viernes, 17 de junio de 2016


                                                             TEMPUS FUGIT



 Lo conocemos como la palma de nuestra mano. Hoy acabamos otra vez en este trozo de laberinto a falta de salida.

Pasaremos muchas horas aquí, como el resto de las veces. Miro el reloj a menudo, percibiendo que cada minuto es eterno.

Las piernas me duelen con cosquilleo incesante y encuentro alivio moviéndolas, el calor me agobia pero no hay lugar donde dejar mi abrigo y sigo pendiente de que no le falte nada a mi paciente-me entretengo buscando esa almohada que me pidió hace rato-.

El anciano de al lado lleva un buen rato quejándose y sus gritos se hacen cada vez más insoportables, al fin se lo llevan al box. Nuestras miradas le siguen y acentuamos el oído para seguir la charla entre colegas. Los quejidos del anciano han cesado.

-Llamen a sus familiares.- escuchamos tras las cortinillas-.

Las ruedas de la camilla casi rozaron nuestros pies, alejándose entre los pasillos.


Entonces pensé agradecida: Todavía nos queda tiempo.

1 comentario:

  1. Tu relato hace vibrar alguna cuerda en mi; tras un grave accidente, pasé una noche en la UVI.

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