jueves, 24 de mayo de 2012

Volver a empezar


Se rompen. Como cristal estrellado contra el suelo... las ilusiones y los sueños, se rompen en añicos. Y no te das cuenta hasta que pisas un pequeño trozo y se te clava tan dentro, que te hace sangrar. Pero entonces, ya es demasiado tarde.
Porque las ilusiones y los sueños, se van resquebrajando en silencio. No puedes ver las pequeñas grietas que se abren, que se hacen cada vez más grandes y profundas. Las intuyes, aunque intentas ignorarlas, pero no puedes verlas. Estás ciega.
Y por esas grietas, se te han ido escapando los recuerdos felices, las palabras de amor, las caricias, las miradas con las que te hablaba y la calma que te calaba el alma con su sola presencia. Y parece que no pudiera ser, pero te has acostumbrado. Has dejado que se escapen.
Y cuando buscas consuelo en tu cajita de momentos inolvidables, encuentras instantáneas de sonrisas con el mar al fondo, de paisajes que mirabas y no veías porque aquellos días con la luz de sus ojos tenías suficiente.
Encuentras, entre recortes de papeles, puntos de libro y otras tonterías, pequeños trozos de papel satinado que dibujan el día en que nació tu primer hijo, el día en que cumplió su primer añito, aquel domingo en que, valiente, decidió que era el momento de quitar las ruedas traseras de la bicicleta, los nacimientos de sus hermanos… y esos simples papeles, terminan por destrozarte. 
No entiendes cómo has llegado a estar así, tan sola. No asimilas romper del todo aquella seguridad del hogar que tanto esfuerzo te llevó construir.
Y lloras. Y gritas. Y maldices. Y el llanto te aprieta en la sien y te duele tanto el alma y se te encoje tanto el corazón, que parece que no puedes respirar, que crees que jamás volverás a ser feliz, que ya no vale la pena seguir luchando.
Entonces, una noche, mientras todos duermen y tú, incapaz de conciliar el sueño, estás sentada en el sofá del salón, empiezas a observar las cosas que te rodean. Miras los muebles, las cortinas, el sofá, los cuadros… y te das cuenta de que todo ese atrezzo que llenaba tu vida ha dejado de ser importante para ti.
Algo ha cambiado en tu manera de pensar, en tu mente, dentro de ti. Y entonces, te da rabia haber pasado tantas horas limpiando el polvo y haciendo de tu casa un escaparate. Te maldices por haber regañado tanto a tus hijos por tocar aquel jarrón o aquella figurita. Te sientes mal por haber perdido el tiempo, tu tiempo y el de tus hijos, en vivir una farsa ordenada y limpia.
Y de nuevo lloras y sientes pena, pero ya no gritas. Te quedas ahí sentada, todo la noche, analizando lo que ha pasado, asumiendo lo que está pasando e intentando planear lo que tendrá que llegar.
A la mañana siguiente, algo ha cambiado. La luz es diferente en tus ojos y sientes una paz interior que hacía mucho, mucho tiempo habías perdido. Sientes como si te hubieses quitado un peso de encima, como si hubieses perdido una carga muy pesada a la que ya te habías acostumbrado.
Y piensas que se acabó, que ya no aguantas más y que ahora, todo va a ser diferente. Sientes miedo, pero estás decidida.  
Quedas con las amigas y escupes todo lo vivido. Ellas te escuchan y lloran contigo y aún sonríen cuando tú, sarcástica, relatas tu vida aliñándola con notas de humor, para que no parezca todo tan duro como en realidad fue. Y te apoyan, te abrazan, te dejan vaciarte durante una noche entera, compartiendo mesa y copas.
Y van pasando los días y te sorprendes sonriendo o comentando la situación con algún conocido que hacía tiempo no veías. Se lo comentas como el que ha decidido comprarse un coche o cambiar las cortinas del salón. Decirlo te ayuda y la forma en cómo lo explicas, te deja ver, te permite darte cuenta, de que has tomado la decisión correcta, porque no te duele. No te sientes mal.
Buscas un hogar donde volver a empezar. Algo pequeño, que esté recogido en un par de horas, que tenga mucha luz y sobre todo, que te guste, que te dé “buen rollito” al entrar. Y mira por donde, casualidades de la vida, tomando un café te encuentras con un conocido al que hacía muchos años no veías.
Mientras te pone al día de su vida le miras y recuerdas que el día que te lo presentaron te pareció un tipo muy guapo (y lo sigue siendo, por supuesto).
Intentas no distraerte para no perder el hilo de lo que te está diciendo y casi tienes que aguantarte la risa porque te está explicando que se separó hace tiempo y que ha puesto el piso en alquiler.
Le dices que lo sientes y le preguntas si le importaría enseñarte el piso. Quedáis en ir un mediodía y nada más entrar por la puerta ves que es exactamente lo que estás buscando.

