jueves, 5 de julio de 2012

LA PEQUEÑA ESPERANZA




Erase una vez, una niña muy, muy pequeña llamada Esperanza.

Esperanza vivía en un sitio muy chico, pero muy cómodo. Era mullido, como una nube y nunca pasaba ni frío en invierno, ni calor en verano.

Cuando sus padres se enteraron de su llegada, le prepararon  una habitación preciosa, con su cama, pequeña como ella y con los regalos que sus familiares le hacían para darle la bienvenida.

Todos estaban muy contentos con el anuncio de su venida. Imaginaban todos los días cómo sería su pelo: rubio, moreno o castaño. Pensaban en el color de sus ojos: negros, azules o verdes.

La espera se hacía muuuuy larga y sus papás estaban cada vez más nerviosos, hasta que un día, mamá notó unas patadas  en su barriguita y la rodeó con sus brazos: “Esperanza ya nos está avisando”, dijo en voz alta. El papá llegó en seguida, estaba tan ansioso que comenzó a tartamudear: “Vo, vo, voy a por el co, co, coche…no te, no te, pre, pre, preocupes…”

Esperanza tenía que salir de donde estaba con mucho cuidado para no hacerse daño. Tenían que ayudarle porque aún era demasiado pequeña. Entonces, se marcharon a un lugar especial donde sus papás estarían muy cómodos y así ella, con toda tranquilidad, abandonaría su antiguo rincón para ser recibida por los abrazos y besos de sus padres que ya no tendrían que seguir imaginando nada acerca de su pequeña.

Y así fue. Esperanza abandonó su antiguo hogar, con un poco de pena porque se estaba muy bien, pero pronto se puso contenta al sentirse arropada por unos papás que tanto la querían y seguirían queriéndola para siempre.

Y, colorín, colorado. Este cuento no se ha terminado…porque mis papás saben muchos más y todas las noches otro nuevo me contarán.

7 comentarios:

  1. Su nombre, nunca mejor elegido, es un rayo de luz para estos tiempos que corren. Seguro que a Esperanza le gustará mucho tu cuento.

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  2. Muy bien, Amparo, vamos a tener que publicar un libro para ella.

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  3. Me llama la atención el cambio de la voz narrativa al final del relato. Se me hace extraño.
    ¡Buen gesto este tuyo de dar la bienvenida a la pequeña con un cuento!
    Un abrazo.

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    1. Cambié la voz adrede. Me imaginaba el final compartido entre el lector (cualquiera: padre o madre, familiar..) y el niñ@ que escuchaba y decían los dos últimos la frase entera...Flipadas mías.

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