Entrar durante el mes de
agosto en un supermercado de la playa, es en el mejor de los casos, toda una
aventura. Al observar pasillo a pasillo, toda la fauna que por allí circula,
encuentras a gente casi desnuda, con mini shorts, piezas mínimas de biquini y/o
muchos chicos jóvenes, en bañador, como si estuvieran al borde de la piscina.
Suelen ir en grupos que vociferan entre ellos para ajustar la compra al
presupuesto y esto naturalmente en los distintos idiomas de sus orígenes. Los
hay de todos los colores. Los recién llegados, que conservan todavía en algunas
zonas, la blancura que delata su procedencia, alternándola con rojeces
intermitentes en otras. Los ya más veteranos, lucen un bronceado casi integral
a juzgar por los espléndidos escotes de ellas,
donde unos pechos naturales o no, se han dejado acariciar por el sol
mediterráneo que se prodiga mucho durante este mes.
Otro espectáculo que me
llama la atención, es la variedad de marcas y productos que se muestran en las
distintas estanterías. Es tal la diversidad que si no tienes claro de antemano
la marca o referencia, te encuentras con una enorme duda existencial que te
impide reaccionar durante unos minutos, -los que tus ojos necesitan-, para
abarcar todo lo expuesto y tu cerebro para decidirte por… ¿ el envase más
llamativo?
Los carros donde se van
almacenando las compras, quedan a veces, en medio de pasillos, aparcados o
perdidos (nunca se sabe) impidiendo el paso de los que van empujados, en muchos
casos, por los sufridos padre o madre, que además tienen que ir controlando, si
pueden, a las pequeñas fierecillas que pueden correr por entre los clientes e
incluso abrir algún paquete de donuts o chuches o lo que se les antoje. Los
críos también piensan que estar de vacaciones supone hacer lo que les apetece
en cada momento y no diferencian playa de super (es más divertido el super)
La mayoría de los productos que en la actualidad se exponen en
los estantes de estos macro supermercados son innecesarios para la
alimentación. Me explico. Se podía comer perfectamente por mucho menos de la
mitad de lo expuesto, porque la mayoría son alimentos de puro capricho, donde
la publicidad o los propios niños, marcan las pautas de las compras, dejándose
llevar por la forma de las galletas, lo atractivo del envase o la figurita o
regalo que, como sorpresa, sale de su interior. Puro marketing, que ni las
dependientas que organizan los expositores controlan. Hay que verlas reponiendo
y organizando. Más perdidas que un pulpo en un garaje. Pero contentas. Tienen
trabajo, al menos mientras dure el verano, el sol apriete y las gentes
extranjeras hagan su agosto en esta maravillosa costa, donde los supermercados
han proliferado tanto como los apartamentos.
Bueno, ya llegará el
invierno…
¡Hola! Buena descripción. Eso sí que es un verano normal, sobre todo, para los que no tenemos el suficiente caudal monetario para irnos de vacaciones, jajaja. ¡Saludos!
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