domingo, 5 de enero de 2014

El banquete


Fotografía de Nikos Vandinoudis

Solo al bobo de Nemesio se le ocurriría celebrar el banquete de sus segundas nupcias, al que ha convidado a todo el pueblo, en este baldío. Le repetí una y mil veces que lo plantara de cebada, que se pagaba bien y necesitaba pocos cuidados. Pero mi viudo, además de ceporro, siempre ha sido un holgazán de cuidado. Y encima, desde que cobró mi seguro de vida se cree el Rey del Mambo.

Pero qué idiota es el pobre. La Mariví esa, la dependienta de la pescadería, se lo ha camelado bien camelado. La muy zalamera le dice que le quiere… ¡Pero cómo puede una mujer de treinta y muchos años, aunque se le haya pasado el arroz, enamorarse de un carcamal de ochenta! Un viejo calvo, cojo, con la dentadura postiza, medio ciego y con ese genio del demonio que tiene. ¡A otro perro con ese hueso!

Ahora cuando vuelvan de la iglesia y comience el festín, les voy a dar una sorpresa. Voy a desatar una tormenta de padre y muy señor mío. Lanzo toneladas de granizo del gordo y, si puedo, porque aún no estoy muy ducha en esto, mando un rayo directo al corazón de Nemesio y me lo traigo conmigo. Lo siento mucho por los invitados, pero no puedo permitir que se consume esta mascarada.

6 comentarios:

  1. ¡Ay estos hombres que se creen irresistibles! Muy buena la intervención de su difunta.

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  2. Ya lo decía ella: antes muerta que sencilla... Ja ja ja. Un beso, Lu.

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  3. Me encanta la viuda.... Jajaja!!

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  4. A mí también me ha encantado, lo de la tormenta me parece poco para el ceporro, una plaga de langostas les mandaría yo!!

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  5. Muy buena la tormenta final, sí señor, me ha encantado, aunque creo que si no hubieras desvelado desde el principio que la narradora era la viuda el micro hubiera ganado, pero es sólo una opinión y puede ser equivocada, lógicamente.
    Fuerte abrazo.

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