miércoles, 15 de febrero de 2012

RECORDANDO LA GUERRA DE PAPÁ.



(Todos hemos sido o hemos tenido en casa un príncipe destronado. Seguro que podríamos contar miles de anécdotas. Esta es una de ellas y se la dedico a mi príncipe destronado, Benjamín )

        Eran las siete de la tarde y Benjamín jugaba con un puñado de plastilina, mientras yo daba el pecho al pequeño David. Cinco minutos más tarde David ya dormía, así que decidí ir a la cocina para preparar la cena.Benjamín me seguía con su mirada de dos años. Aún no se había soltado a hablar, balbuceaba extrañas palabras que sólo yo reconocía.
- Mamá, telo pan.
Le di un trocito pequeño, al tiempo que ponía la olla en el fuego. El teléfono sonó y fui corriendo al comedor, intentando evitar que David se despertara.

- ¿Diga? Hola mamá... Sí, estamos bien, aquí haciendo la cena… ¿Y vosotros?
Benjamín no paraba de ir de un lado a otro, de la cocina al comedor y del comedor a la cocina, y su carita mostraba asombro.
-Mamá a ocina buff, bufff.
Yo no le prestaba mucha atención y seguía hablando por teléfono.
-¿Qué dice el niño? Dijo mi madre a través del auricular.
-Nada mamá, es que he puesto la olla y la válvula habrá comenzado a girar, y seguramente me quiere decir eso. Con esta lengua de trapo que tiene apenas le entiendo.
Benjamín volvió a ir a la cocina y de nuevo al comedor para decirme, esta vez más nervioso.
-Mamá a ocina buff, bufff, bufff.
Colgué el teléfono, un poco enfadada por tener que cortar la comunicación con mi madre, y le dije a mi hijo:
- Venga Benjamín, vamos a la cocina.
      Cuando entré me quede atónita: la mesa de la cocina estaba envuelta en llamas. Tiré de una punta del mantel, que ya estaba completamente quemado, y lo pisoteé hasta que dejó de salir aquel humo negro. Cogí una pequeña alfombrilla que había en el patio y golpeé las llamas que aún brotaban de la mesa, hasta que pude apagar el incendio.
       Unos minutos más tarde salí al porche. Había abierto todas las ventanas para que se fuera la humareda. Miré a David, que seguía durmiendo en su moisés, a mi lado. Sentada en el portal, pensando en lo que podía haber pasado, escuché de nuevo la voz de Benjamín:
- Mamá, a que chi, a que a ocina buff, buff, buff.

Nota: Por lo que pudimos averiguar horas más tarde, Benjamín había cogido un mechero y, con su inocente manecita, cogió la punta del mantel de hule y consiguió prenderlo.

6 comentarios:

  1. Muy bonito Marige. ¡Menos mal que Benjamín avisó!y menos mal que las madres siempre hacemos caso a los hijos por muy pequeños que sean. Feliz final.

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  2. Jo, Gertrud, qué susto. Muy bien contado.

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  3. Pues sí que susto!! Menos mal que le hiciste caso!!

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  4. ¡Madre mía! la que pueden organizar en unos segundos. No se les puede perder de vista...
    Entretenida lectura, Gertrud.

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  5. Muy entretenido y menos mal que el final es feliz.

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  6. Muy bien Tula: narrado con claridad y muy entretenido. Es bonito asociar una película a un determinado recuerdo personal.

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