Fragilidad
Dicen que el tiempo todo lo cura y puede que sea cierto en algunos casos. Yo me desplomé en la madurez de golpe y sin paracaídas. No fue el amor ni el desamor ni la maternidad lo que me hizo consciente de haber dejado atrás las alegrías y las penas de la juventud. Fue el descubrimiento de la muerte. La muerte era para mí algo lejano, algo que les sucede a otros, a los enfermos o a los ancianos. Pero yo, joven y fuerte, era inmortal y podía con todo. Luchaba con pasión por salir adelante en unas circunstancias complicadas. Pero aquel día de primeros de febrero, una escueta frase, que a mi interlocutor seguramente ni se le ocurrió pararse a pensar, dio al traste con mi equilibrio emocional y me condenó a la hipocondría de por vida.
Había estado ingresada en La Fe un par de semanas por una operación sin importancia. Ya recuperada caminaba por el recinto del hospital con los informes médicos que acababan de entregarme. Me sentía sana de nuevo y dispuesta a seguir con mi existencia. El azar hizo que Jorge Agüero se cruzara en mi camino aquella mañana de primeros de febrero. Jorge era un amigo médico de los tiempos de la comuna, de cuando éramos estudiantes y queríamos cambiar el mundo. Hacía años que no lo veía. Me saludo afectuosamente y me preguntó el motivo de mi deambular por el hospital en el que él trabajaba. Entonces cometí el craso error de contarle el resultado de los análisis que no acababa de entender.
—¿Quistes en el hígado del tamaño de un grano de mijo? ¡Pero qué dices! ¿Cómo vas a tener tú eso? Eso es lo que tenía Tierno Galván.
La muerte del “viejo” y querido profesor había tenido lugar mientras yo estaba convaleciente de la operación y aquellas palabras se me quedaron clavadas en el cerebro, en el corazón y, sobretodo, en el hígado. Me costó mucho librarme de ellas. Caí en una depresión seca y silenciosa y estuve mucho tiempo pensando que estaba cerca de la muerte.
Han pasado muchos años. Sigo viva. Vencí la depresión. Pero esa sensación de fragilidad, de andar siempre en la cuerda floja, de que el horror puede acecharnos, en cualquier momento, a la vuelta de la esquina, ha sido ya siempre una compañera inseparable de mi vida. También he sido feliz a pesar de todo y volvería a vivir mil vidas si ello me fuera dado.
Me gusta tu relato. Muy deacuerdo en lo que explicas y el final positivo. Gracias por compartirlo.
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