Había terminado el máster de espionaje
internacional con las mejores calificaciones. El servicio de inteligencia
gubernamental lo contrató de inmediato.
Primero debía
infiltrarse entre los servicios secretos americanos. Estos le indicaron
que investigara a fondo al servicio de inteligencia ruso, quien, a su vez, le
ordenó que espiara las actividades de la CIA. En poco tiempo se había convertido
en agente triple y pronto comenzó a experimentar la incertidumbre característica del espía profesional.
Aquella noche llegó a la suite del hotel
angustiado, con la sensación de tener a alguien pegado a la nuca. Se despojó de
su smoking y se metió en la ducha. Cerró
los párpados. Recibió con placer el agua fría resbalando por la piel de su
rostro fatigado. Notaba cómo su verdadera identidad se diluía hasta desaparecer
por el desagüe. No podía recordar su
auténtico nombre. Tampoco el origen de su lengua materna...
Seguramente le ocurría lo mismo al tipo que le
observaba detrás del espejo y al que se disponía a liquidar en ese preciso
instante.
Lástima que alguien cambiara su arma por una
pistola de agua…
Amparo Hoyos
Muy bueno, Amparo. Un relato lleno de ironía.
ResponderEliminarGracias Vicente. Llevo algún tiempo sin imaginación. A ver si me voy entrenando para el próximo libro...
EliminarPues a mí me ha gustado esa actividad frenética q le produce alzheimer de dni. Muy bueno!!
ResponderEliminarMuy divertido, Amparo.
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