domingo, 10 de mayo de 2015

UNA TARDE DE REENCUENTROS



Veía su nuca preñada de cabellos que, desde el moñete en la parte superior de la cabeza, caían como en cascada. Algunas mechas eran doradas, otras más oscuras, pero el conjunto, poco sofisticado, le confería un aspecto descuidado y juvenil. Varias veces sacó el botellín del bolso y con un gesto que se adivinaba frecuente, lo empinaba hacia su boca para beber un pequeño sorbo de agua. Estaba en primera fila, delante de mí aunque un poco ladeada con respecto a la mesa. Así que yo podía ver sin problema a los tres oradores y un poco a la izquierda su perfil siempre atento a la intervención del marido, para desde su posición, sacarle fotografías con el móvil, o ipad, o como se llame el portátil que sirve para casi todo. El marido, con su cabeza blanquecina por la acumulación de canas, tiene un aspecto mucho más envejecido que ella, aunque no es muy mayor y al que conozco desde hace mucho.  En ocasiones, le dirigía una mirada cómplice y complacida a su mujer, que yo sabía que lo era porque habían vivido durante una temporada en el barrio y me los encontraba de cuando en cuando, sobre todo en la pescadería de mi calle. Siempre pensé que había sido uno de los enamoramientos, tan frecuentes por cierto, de profesor-alumna o alumna-profesor, que para el caso es lo mismo pues la diferencia de edad así lo parecía. Aunque naturalmente era una apreciación mía y sin más argumento que ser conocedora de que esto ocurre con cierta frecuencia. Es normal en la sociedad actual. Ni bueno ni malo. Ella,- no recuerdo o puede que nunca  haya sabido su nombre,- cuando su marido tomaba la palabra y con sus manos reforzaba el discurso con vehemencia de buen profesor, enfocaba la pequeña pantalla hacia su persona, que por cierto se encontraba en el centro entre los otros dos oradores, y guardaba su imagen reforzada con un aurea por los haces de luz que sobre su blanca cabeza, le conferían aun más solemnidad de la que el acto requería. Estábamos entre amigos o mejor entre conocidos la mayoría, y fue un acto entrañable por el reencuentro con los colegas. De esos, que con el paso de los años, más apreciamos.

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