lunes, 8 de junio de 2015

EN EL “VALENCIA ESCRIBE”

A todo el personal del “Valencia Escribe”por mantener siempre la luz encendida, como un faro para los viajeros nocturnos.
A la camarera que sonríe y cuenta nubes de algodón de azúcar; ella debe saber...
        
   

            Entré por primera vez en el bar “Valencia Escribe” un jueves siete de abril de dos mil once. Conducía, como siempre, por la interestatal de Wichita cuando vi la luz encendida. Necesitaba café. Pasé con mi maleta de los sueños y allí estaba su guapa camarera, fumando un cigarrillo y contando estrellas y nubes de algodón de azúcar. Me preparó el mejor café que he probado en mi vida y me hizo sentir como en casa. Así que cada vez que mi coche pasaba frente a su puerta hacía mi parada de rigor. Café y conversación. Poco a poco fui conociendo a todos los miembros del bar y a todos los que lo frecuentaban. Pero la vida, ay, tiene sus propias interestatales. Muchas de las camareras del “Valencia Escribe” recordarán cuando en casa deseábamos sumar uno. Cuando aquello parecía sólo un sueño y cuando el sueño se hizo realidad. Y también recordarán cuando las vida atizó su golpe certero y las visitas al hospital de Wichita para estar con mi padre me hicieron imposible parar el coche. ¡Oh, amigas y añoradas camareras de foto en blanco y negro, qué largas aquellas noches en las que conducía mi coche y veía la luz del “Valencia Escribe” y casi podía sentir el olor del café recién hecho y el sabor de las palabras esparcidas por el viento!
            La última vez que entré en mi bar preferido fue el dieciocho de junio de dos mil trece, hace casi dos años. Hoy, como siempre, conducía de camino a Wichita cuando he visto su luz encendida. He decido parar el coche. Volver es siempre un anhelo. Mientras caminaba hacia su entrada podía escuchar un viejo disco de Chet Baker que sonaba en su interior. Mi mano ha empujado la puerta. Todo es siempre mucho más fácil de lo que imaginamos. La camarera seguía allí. Fumaba y sonreía. Todavía contaba estrellas y nubes de algodón de azúcar.

12 comentarios:

  1. Qué bueno que volviste con este estupendo relato!!!

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    1. Muchas gracias Lu. Lo cierto es que soy consciente de que no es un gran relato pero eso, ahora, no era lo importante. Lo importante es que necesitaba escribirlo y lo he escrito. Y, sobre todo, necesitaba publicarlo. Porque una luz encendida en medio de la noche es mucho para quien conduce durante muchas horas. Y el café lo preparáis de vicio. Y me encanta cómo cuentas las estrellas y las nubes de algodón de azúcar. ¿Recuerdas? Uno, dos, tres abrazos.

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  2. Certifico que la camarera es incombustible y que siempre sonarán viejos discos de jazz para reconfortar al viajero cansado ¡Welcome again, Marco!

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    1. Muchas gracias Rafa! El jazz, me consta, está asegurado.

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  3. ¡Qué inenarrable alegría volver a encontrarse con un escritor de verdad, con un verdadero grande! Aunque digas, como me has dicho, que hoy lo importante no era escribir bien, que hoy lo importante era solamente escribir, lo que sale de tu mano, quizá todavía trémula por ciertos zarandeos recientes, y que (pues es inocultable) sale también de tu corazón, no puede ni podrá nunca renunciar a manifestarse con esa altísima calidad literaria que llevas tan pegada a ti mismo como tu propia piel. En estos días en que esta página parece estar tomando nuevo aliento con el regreso de bastantes hijos pródigos no puede ser sino recibida con entusiasmo tu vuelta a tu bar preferido. Bienvenido. Y ya sabes que no tienes derecho a dejarnos solos otra vez. No tienes derecho a volver a privarnos del inmenso placer de seguir leyéndote.

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    1. Muchas gracias Andrés por tus (des)medidas palabras. Hoy, sí, el tema era escribir y se ha hecho. Volver a tomar un café con mis amigos y sentir el teclado bajo los dedos. Un abrazo.

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  4. Un gusto leerte de nuevo, Marco, ya sabes qué pasa con las viejas rockeras, quiero decir... camareras,
    aunque por otra parte tú no estabas tan lejos, sino bien cerca de todas ellas. Un abrazo.

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  5. Yo también me alegro de tu vuelta y más aún con un relato como este tan entrañable.

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