martes, 15 de octubre de 2013

LA APARIENCIA, MUCHAS VECES ENGAÑA


Ávida de cualquier curiosidad que le sirviera para chismorrear con sus amigas, todos los días a la hora más concurrida de la plaza, Tiadora se asomaba a través de las cortinas de la puerta de su casa. ¡Creía que era invisible como un fantasma! Pero el gastado género de los visillos, no disimulaba en absoluta su silueta. Todas las personas que pasaban por delante de la acera disimulaban y hacían como si no la veían; por respeto a los años, a la enfermedad y sobre todo, al buen hacer que tuvo la anciana en sus mejores años por aquellas personas que necesitaban una mano amiga; bien con un plato de sopa caliente, un abrigo o manta, refugio o una moneda si en ese momento la mujer la tuviese.

10 comentarios:

  1. Muy bueno, Fina... Siempre hay una Tiadora en cada pueblo, en cada barrio, y que no nos falte nunca. Un saludo

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    1. Es cierto y gracias a ellas mucha gente encontró consuelo.

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  2. Fina, de tu relato, me quedo sobre todo con el respeto por los ancianos. Quién sabe qué manías tendremos nosotros si llegamos a viejo.

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    1. La verdad es que las manías no solo se adquiere en la vejez, muchas veces las tenemos de jóvenes y no nos damos ni cuenta.

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  3. Muy bien destacado, las luces y las sombras que todos llevamos dentro. Un abrazo.

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  4. Derrocha sentimiento y delicadeza. Buen micro.

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  5. Muy bien Fina! Tus textos crecen a medida que escribes...

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