ANKAWA. Por Teodoro Plafagón.

 Tenía 80 años y la muerte le sobrevino mientras dormía. El éxito le sonrió siendo todavía muy pequeño, casi un bebé, e hizo un buen número de películas durante la década de los cuarenta. Pudo superar la prueba del sonido que requerían los tiempos modernos de la industria del cine –no sin dificultades- y pasado su éxito inicial se retiró a su casa de Malibú para dedicarse en cuerpo y alma a sus tres verdaderas pasiones: pintar lienzos, beber cerveza y ver pelibrones[1] de la televisión por cable.

No se le conoce familiar alguno, por lo que sus amistades más cercanas –muy pocas dicho sea de paso- se encargaron de organizar el sepelio y celebrar una misa en su honor en la iglesia unionista de San Heinaruo, en el condado de Las Mesas. Sus restos mortales fueron enterrados en el Holy Cross Memorial Park (cementerio de actores de segunda estrella de Hollywood) junto a su mejor y más querido amigo, Johnny Weissmüller, con una lápida que reza: “Chita Ankawa (selva del Wuteve - Liberia 1932 / Malibú – U.S.A. 28-12-2012) D.E.P.”



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[1] Pelibrones: producto cinematográfico estadounidense realizado para ser emitido por la televisión por cable, de 60’ de duración, de contenido sensiblero disfrazado de romántico y con final más que previsible. También llamado “telefilm” en su país de origen.