TEMPUS FUGIT
Lo conocemos como la palma de nuestra mano. Hoy acabamos
otra vez en este trozo de laberinto a falta de salida.
Pasaremos muchas horas aquí, como el resto de las veces.
Miro el reloj a menudo, percibiendo que cada minuto es eterno.
Las piernas me duelen con cosquilleo incesante y encuentro
alivio moviéndolas, el calor me agobia pero no hay lugar donde dejar mi abrigo
y sigo pendiente de que no le falte nada a mi paciente-me entretengo buscando
esa almohada que me pidió hace rato-.
El anciano de al lado lleva un buen rato quejándose y sus
gritos se hacen cada vez más insoportables, al fin se lo llevan al box. Nuestras
miradas le siguen y acentuamos el oído para seguir la charla entre colegas. Los
quejidos del anciano han cesado.
-Llamen a sus familiares.- escuchamos tras las cortinillas-.
Las ruedas de la camilla casi rozaron nuestros pies,
alejándose entre los pasillos.
Entonces pensé agradecida: Todavía nos queda tiempo.
Tu relato hace vibrar alguna cuerda en mi; tras un grave accidente, pasé una noche en la UVI.
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