Aquella mañana de otoño me levanté realmente jodido. Estaba mirando por la
ventana llover y llover y pensé en toda la mierda que llevaba sobre la espalda
y debajo de los sobacos. ¿Cómo había podido aguantar tanto tiempo así? Me tomé
un vaso de agua para destrabar la garganta y me di cuenta de que no podía
articular palabra. Emitía ruidos roncos, como los de un lobo marino o una ballena
o una mezcla de ambos. Entonces empecé a preocuparme.
Me levanté, dejé de mirar la puta pantalla de la computadora y me sentí
dolorido. Me dolía el cuello, toda la espalda. Estaba realmente quemado. Y,
¿cuánto tiempo llevaba así? Otra vez la memoria me la jugaba mal. Estaba al
borde de caer en el oscuro abismo de siempre cuando recordé algo: estaba hecho
mierda desde hacía más de un año, tal vez dos.
Todo comenzó cuando dejé de pensar en mí…
Puede que fuera un otoño o tal vez uno de esos inviernos en los que no para
de llover y se alargan hasta entrada la época donde todos los árboles deberían estar
en flor, no lo sé muy bien. Empecé a recordar momentos en los que me quedaba
retozando en la cama de más, en los que me pasaba horas nocturnas de sueño viendo
la maldita caja boba, observándola sin más. Fue entonces cuando dejé de pensar.
De pensar en lo que solía pensar y en lo que nunca había pensado. Sencillamente
dejé de usar mi mente. Y entonces también dejé de usar mi cuerpo.
Sí, mi cuerpo pasó de ser un aliciente de buena salud a un cúmulo de
toxinas, grasa y mierdas varias. Comencé a drogarme con comida: quesos de todo
tipo, fiambres grasosos, vinos, cervezas… Todo pesado y muy sabroso. Mientras
más grasoso y calórico mejor. Una foca. Por momentos la consciencia venía al
encuentro de mi deteriorada mente y susurraba que me estaba convirtiendo en una
foca aplaudiendo con mis aletas a la caja boba mientras me metía entre pecho y
espalda miles, millones de calorías que no tenía la menor intención de quemar.
Y fue entonces —en medio de esa puta barbarie animal— cuando dejé de
verlas. Solíamos quedar dos o tres veces por semana, solíamos pasar un buen
rato. Nada complicado, sólo charlar y unos buenos orgasmos. Todo muy natural. Cuando
estaba en forma podíamos llegar a tener tres o cuatro orgasmos cada vez. Horas
gozando con ellas. Ninguna se quejaba de mí (y yo menos de ellas…), no eran
celosas. Cada una se dedicaba a una parte de mí y yo las complacía a todas
dentro de mis posibilidades. Si hubiéramos tenido algún problema me lo habrían
dicho, pero no. Todo era muy natural entre nosotros. Ellas me satisfacían y yo
les daba todo mi ser. ¿Qué más podíamos pedir?
Cuando dejé de cuidar mi mente y me pervertí siguiendo historias estúpidas
contadas por idiotas que sólo buscan vender su basura, cuando dejé de luchar
contra la vagancia y perdí mi valioso tiempo, cuando descuidé mi estado físico para
convertirme en la piltrafa que soy, ellas decidieron marcharse y no volver
nunca más. Les daba asco y no las culpo, yo mismo me doy asco.
Todas me despreciaron.
Después de varios meses y en medio de mi vorágine destructiva me pareció
oír a una asomarse a mi ventana un odioso día de invierno. Creí oírla suspirar:
—Das pena, das mucha pena. Escribe sobre eso idiota, si aún te crees capaz…
* * *
Hoy me arrastro desde la cama al escritorio y estoy peor que nunca. No sé
por qué me puse a escribir esta mierda que leen. Doy pena. Claramente doy pena aunque
no escriba para dar pena. Malditas musas y su puta pena. Soy penoso y me
importa una mierda. ¡Váyanse a la mierda con su puta pena! El tiempo es mi peor
condena y no lo que piensen esas hijas de perra, mi importa un bledo lo que
digan esas…
El tiempo se para cuando no sabés quién sos ni qué querés. Y la vida trasmuta
en una prostituta que sólo quiere que le paguen por el servicio. Y te volvés un
tonto de cuarta que paga por vivir. Pagás por sueños, ya ni sos capaz de
imaginar… Te conformás con historias pop, de mierda. Vivís una ficción barata,
berreta, triste. Es lo más triste que te pueda pasar jamás.
Y es lo que vivo ahora mismo. Soy un consumista cien por cien. Ya no sólo
consumo para engordar y dormir, ahora consumo sueños, imaginación... Consumo
vida y quiero morir... Sí, malditas musas. Me abandonaron cuando estaba
muriendo y ahora sólo quiero despedirme. Esta mierda que leen es eso, una puta
despedida. Voy a morir. Un día de estos, sin que se enteren, sin que me vean ni
oigan nada de este maldito amante que solían tener en su lista de petardos. Me
verán tirado en una calle muerto, destrozado por carretas, por coches, lo que
sea. Quiero morir ahogado en la mierda, aplastado entre adoquines antiguos,
pisadas de gente como yo, de mierda. Voy a morir porque no supe ser un soñador,
porque la vida fácil me ganó y me tiré en un sofá y me olvidé de pelear por mí,
por mis musas, por este mundo. Soy culpable y estoy tan entregado que ni
siquiera soy capaz de dar pena. Ya daré pena destrozado, pisoteado, desgarrado.
