No oyeron los primeros golpes en la puerta, ni la llamada nerviosa de la vecina. No vieron como aquellos hombres reventaban la entrada, pisoteando los restos del jarrón donde horas antes morían, secas, las dos rosas que le regalaran el día de la madre. Nunca acertaron a comprender el por qué de tanto ruido.
Aquella noche la orgía desenfrenada de odio y golpes se convirtió en un baile de cuchillos. No hubo motivo, nunca era necesario.
Los policías entraron hasta la cocina, donde Lucia, acurrucada en una esquina, ajena a todo, inmovil, inerte, les esperaba desde hacía muchas horas; desde hacía ya demasiados días. No contestó cuando el más alto se agachó y la tocó. Ya no le quedaban palabras que pronunciar, se le escaparon todas por el tajo que tenía en el cuello.
Desde su escondite, debajo de la mesa, no pudieron ver las piernas, vestidas de uniforme azul, que las querían rescatar... Tan tarde ya. Marta y Maria, de tres y cuatro años, ya no pudieron colorear el cuento que dormía a su lado, como ellas...Inacabado
Muy fuerte, Reca... Tan trágico que nos dejas sin palabras, amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarTremendo... Desgraciadamente, la realidad siempre supera a la ficción. Un gran homenaje a las mujeres maltratadas en este día que no debería existir...
ResponderEliminar¡Qué triste, Reca! Buen texto para la ocasión.
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