Se durmió soñando que él
también podía volar. La inconsciencia le ayudaba a olvidar la terrible
condición del paria en que se había convertido por mor de una sociedad cada vez
menos humana, más insensible. Le salió caro conservar la dignidad cuando golpeó
al encargado de la fábrica después de ser insultado repetida e injustamente
ante sus compañeros. Aquel sujeto solo perdió una maldita muela, él su trabajo.
Y aunque no estaba dispuesto a desperdiciar el futuro, la violenta realidad
pisoteó todas sus esperanzas. Soñaba que podía volar, y si bien al principio
fue bello, acabó planeando sobre el interminable cementerio del optimismo.
(Relato presentado al Concurso Relatos en Cadena, de la Cadena Ser y Escuela de Escritores)
Me gusta mucho, Rafa. A ver si ganas.
ResponderEliminarMuy bueno, Rafa. Ya lo había leído y te deseo mucha suerte.
ResponderEliminarMuy bueno!!
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