martes, 15 de octubre de 2013

El desliz




Ese día, al salir de casa me tropecé con una mañana espléndida. Una sensacional mañana de primavera, en la que solo faltaban unos coros de gospel alabando al Señor por tamaña bendición. Me convencí de que en tales circunstancias encerrarse en la fábrica, justamente esa inacabable jornada de tedioso inventario, constituiría un sacrilegio. Compré pues un periódico, determinado a leerlo en el bar del parque mientras tonificaba mi cuerpo con una cálida taza de té. De camino hacia allí y con la ayuda de cinco euros, persuadí a una adolescente que se dirigía al Instituto de que llamase desde mi móvil y haciéndose pasar por mi hija informara a Rodríguez, mi jefe, que estaba en cama con cuarenta de fiebre. Una desgraciada casualidad quiso que esa criatura fuera precisamente Marisol, la pequeña de Rodríguez.

Por favor, si se enteran de una vacante de administrativo en alguna empresa de la ciudad o alrededores, les ruego me avisen. Soy un tío serio y competente y ustedes, que son comprensivos, saben bien que un desliz lo tiene cualquiera, que errar es de humanos.

(Para Asun Ferri, amiga de las casualidades)


8 comentarios:

  1. Los administrativos estamos muy mal vistos en estos tiempos, Rafa. Me hiciste reír un rato con el relato. Me encantó. Un abrazo

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  2. Pero Rafa con los tiempos que corre no se pueden hacer peñas jejeje. Me ha gustado mucho.

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  3. Menudo desliz! Muy divertido, Rafa.

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  4. Gracias a los tres. Un abrazo colectivo.

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  5. Ja, ja, ja Rafa, mira que eres. De esas casualidades no tomo nota, je, je sólo de las 'supuestamente' mágicas para entretenerme un rato. Como me he picado, colgaré el relato que te debo sobre la desaparición de un libro. Abrazos.

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