lunes, 4 de abril de 2011

LA HUIDA ( título provisional)

CAPÍTULO 1.
LA HUIDA de Lucrecia Hoyos

Javier Conde de Montecristo y Rosana Romero Flores se encontraban en un terrible apuro por causa de la crisis. Tenían un pequeño negocio que había dado pingües beneficios en los años anteriores pero parecía que la gallina de los huevos de oro estaba herida de muerte.
Ofrecían experiencias inolvidables a gentes grises que, por la módica cantidad de 300 euros la hora, eran perseguidas por los paparazzi como si fueran grandes y codiciadas estrellas. Pero la fiebre de ser famoso parecía haber amainado y el teléfono de la agencia ya no sonaba si no era de parte de algún acreedor, que hacía que a Javier y a Rosana se les erizara el cabello y les rechinaran todos los huesos.
Había que huir, las deudas se amontonaban y los bancos no tardarían en desahuciarlos, pero cómo, apenas les quedaba un poco de efectivo y tenían que irse lejos, salir del país lo más rápidamente posible.
-Mira, Rosana, compramos un billete de avión a México y tú que eres pequeñita y flexible te metes en la maleta. Ya verás como vas bien sin que nadie te moleste. Total son diez horas. Se te pasarán volando.
-¡Qué gracioso eres! y ¿por qué no te metes tú? A ver si de paso te pierdes en algún aeropuerto. Tú y tus brillantes ideas –contestó Rosana con un franco mal humor.
La discusión siguió y Javier terminó por convencerla. Era su única salida. Ayudó a Rosana a acomodarse en la confortable maleta y la facturó en el aeropuerto de Madrid rumbo e México D. F.

CAPÍTULO 2, ¡Nena, zapatilla! de Eufrasio Saluditero


Al principio fue un juego: podía ser un caracol o una tortuga – las niñas a esa edad suelen ser perritos o gatitos – pero en mi caso la maleta de mi padre me convertía en tortuga, o en caracol. Cada vez que rompía un plato ..., un frasco de perfume, una tulipa de la lámpara del comedor, el picú, la mecedora de la abuela, el botón de la radio, o de la tele, o el canario se escapaba de la jaula, o el pececito desaparecía por el fregadero... salía corriendo como una liebre por el pasillo perseguida por la eterna amenaza de mi madre: ¡nena, zapatilla! Hasta que llegaba a su habitación y como un gusano me colaba por debajo de la cama dentro de la maleta, esperando el rescate de mi padre, mientras me trasladaba a lugares que me sonaban muy lejanos y exóticos como Lima, Buenos Aires, Méjico D.F., Méjico D.F., “...Méjico D.F... última llamada para los pasajeros del vuelo 2054 de Madrid-Barajas con destino a Méjico D.F...”


CAPÍTULO 3, SE ANUNCIA PISO de Fernando M Lozano


Se vende pisito muy cuco, ideal para solteros o parejas flexibles con mucho amor. Situado donde tu quieras.
Espacioso según necesidades, 72’’, buena distribución.
Cierres de seguridad anti vandálicos, con acabados de lujo en materiales nobles tales como serraje, raso y esparto.
Iluminado y ventilado si lo abres, acogedor y privado si lo cierras.
Precio innegociable a convenir. (En el precio se incluye ama de llaves).
Entrega de llaves en el momento del pago. Imprescindible aval.
Razón: Inmobiliaria “La estrategia del caracol”, Avda. Los sin techo Nº1. 5540 México D.F.
Teléfono: no tenemos, llamen a gritos.

CAPÍTULO 4, EL VIAJE de Mercedes Cuesta.