Y es que la vida, a veces, te sirve en bandeja de plata lo que necesitas. No sabría si llamarlo casualidad o destino… pero  ahora, poco a poco, piso con paso firme por el camino del volver a empezar, con la mente fría y a ratos, lo confieso, con el corazón encogido.   

17 comentarios:

  1. ¡Genial, Carmen! Me ha encantado. Has expresado muy bien lo que se siente en esos duros momentos. (Un secreto:muchas de tus compis hemos pasado por ello). Poco a poco, tu corazón irá abriéndose. Sin que te des cuenta. Un abrazo.

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  2. Perfecto, Carmen. Me ha encantado lo fácilmente que describes eso que hacemos todos cuando tomamos una decisión drástica en nuestras vidas. Vamos contándolo, para que el hecho de oírlo salir de nuestra boca lo convierta en realidad. Me ha gustado mucho.

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  3. Estupendo, me encanta el recurso de la 2ª persona narrativa para la explosión del yo interior. El final con la casualidad parece también esperanzador.

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  4. Escribes con intensidad, Carmen. Me gusta la forma en que has desarrollado el relato y la forma en que lo terminas, cargada de esperanzas.

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  5. Gracias Malén, gracias Manuel!! :)

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  6. Caray, Carmen, ¡qué manera de sacarle partido a la conjunción "y"! El abuso que haces de ella actúa como una letanía, como conductor de esos pensamientos interiores, hace que el texto tenga un ritmo, una música muy especial.

    ¡Bien hecho! Un abrazo.

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  7. Enhorabuena, Carmen. El relato está muy bien escrito. No me hagas mucho caso, porque yo de esto no sé mucho, pero la frase final "he empezado a caminar por la senda del volver a empezar" me resulta un poco forzada, para mi gusto (que mañana puede cambiar, claro está). Felicidades por el uso de la segunda persona del singular, con ese recurso caminamos los dos muy a gusto.

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  8. Excelente, Carmen. Yo coincido con Eufrasio en lo de la "senda", creo que la expresión desmerece de la calidad de todo lo anterior. Pero, serán gustos personales.

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    1. Sí, estoy con vosotros. Es una frase con cuatro tiempos verbales, uno de ellos compuesto y que además, se repite (he empezado ....empezar).Un abrazo, Carmen.

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    2. Bueno, pues ya lo he arreglado. Parece que así suena mejor. Gracias!

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  10. Hola Carmen.Me presento, soy Asun.Estoy a un pasito de que me echen de este precioso barrio,porque por no escribir,shhhh....no hago ni la lista de la compra (no se lo digas a nadie) pero de vez en cuando me paso por aquí y olisqueo.Hoy ha sido una sorpresa encontrarme con tu relato.Esa noche oscura del alma que relatas,me ha gustado mucho.Un placer conocerte.

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  11. Preciosa introspección. Si el casero sigue siendo un viejo amigo y además guapo, yo renegociaría el alquiler.

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