lunes, 20 de agosto de 2012

ESPETONES, SAL Y LAVANDA

El aroma de los espetones asándose en la playa se mezclaba con el que sacaba la brisa del propio mar y con la esencia de lavanda que usaba Rosita para lavarse. La caricia del aroma la decidía el caprichoso deseo del Gregal que a veces jugaba a ser Jiloque. Pescadito y yo estábamos tan a gusto dormitando; yo sobre la hamaca, él sobre mi estómago, que era el único que parecía estar inquieto... No sé si fue él o el gato quien produjo aquel leve rugido.
     El último bostezo del sol dibujaba la silueta desnuda de aquella mujer encerrada en ese vestido de lino y cuerpo de niña que, con su pamela, intentaba molestarnos entre risas. Pescadito tuvo mucha menos paciencia que yo, y saltó con la intención de realizar una incursión donde los espetones. Rosita me susurró algo incomprensible en el oído —digo lo de incomprensible por la diferencia cultural entre ambos— y, al volverse hacia la casa, el caprichoso deseo del Gregal jugando a ser Jiloque me levantó su vestido para confirmarme la desnudez, la tesura y la juventud insultante de su cuerpo.
     Estuvimos toda la noche abusando de nuestros cuerpos; hasta que, el primer rayo del sol que iluminara la habitación, me recordó mi rutina. Creo que ella se hacía la dormida. Me vestí, dejé el dinero bajo el tapete de hilo, me despedí de Pescadito que retozaba panza arriba junto a los espetones carbonizados y el barco zarpó hacia Surabaya.

10 comentarios:

  1. Me ha gustado cómo ambientas el micro: gato, pescaditos, vientos..., conducen la historia de una forma tan viva que el lector sin darse cuena está acariciando al gato, oliendo el pescadito y..., bueno ya nada más. ;)

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta todo, me quedo con todos los matices, colores, aromas... y sobre todo, me quedo con esa esencia de lavanda... Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Muy original y de gran plasticidad. Enhorabuena!!

    ResponderEliminar
  4. Eu, no sé si ha sido el leer La Conjura de los Necios, pero al leer tu relato me he acordado de Ignatius, jeje

    ResponderEliminar
  5. Llámame tonta, romántica no sé si feminista...El relato me encanta, pero me chirría lo de terminar, lo que tan bien había empezado, dejando el dinero bajo el tapete de hilo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hubiera preferido una bonita historia de amor, tal vez hubiese quedado cursi, a ojos de muchos.
      También me recuerda a los personajes masculinos de Juan Marsé.

      Eliminar
  6. Es la vida en primer plano llena de sensaciones y, claro, a veces es tan vacía que no hay lugar para el romanticismo. Buen relato.

    ResponderEliminar
  7. Gracias por vuestros comentarios. Retiro la foto porque no fue la inspiradora del relato. Tampoco recuerdo haberla editado. Este no tiene foto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tiene razón Lucrecia. A veces me llaman naïf, ya sé por qué.

      Eliminar
  8. Perdona, fuí yo la que te puse la foto. El vestido fino de lino y la pamela me confundieron.

    ResponderEliminar