Javier Conde apresuró sus pasos en dirección a la puerta de embarque al oír el aviso de última llamada del vuelo 2054 con destino a México D.F. Se había distraído en el duty free mirando la cantidad de cosas que podría haber comprado un año atrás y que ahora estaban tan lejos de su alcance. Llevaba unos cuantos billetes a buen recaudo en un cinturón interior que les permitirían a él y a Rosana subsistir en México poco más de una semana. Ya estaba maquinando el modo de buscarse la vida en un país donde le habían hablado de grandes oportunidades para los españoles con talento. Precisamente talento era lo que a él le sobraba a raudales –pensaba-. Tenía muy claro que saldrían adelante y de forma brillante, como siempre, volverían a la vida regalada a la que estaban acostumbrados. Se acabarían las amargas discusiones entre él y Rosana y volverían a amarse y a ser felices.
Se acomodó en su asiento, al lado de la ventanilla y miró por última vez con nostalgia la ciudad en la que habían vivido tantas aventuras. Vista desde el cielo, a medida que ascendían, parecía un enorme avispero y él se sentía libre, fuerte e invencible. Una nube de conmiseración paso por su cabeza pensando en su amada Rosana embutida en la maleta cuando una voz muy dulce le increpó desde el asiento de al lado.
-No soporto los aviones, sobre todo cuando despegan. ¿Es usted Mexicano?
-No, soy español, Javier Conde de Montecristo, para servirla –dijo al tiempo que le ofrecía su mano.
-Encantada, Violeta María Hinojosa –correspondió ella estrechándosela.
Javier volvió un momento su rostro hacia la ventanilla. Bueno –pensó- este viaje promete.

CAPÍTULO 5, Otro mundo de Magdalena Carrillo.


No sé cómo me he dejado camelar por Javier en este asunto ¡Seré tonta!-pensó Rosana-La postura del caracol ya la estaba incomodando y, poco a poco, fue abriendo la cremallera desde la parte interior. Ese era el plan. Se sentía agobiada y necesitaba salir a la bodega y respirar. Estirar, sin límites espaciales, todo su cuerpo.
Oía los quejidos lastimosos de algún perrito.-Seguro que son mis compañeros de viaje- pensó en voz alta.
Menos mal que pusieron la pegatina de FRÁGIL, adherida a la parte superior de la maleta. Eso la salvó de una muerte segura por "aplastamiento".
Ahora, lo peor ya había pasado: los golpes y zarandeos de la cinta transportadora y los traslados hasta el aparato.
Fue sacando una pierna y tanteando el terreno que pisaba; después la otra, y se encontró en un espacio oscuro. Extrajo la linterna del bolsillo, e inició la exploración ocular, al tiempo que se incorporaba del todo como una malabarista. El haz de luz a su alrededor le permitió descubrir montones y montones de maletas y baúles, dispuestos en altas pilas.
Con cuidado iluminaba el suelo de la bodega del avión parar hallar un lugar donde poner sus pies y poder moverse con relativa facilidad.
De repente oyó unas voces.
-¿Quién anda ahí?-preguntó.
Enfocó la linterna hacia el lugar de donde provenían los murmullos y cuál no sería su sorpresa al encontrarse a un grupo de tres personas, cómodamente sentadas sobre los equipajes.
-¡Bienvenida, querida! No tengas miedo. Este es un viaje como otro cualquiera.

CAPÍTULO 6 LA LLEGADA de Fernando M Lozano

-¿Motivo de su viaje a México D.F.?
-Placer.
-¿Algo que declarar Javier Conde?
-Nada.
-Entonces, ¿cómo explicaría esto?
En la imagen del monitor, se ve con claridad una figura femenina en 3D contorsionada en el interior de una maleta.
-Bueno verá, esto es muy embarazoso, soy español, un latin lover, ya sabe y según me han informado, las mujeres mejicanas no son nada fáciles y no tienen demasiado aprecio por los visitantes de la Madre Patria. Así que, llevo en mi maleta algo que me ayude a pasar las noches de soledad en su precioso país.
-No pinches wey, ay carajo con el españolito!!! Dejarle pasar. Aquí tiene su pasaporte Don Javier y la próxima vez, por favor, deshinche la muñeca.
-Gracias, así lo haré.

-Rosana, mi amor, abrázate fuerte a mi, ponte rígida y abre la boca como si todo lo que vieras te sorprendiese. Hemos salido bien de esta.
Estamos en México pendeja mía.