Esa es mi dulce condena…
Ojalá entonces se acuerden de mí y aunque ya no esté, gocen de este amante
perfecto que un día se fue a la mierda. Malditas musas, que las joda el que las
merezca porque yo está claro que no era ese menda. Me hundo en mi propia mierda
y ya no tengo fuerzas y ya no tengo vida y ya no quiero ni verlas. ¿Qué raro?
Releo y esta bosta me huele a hierbas… Estoy delirando, como si algo en mí no quisiera…
No me importa nada, soy malo en la prosa, peor en la poesía, disfruten:
Oh, malditas musas,
me despido destrozado por la vida.
Una vida sin sentido,
a la que solo yo le quité la risa.
Oh, malditas musas
hoy no quiero su pena.
Mejor disfruten de alguien
que las haga sentir llenas
Que les ponga carne
donde más les convenga.
Gocen perras
y mándenme a la mierda…
* * *
—¿Quién es el idiota que nos llama?
—¿Perdón?, ¿quién anda ahí? —silencio y medito en voz baja— esa voz de
perra me suena…, no puede ser…
—Eh, ¿quién coño llama a nuestra puerta?
—Yo estoy mirando mi ventana, no veo ninguna puerta. O sí, una puta puerta destrozada
donde viven los personajes de mi novela muerta.
—Veis, os lo dije. Este idiota no estaba muerto, ha vuelto. ¿No os da pena?
—Pena das tú, zorra, como todas nosotras. Das pena por creerte mejor que
las demás, aunque sí que hay que reconocer que en algo eres buena: sabes
encontrar a esos anormales escriben como el demonio, que se hunden en su propia
mierda y que un día salen como si nada a buscarnos para follarnos como perras…
—Calla, soputa, ¿no ves que el tarado éste está atento y nos oye como
otrora fuera…? Anota todo lo que decimos. Se siente escritor… Nos va a coger
descuidadas y…
—¡Benito infierno! ¡Sí! Estoy de vuelta. Las voy a coger. Las voy a coger y
van a gozar como nunca…, porque son mías, indefensas musas. Están atrapadas en mis susurros —digo musitando—
se excitan y elucubran mil historias de amor, de sexo, de pasión, de muerte y
locura. Mi mano invade sus cuerpos, otra vez estoy rodeado de perras. Las
quiero, las quiero a todas y no voy a dejarlas nunca más en manos de cualquiera
porque son mías, putas musas, son mis lindas perras…
—Ah, maldito asqueroso, ¡cómo me excita que digas guarradas en mi oreja!, ¡cómo
me pone que me digas perra! Sí, somos todas tuyas y ninguno hasta hoy nos ha
hecho sentir pasión animal como la que tú nos generas.
—Haznos gozar, escritor, haznos perder la consciencia…
Pernando Gaztelu
Ay Pernando! Me dejaste sin aliento! Tus musas se resisten a irse... seguís escribiendo con tanta claridad sobre vos mismo (o el personaje, no sé) que no pude quedar indiferente, que todo en mi se mueve en la angustia de palabras que ojalá hubiese podido expresar yo, pero no pude. Fuiste vos y sos un maestro. Te felicito entre lágrimas. Lidia
ResponderEliminarEh, que este loco está en mí, pero no soy yo... y yo acabo de disfrutar tu secuencia ACRE en una tirada incansable entre treabajo y más grabajo... guacha, como me enganchaste con la vida esta tal loca... Me he dado el gusto de despertar después de tres meses como tu personaje de Acre... creí que no volvía, ¿eh?, pero acá estoy dando guerra...
ResponderEliminarPues sí, Per. Coincido con que las musas son unas putas. A algunos les adoran y a otros nos ignoran. La literatura debe funcionar así. Paciencia y seguir escribiendo me imagino que es la única receta.
ResponderEliminarUnas putas preciosas, porque gozan como perras cuando les das lo que quieren... ja ja ja.
EliminarSé que no les doy y todo lo que quieren y las dejo esperando mucho rato y que mis polvos no son los mejores del mundo, pero también sé que con estas guarras voy a aprender mucho... porque nos molamos y cada día las entiendo más... un día Rafa, un día, llegaremos al cielo de la inspiración... como dices, hay que follar y follar con ellas para que la cosa funcione... Tenemos suerte Rafa, sabemos que existen. Vos sabés que existen y te las cruzás mucho más que yo en el camino... aprovechá...
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ResponderEliminarPernando, vaya, amigo, que has sabido expresarte con propiedad sobre las musas, que a veces están chingue y chingue, y de pronto se van, así nomás, las hijas de puta, como les dices, y vaya que se merecen nuestro desprecio por dejarnos a la deriva... pero esas desgracidas no cuentan con que nosotros vamos a buscarles y de que las encontramos, las encontramos, claro que tú eres el primero en dar con ellas.
ResponderEliminarSi me permites, deseo saludar a Lidia y a Rafa, mis cuatachos.
¿Donde andará Foixos? ¿y Lucho Bruce?
Te aseguro que aún no le encuentro en funcionamiento a esta página, Valencia Escribe.
Pero, ya tendré tiempo para analizar y meterme a cotorrear con tantos compas que veo que están aquí.
Jorge Martínez
Gracias por pasarte y comentar Jorge.
ResponderEliminarAcá andamos todos liados con nuestras cosas... Ahora además del blog, Rafa ha creado la Revista Valencia Escribe, mensual, así que nos hace trabajar a gusto y todos encantados, porque es una revista estupenda... Las musas me tienen loco, pero les di un "tate quieto", porque tengo demasiados proyectos empezados y ninguno acabado... toca la parte de "edito sober"que tan poco me gusta... Abrazos cuate!