sábado, 16 de abril de 2011

Relatos del concurso "¿Dónde lees tú?"



Alberto Marrone
"EL TUNEL"

Alfredo avanza hacia la estación arrastrando sus pasos, sin percibir los olores, el bullicio, sin ver el gentío, sin sentir.
En su mente las ideas y las palabras danzan tan alocadamente que se mezclan, se enredan y se estrellan unas contra otras, y terminan desmayadas antes de concebir algún significado.
El tren se pone en marcha, las casas, los árboles pasan por su ventanilla a una velocidad que parece que se persiguen entre sí. Cada pasajero se recluye en su propio mundo, se cruzan por los pasillos del vagón, se tocan, se empujan, cada uno en su propio aislamiento.
Cuando el tren ingresa en el túnel, en la oscuridad, Alfredo siente en ese momento, en ese instante, que puede ponerse en contacto consigo mismo. Las palabras en su cabeza se ordenan, se alinean con sus miedos, sus dependencias, sus cárceles internas. Los monstruos se muestran en toda su dimensión, ya los ve, los conoce, ahora sabe como atacarlos, y a lo lejos la luz de la salida anuncia que el túnel se termina.

Lucrecia Hoyos
EL TREN, EL TUNEL Y EL TIEMPO...
Los trenes son mi lugar de lectura preferido. Será porque trabajo a una hora de distancia en tren y voy y vuelvo cada día. Dos horas, dos horas mágicas en que desconecto de todo y me enredo en miles de historias sucesivas. Voy avanzando con su marcha, hoy estoy en el Santo Domingo del siglo XVIII, en La ... isla bajo el mar, ayer me emborrachaba, de empleo en empleo, entre las páginas de Factotum. No sé por dónde andaré mañana. Lo que es seguro es esta ruta, este paisaje al que de tanto en tanto miro y cuyo descenso lento hacia la costa tengo grabado en mi alma, de modo que está también conmigo y, de alguna manera, interviene en el ambiente que imagino a través de las palabras impresas en los libros. Atravieso este túnel milenario y cierro los ojos un momento mientras exhalo un suspiro...

Jesús García Corredera (relato ganador de la semana)

Cuando los cabrones de RENFE echaron a Juan de su puesto de revisor, no pudo hacer frente a los plazos de la hipoteca y se fue a vivir a la entrada del túnel que cruzaba todos los días en su tren (le parecía más bohemio vivir debajo de un puente, pero no había ninguno cerca). El túnel era amplio, y el so ...l calentaba su boca desde primera hora de la mañana, por lo que no había humedad.

Además, no necesitaba mucho. Un infiernillo, un cajón para su ropa y sus libros y un viejo sofá, cuya espalda pegaba a la pared para dormir (por si venía algún tren a deshora) y giraba 90º para aprovechar todo el calor de la mañana mientras leía.

Juan estaba terminando Ana Karenina cuando el tren lo arrolló. El maquinista sabía que vivía allí y pitó varias veces, pero ¿quién podría perderse un final así?

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