Capítulo 7, LA CONFUSIÓN de Lucrecia Hoyos

Javier Conde salió tan contento del aeropuerto que no le dio tiempo a percatarse del error. Cuando sacó a Rosana, la notó un poco rígida. Lo achacó a la postura incomoda que había mantenido. No sabía si había podido salir de la maleta durante el viaje y creyó que había perdido el conocimiento. Eso o que era una actriz consumada como él sabía muy bien y que estaba haciendo a la perfección el papel que él mismo le había asignado. Pero no, no era eso, le habían dado una maleta equivocada. Se quedó de piedra cuando comprobó que tenía en sus brazos una horrible muñeca en lugar del hermoso cuerpo de Rosana. Se sentó en el banco de un parque y rompió a llorar con la maleta en el suelo y la muñeca dentro con las piernas fuera. La gente se paraba a mirarlo y hasta hubo quien le dio unas monedas.



CAPÍTULO 8 “CUENTOS CHINOS” de Lara Hernandez Abellan


-Malena, ¿me ayudas a bajar es maleta que asoma por encima del armario?

-Claro que sí mama. ¿No es en la que me contabas de pequeña que llegaste hasta aquí escondida?

-Exacto, esa misma. La vieja maleta en la que tu padre me abandonó antes de embarcarme rumbo a nuestra nueva vida.

-¡Cómo pude creerme esa historia mamá! Hasta no hace tanto, te imaginaba allí dentro, enroscada como una serpiente durante todas aquellas horas de vuelo… Siempre fuiste muy buena para contarme cuentos y yo para imaginarlos como reales, pero creerme algo así… ¡Si hasta me contaste que a los tíos Roberto, Amelía y Alfredo los conociste dentro de aquel portaequipajes del avión! ¡Eres increíble!

-Los años te han vuelto incrédula Malena, me gustabas mucho más cuando me mirabas embobada.
A veces las cuentos son historias reales y no hay por qué buscarles una explicación lógica.
Toca su piel, huélela y verás lo que te transmite. Ella sabe que lo que te conté es la verdad, se curtió con las lágrimas que derramé en aquel viaje antes de decirme a salir y conocer a tus tíos.
Allí escondida le pegué mis miedos. Le hablé de esta vida incierta a la que me acercaba aquel vuelo y de la otra, de la que dejaba atrás, en el que hasta ese momento había sido mi hogar y mi única tierra.
¡Qué lejos queda ya aquello y qué ganas de volver algún día!

-¿Piensas en papá verdad?

-No, sólo pienso en él cuando te veo sonreír, lo haces igual y cuentas las cosas de su misma manera. Convences como lo hacía él. Sé que si tú me lo pidieses volvería a meterme dentro de esta maleta y de vuelta a España…
Me abandonó Malena. Lo esperé durante horas en aquella enorme terminal y no apareció jamás. Pusimos anuncios por las calles, en los periódicos… Durante semanas, meses y años, hasta que un día me cansé de hacerlo o mi corazón dejó de recordarlo. No lo sé.
Y cuando supe que venías de camino le escribí esta carta por dos veces. Una la mandé a nuestra vieja dirección por si acaso me seguía esperando allí y la segunda la guarde aquí dentro, en nuestra maleta. No sé por qué lo hice, pero me pareció que si le había pasado algo malo, la maleta le haría llegar mis palabras. ¡Tonterías!

-¿Me la dejas leer?

-Quédatela. Han pasado veintitrés años y ya debe haberla releído mil veces. Quédate las dos cosas si quieres. Si algún día decido volver lo haré en primera. ¡Vamos si lo haré, cómo una señora!

