martes, 26 de abril de 2011

Manuel Solis, Un millón de besos

Y por fin nos besamos. Llevaba una semana ensayando en el espejo. Crearía unos segundos de silencio, te miraría fijamente a los ojos y te daría el aviso. La “mueca triunfadora”, la “sonrisa victoriosa”, ese “lo tengo todo bajo control”, vos me devolverías una mirada de “lo estaba esperando” , o de “me adivinaste el pensamiento” y juntos comenzaríamos ese viaje en el interior de nuestras bocas, un viaje lleno de piruetas y bañado en saliva, un viaje en el que el tiempo se pararía y no encontraríamos ningún otro sentido a nuestra existencia: habríamos nacido para ese beso.

Pero lo cierto, es que mi decepción fue muy grande. No hizo falta ser ningún Casanova para darse cuenta a los pocos segundos de que no tenías ni idea de besar. No abrías casi la boca y mordías mis labios, convirtiendo este acto tan amoroso en una dolorosa penitencia. No obstante , en seguida noté una sensación positiva. Mientras te besaba conseguí recordar en un mismo instante todos los besos que había dado y recibido en mi vida, una especie de biografía amorosa instantánea al más puro estilo Borgiano, algo así como el Aleph de los besos.

Mientras intentaba educarte intentando convertir aquella pelea en algo satisfactorio, seguía viéndolas a ellas: la bailarina brasileña con la que pude entender el significado de un cruce de lenguas, aquella compañera de instituto con la que di mis primeros besos con sabor a whisky, el apasionado encuentro en los probadores de unos grandes almacenes en Washington D.C con una estudiante japonesa, hasta aquella modelo de Barcelona que me besó pensando que yo era otra persona , y muchas otras más experiencias.

En principio no pensé volver a verte más. Pero después sentí que necesitaba besarte todos los días. Mientras lo hacía, me sentía como si estuviera con todas a la vez y eso me fascinaba.

Estuvimos tres meses saliendo, tres meses viviendo aquella experiencia única. El sexo no me importaba porque aquella sensación era muy superior, no quería dejar de besarte, estaba obsesionado. Pero un día fui a buscarte y nunca más te encontré. Te llamé mil veces por teléfono y nunca respondiste a mis llamadas.

Dicen que cuando alguien desea demasiado a otra persona, termina siendo rechazado.
Lo cierto era que yo nunca te había deseado a vos, sino a lo que representabas, y ahora cuando beso a otras mujeres y mi imaginación me hace recordarte, me pregunto justo eso: si solo fuiste producto de mi imaginación.

7 comentarios:

  1. Un relato con buena fuerza narrativa. De tal palo, tal astilla.

    ResponderEliminar
  2. Exacto, tú has dicho Fernando, de tal palo tal astilla!!! Muy bueno!!!

    ResponderEliminar
  3. Me gusta, sobre todo, el primer párrafo.

    ResponderEliminar
  4. Eso le pasó por pensar en otras mientras besaba, jajaja, las mujeres tenemos un sexto sentido que...

    ResponderEliminar
  5. Tambien me gusto mucho, cierto de tal palo tal astilla. con tantos relatos buenos como todos estos no entiendo la actitud del jurado, esto si es calidad.

    ResponderEliminar
  6. Me gustó mucho, sobre todo lo del Aleph. Borges siempre presente. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  7. Recuerdo que me dijiste que el relato de Manuel era mejor que el tuyo. Lo cierto es que los dos me parecieron muy buenos. Diferentes pero buenos

    ResponderEliminar