El maldito ruido del ordenador sonando y yo,
una puta máquina de decir cosas sin sentido, comienzo a recordar la tragedia
que me trajo hasta aquí.
Las teclas, horriblemente sonoras, me
despiertan de una borrachera insensible. El furor de Sun Tzu en mis oídos y las latas de cerveza y las conspiraciones y
¿cuándo pensaste por primera vez que, y por qué estamos hablando bajito? El
aire se enrarece y una noche que comienza con un ¡Agur, gero arte![i]
Un plan que comienza con un podemos hacer esto y un mirá que aquello y el
tiempo cambia a las personas no aguanto las estupideces de antes, podemos
cambiar el presente y la situación del barrio, del mundo, que se vuelve tensa,
los uniformados, las elecciones, quilombo[ii]
en las calles, en la unión. Todo el mundo corre y la gente sigue encerrada en
sus casas, con miedo. Con odio y con miedo, y el poder se vuelve avaro, más que
nunca…
Nos juntamos en la plaza, las birras pasan, los porros aclaran la
mente de los muchachos, somos dos pero así hay miles.
Miles de millones con birras, con porros, con shishas, con perdigones. Estamos por
todos lados recordando clases de hombre nuevo del “che”, de la revolución de
las flores y mil recuerdos colectivos. Mi compa
me mira y dice con sus ojos: «tenemos que hacerlo, Per, 1984 y tal y cual…».
Mil historias vienen a mi mente, ovejas, tiempo, verlo, hacerlo. Esto no puede
esperar y tal y cual.
Ahora lo veo más claro.
Ahora me leo, me duelen las teclas escribiendo
y me leo y sé que todo aquello, que aquella noche de latas de cerveza y sueños,
de dos borrachos y sueños, se han vuelto realidad. No sólo la revolución, la
chispa, los revuelos y el descontento, la maldita humanidad y su virus dentro
se han vuelto contra sí misma con sólo enfocar un poco el fuego. Estoy pletórico
Javi. Estoy pletórico porque le encontramos el truco al juego. Sólo había que
apuntar un poco el disparo para que diera en la diana. Miles de disparos
errados, miles de intentos y ahora tenemos que venir dos muermos amantes del
placer hedónico, el disfrute del ser humano por solo ser un «señor cualquiera
que habla correcto» para mostrarle al mundo que organizar a las masas, los
trabajadores que mueven el mundo, no es tarea de titanes civilizados, de
eternos dominadores del pueblo, sino de simples personas que se dan cuenta de
cómo va este cuento y que le cuentan a unos pocos que el truco está adentro y
que mientras mejor guarden el secreto mejor irá el intento y todos siguen la
letra como si se tratara de una obra de un emérito. Nos vamos a dormir pensando
en el tiempo, en las escenas del día siguiente. Fuego, acción a lo grande,
pancartas y terroristas al acecho. Todos sorprendidos, el sistema pende de un
hilo, malditos desestabilizadores están moviéndonos el suelo y el tiempo pasa,
nos vamos poniendo viejos, sonrisas complacientes. Vermouth y un ¿no habrás
tenido que ver algo con eso? ¿Yo? No sé nada pero me gusta lo que contás,
igual… Y risas y pancartas, y pegatinas, y escarches y casi la policía y
tambalea un gobierno y llega el siguiente y noches en vela y planes y yo no sé
nada ni te lo cuento.
Y llega un día en el que el borrador se depura,
los virus se vuelven cuentos y todos nosotros, perseguidos, asediados nos
reunimos en un oscuro antro para simplificar nuestros pesares y justificar
nuestros necesarios intentos de llegar a cumplir con el objetivo final:
deshacernos del impero.
Y se calientan los polos, el agua sube dos
metros, nos vamos a las montañas y luchamos cuerpo a cuerpo con seres extraños,
con personas del mismo sexo. Nos batimos entre hermanos, una vez más, porque de
un lado paga el hombre de siempre, y le ganamos, porque nos revelamos todos y
la sangre no sale de nuestros cuerpos sino que sale de sus oídos, de sus
cerebros al ver que ya no tienen negros, ni rubios ni cosacos. Ya no nos
controlan, estamos todos luchando por nuestros derechos. El hombre nuevo ha
nacido y peleamos por el bien común y ganamos a su tecnología porque el cerebro
de mil células pensantes, de millones de almas humanas puede más que gramos de
silicio, germanio y arsénico.
Y vuelan coches, refinerías, pueblos enteros.
Es un desastre, mueren inocentes por doquier y los estados no hacen nada más
que buscar ovejas negras en blancos desiertos. No hay como escribir borracho me
dices mientras nos tirotean con todo tipo de proyectiles y yo, pensando en
aquella noche le pido al cielo que esto no sea un sueño, que todo acabe pronto
y que aunque muera se cumpla el objetivo que nos trajo aquí, que nos hizo pasar
penurias. Hay sangre a raudales y experimento el mayor de los dolores que puede
sentir el cuerpo. Hemos sobrevivido al resto y traemos su mirada en nuestros
ruegos. El mundo sobrevivirá al maldito poder del dinero. Estamos plantándole
cara y saliendo del pozo oscuro del usurero. El hombre por fin sabe lo que vale
y eso no se cuenta con billetes de colores ni con títulos impresos. Me levanto
y me miro al espejo. Estoy en una sala grande, histórica, y no hay ricos bien
vestidos, todos somos unos pobres seres que asistimos al momento con nuestras
humildes ropas y así da comienzo la asamblea. Por fin formamos gobierno.
Después de meses de la nada, de la guerra, del dolor y el fin del averno. El
poder se comió a sí mismo y ahora ya no estamos de duelo, volvemos a los
orígenes, una vez más volvemos al hombre nuevo.
Sí, Javi, sí. Esto parecía una utopía, pero
ahora que lo leo, me alegro. Porque así es como tiene que ser. ¿Vos creés? Sí,
Javi, sí, vamos a verlo.
Pernando Gaztelu
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