“Javier, soy Rosana.
Tu idea funcionó, nadie se fijó en mi ni tampoco en nuestra maleta. Conseguí llegar hasta aquí sin problemas. Bueno, sin problemas pero sola, eso sí.
No apareciste y di vueltas y vueltas en aquella cinta hasta que unos amigos a los que nunca dejaré de estar agradecida me sacaron de ella.
No sé qué te pasó, si llegaste a coger el avión o si algo te lo impidió en el último momento. He imaginado mil razones, pero todas me dejan el mismo sinsabor.
Te escribo para contarte que vas a ser padre y que te echo de menos. Te echo de menos a todas horas, aquí todo me es tan extraño. Es gracioso, me embarcaste en este viaje para volver a recuperar nuestra vieja vida y mira dónde estamos. Yo aquí y tú no sé dónde…
Estoy rodeada de buena gente que me cuida y que lo seguirá haciendo siempre. ¡Nunca creerías dónde los conocí! Ese viaje me enseñó que no eres el único al que se le ocurren ideas brillantes.
No sé de qué manera despedirme, si tenerte cariño o guardarte rencor, me lo has puesto tan difícil mi amor.

Aún tuya, Rosana”"

CAPÍTULO 9, EL VIAJE CONTINÚA de Lucrecia Hoyos


Javier Conde, entretanto, continuaba su viaje cómodamente junto a Violeta María. La había estado observando minuciosamente mientras hablaban del tiempo y de minucias propias de vecinos de asiento. Nada de lo que vio en ella le resultó indiferente. Era una hermosa mujer de pelo negro y lacio cayendo sobre su espalda. Su rostro no tenía desperdicio, sobre una piel morena y tersa destacaban unos ojos inmensos de color violeta adornados de largas pestañas, una naricilla perfecta y unos labios en su justa medida de seducción sin provocaciones. Apenas llevaba maquillaje. Iba bien vestida, Javier calculó que llevaba encima más de mil euros entre ropa, zapatos, manicura y alguna pequeña joya en sus dedos y orejas. Su silueta parecía también impecable aunque tendría más datos cuando pudiera verla de pie, pero ya prometía un buen silbido de admiración, que él por supuesto no emitiría porque era un caballero.
-¿Y qué le lleva a mi país? si me permite la indiscreción- pregunto Violeta con aire de curiosidad.
-Negocios. Mi empresa tiene el proyecto de abrir una sucursal en alguna parte de México. Aún no estamos seguros de su ubicación pero pensamos que en algún punto de la Riviera Maya podría encontrarse el lugar perfecto.
-¿ A qué se dedica su empresa si puedo saberlo?
-Oh, es difícil de explicar, es una empresa muy versátil. Digamos que proporcionamos todo aquello que alguien pueda necesitar siempre que pueda pagar nuestros servicios, claro está. Es algo nuevo, revolucionario. Alguien como usted, por ejemplo, podría realizar todos sus sueños con nuestra ayuda.
-Interesante –contestó Violeta pensativa-, creo que tendremos que hablar despacio sobre este asunto. Le voy a dar mi tarjeta –dijo rebuscando en su bolso y extendiéndole una pequeña cartulina del color de sus ojos-. Me gustaría que se pusiera en contacto conmigo dentro de unos días cuando sus asuntos se lo permitan.
-¡Oh. Sí! Será un placer. Descuide que no faltaré a mi palabra. En una semana, como mucho, tendrá usted noticias mías.


