El tipo que vestía disfraz de esqueleto tenía apoyada en mi
sien una pistola. Su compinche, camuflado de momia, vigilaba a los clientes. Justo
cuando les entregaba el saco lleno de dinero, irrumpieron en la oficina un
zombi, el monstruo de Frankenstein y la niña del exorcista. Al parecer eran
exmiembros de la misma banda, que venían a reclamar in situ su parte del botín.
Haciendo sonar sus sirenas, llegaron también varias unidades de policía. Jamás
viví un Halloween más sangriento.
Muy bueno, Rafa.
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