No hace mucho, y a través de
distintos medios de comunicación, hemos sido testigos forzados de la última matanza
ocurrida en Conneticut. Nadie nos pidió permiso para abordarnos, a las tres de la tarde, y relatarnos cómo un
adolescente había entrado en un colegio y,
armado hasta los dientes, la había emprendido a tiros contra todo lo que se movía.
El suceso es aterrador y, todavía
parece más aterrador, el hecho de que se esté adiestrando a nuestros cerebros a
convivir con este tipo de crónicas como si
fueran acontecimientos normales y corrientes del día a día.
Lo que todavía me parece más cruel
es el tratamiento que se acostumbra a dar a este tipo de crónica; sin venir a
cuento, siempre se nos facilita una información gratuita siguiendo este modelo:
“Era un chaval raro, no salía de casa y se pasaba el día frente al ordenador o
la video-consola. Entre sus juegos favoritos se encontraban los bélicos, de
lucha y los de disparos”.
No sé por qué, siempre tiendo a
solidarizarme con las madres de miles de
adolescentes que comparten la misma afición; me explico: mi hijo se pasa el día
con el mando de la videoconsola o con el ratón y, sé que no juega a
Blancanieves y los siete enanitos, pero nunca he presenciado un comportamiento violento
por su parte ni por parte de sus amigos.
Seguro que quien me está leyendo, también ha visto a sus hijos, sobrinos o… hasta
usted mismo, ¿por qué no? El hecho de apretar
el botón rojo y lanzar un disparo contra el “malo” del juego no te convierte en
asesino. Tampoco ver películas de James Bond, tranquilos…
Pero todavía me enferma más, si
cabe, la siguiente afirmación: “El chico era autista, Asperger o padecía un
trastorno de la personalidad”. Vamos a ver… ¿Era también diabético o celíaco?
¿Padecía de intolerancia a la lactosa? “No, eso no es relevante” -me contestarán
con seguridad-. Y yo les responderé que tampoco es relevante en absoluto que el
chaval tuviera el síndrome de Asperger, teniendo en cuenta que Einstein, por
poner un ejemplo, lo padecía.
¿Por qué nos ofrecen esta
información regalada? ¿Por qué nos manipulan en lugar de poner el dedo en la
llaga? Porque es mucho más sencillo tratar con la “enfermedad” de una sola
persona que hablar de la auténtica enfermedad
que padece la sociedad. De este modo casi nadie se preguntará quién o quienes
mueven el monopolio armamentístico, quién está detrás de tantas y tantas guerras sin sentido o quién hace la vista gorda
mientras cientos de niños son reclutados para luchar en países del llamado “tercer
mundo” robándoles su infancia, hasta conducirlos a una muerte segura.
Desde esta columna pido un poco
de sensatez a las redacciones de los medios de comunicación. Queremos ser
informados, no manipulados. Este es mi deseo para el nuevo año. Ahora les dejo
para que mediten un poco, creo que llego tarde a la consulta del psicólogo…