Capítulo 10 de Eufrasio Saluditero


“...Bienvenida, querida. No tengas miedo. Este es un viaje como otro cualquiera. Nos alegra tanto que hayas traído una linterna. Enfócala sobre ese baúl. ¡Sí!, sobre el más grande.”
En el lienzo empezaron a dibujarse sombras que se convirtieron en imágenes proyectadas y la bodega se llenó de gente salida de otras maletas, unas llenas de ropa, otras de instrumentos musicales, algunas de bolsitas de azúcar en polvo (¿azúcar en una maleta de viaje?, que rayada está la gente) y las nuevas de polipropileno (o cómo demonios se diga) El ruido de los motores del avión se diluyó para trasformarse en una agradable melodía que dió entrada a un batallón de ciclistas-anarquistas-futuristas portando sobre sus manillares maletas preñadas; pedaleando a toda velocidad, atropellando inmisericordes pasos de cebra, y dejando las maletas abandonadas por los rincones de la ciudad de México para que mujeres normales, sin pretensiones, las encontrasen por casualidad; lanzando al cielo ráfagas de “parole in libertà” que abatían a una errante serpiente zigzagueante del desierto mientras de la maleta que arrastraba con una cuerda brotaba un cactus de extremidades desmembradas que, abrazando el cuerpo de una joven, titilaba por un cartel luminoso que tenía en la copa en el que apenas alcanzaba a leer: “Cal·...·apitá·...” (algunas letras se habían fundido) balbuceó mientras describía pantágonos regulares sobre sus patines un antiguo conductor de autobuses, recluido en el frenopático, tras sufrir un atentado de un marido celoso, por asegurar que veía fantasmas. Su caída sonó como un patinazo... como la sacudida de las ruedas del avión sobre la pista de aterrizaje. El párpado del ojo cerrado se percató de la luz que se colaba por los portones del tren de aterrizaje. Mientras la inercia del frenado de la aeronave aumentaba su cuerpo fue retomando la postura del caracol. Ahora, ¡silencio Rosana!, pensó.

“Oiga patrón, ¿dónde aparcamos las valijas de los guachupines? – Órale chavo, no seas fresa. Hay como veas... deja un chingo ahí mismito y ya nos regresaremos de puro padre después... menos esa de serrajo y esparto que será de algún chilango.”

16 comentarios:

  1. Enhorabuena, Lucrecia! Quiero ser el primero en felicitarte.

    ResponderEliminar
  2. Me quitaste la ideaaaaaaaaaaaaa, pero yo la hubiera roto como uan muñeca. Me ha gustado.

    ResponderEliminar
  3. Me he apresurado a escribirlo porque la foto obliga, querida Wis, y no quería que me robaran la idea, jajaja...

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Fernando, con la crisis no me extrañaría que la gente tuviera que terminar viviendo en una maleta....

    Esto promete, vaya historia, "Mercedes Cuesta" ha dejado muchas puertas abiertas en ese avión, jajajjajaja

    ResponderEliminar
  6. Fernando M: ¿72" se refiere a pulgadas? Porque yo entiendo que se está anunciando una maleta, ¿no?

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  8. Bueno, bueno, Magdalena, que manera de abrir puertas. Fellini estaría muy contento, y yo también. Qué ganas de seguir leyendo.¡Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  9. Gracias,amigo, historias paralelas.

    ResponderEliminar
  10. por donde voy leyendo me gusta, pero esto de la entrega por capitulos me tiene intrigada, bueno ya veremos como termina la historia. Enhorabuena a todos sus autores y autoras.

    ResponderEliminar
  11. Eufrasio, me encantó el ensimismamiento de Rosana y cómo despierta de él con la llamada de su vuelo.
    Magdalena, es genial que Rosana salga de la maleta y encuentre en la bodega del avión más polizones.

    ResponderEliminar
  12. Gracias, Fernando. A mí el tuyo aún me tiene dándole vueltas en la cabeza.

    ResponderEliminar
  13. Genial Lucrecia, lo has arreglado.

    ResponderEliminar
  14. Lara, como de costumbre, manejas con soltura el ritmo del relato. Me gusta el resentimiento contenido de Rosana con Javier. Has dejado muchas puertas abiertas: Qué le ha pasado durante 23 años a ella, a él, qué pasó en el aeropuerto. Poneos todos a inventar.

    ResponderEliminar
  15. Cómo para no estar resentida!!! Si yo me hago veinte horas de vuelo metida dentro de una maleta por idea de mi pareja y cuando llego a mi destino él no aparece... Prefiero no comentar!!!

    Me da la sensación de que durante esos 23 años Rosana no lo ha tenido fácil pero que ha conseguido llegar a ser alguién querido, al menos por su hija y por aquellos amigos q conoció en el trayecto. De Javier, me lo imagino siendo rescatado de aquel jardin por una mujer atractiva, tal vez esa compañera de trayecto que nombra Magdalena en su capítulo...

    ResponderEliminar