Ignoro en qué estación subió, pero
apenas se sentó enfrente no pude dejar de observar a aquel sujeto. Tendría
treinta y pocos años, vestía informal: cazadora de algodón gris parcheada por
innumerables bolsillos, cerrada mediante una cremallera hasta el mismo cuello,
vaqueros y zapatos marrones descuidadamente sucios. Quizás fueron los cascos de
color morado a través de los cuales debía estar escuchando música los que captaron
inicialmente mi atención; el tipo llevaba además un paraguas a cuadros de
tamaño familiar, a pesar de que ni iba acompañado ni la noche amenazaba lluvia.
De uno de los compartimentos de la mochila que asimismo portaba extrajo un
pequeño bloc de notas con la tapa verde, en el que empezó a escribir
compulsivamente. Parecía estar apurando las últimas hojas, lo cual invitaba a entender
que trabajaba sobre un anterior manuscrito. En determinados instantes se
quedaba pensativo, ajeno a todo, buscando en el techo del vagón alguna
expresión tras cuyo hallazgo reanudaba la tarea. Me azoré al percibir que no
podía separar mis ojos de aquel individuo y su frenética actividad intelectual.
Y aunque primero sentí profundos celos del pasajero que al lado del escribano
miraba más o menos disimuladamente la libreta y el contenido a su alcance, pues
yo también hubiera deseado poder echar una ojeada a aquello, luego comprendí
que quien verdaderamente me producía envidia era el hombre del bloc y el
bolígrafo, el hábil artesano de las palabras que navegaba en el metro delante
de mí pariendo frases con la mayor naturalidad, construyendo un secreto mundo
de sensaciones.
Bien por esa envidia sana, parece que finalmente has adquirido esa cualidad del hombre del bloc. Felicidades.
ResponderEliminarLucrecia, esto que relato me pasó realmente ayer noche, viniendo en Metro del Aeropuerto. Se busca al hombre del bloc verde y los cascos morados.
ResponderEliminarSi lo encuentras, dile que se apunte a Valencia escribe.
EliminarNo te fíes Rafa, tú sigue con tus costumbres, existe gente muy rarita en el metro, autobuses, trenes... Quizá escribía algún mantra para relejarse o algún castigo autoimpuesto...ja,ja... Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarHas aprovechado muy bien ese instante en el metro para construir un relato ameno y bien escrito. A veces cualquier pequeño suceso cotidiano nos puede servir para escribir bien sin necesidad de esperar a "las musas". Bien hecho, Rafa.
ResponderEliminarMuy interesante el tipo, pero seguro que tu relato lo supera!!
ResponderEliminarUfff, que bueno, dejas que nuestra imaginación vuele. Yo me imagino un compulsivo hombre, que ha perdido un negocio, al que le ha embargado el banco, y que va a ver a su abogado, y en el bloc verde está escribiendo sus últimas voluntades.... (Wiss es así Rafa, ya la perdonarás, jajjaj)
ResponderEliminarJolín, Wiss, vaya imaginación la tuya... prodigiosa, diría yo.
EliminarMuy bueno Rafa, interesante y ameno. A Wis ya la conecerás, ya jajajaja es un poco malota pero es buena gente. Yo pienso mas en un investigador o científico escribiendo algo que ha descubierto o un gran cheff inventando recetas nuevas.
ResponderEliminarBuena historia a partir del cuadro. Hay una buena descripción del individuo y de sus excentricidades, narras bien la escena. Me gusta ese momento "metro".
ResponderEliminarEn esta frase, sin embargo, cambiaría el tiempo verbal:
"pues yo también hubiera deseado poder echar una ojeada a aquello,"
Creo que el pretérito imperfecto "deseaba" sería más contundente. Al fin y al cabo es esa envidia "sana" la que prevalece, es el sentido último del texto.
Bueno, yo soy Geli -a veces Julieta-, bienvenido a VE. Me alegra de que estés entre ¿nosotras?. Un abrazo.
Gracias por tus sabias sugerencias, Geli-Julieta. La verdad es que me siento un poco "bicho raro" entre tantas mujeres.
EliminarQue conste que hay hombres también en VE pero están de retiro espiritual, no te preocupes no nos comemos a nadie.
EliminarEs un consuelo saber que no estoy entre antropófagas...
EliminarJajajajjajajaj...
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