Cuando la Gran Guerra
Terminal concluyó con la destrucción del planeta, solo quedaron dos hombres
vivos. Solo dos paisanos que siempre habían sido enemigos, que se odiaban a
muerte desde jóvenes. Entonces uno de ellos comenzó a pensar si no valdría la
pena olvidar el pasado, enterrar viejos agravios e iniciar una relación nueva,
colaborando primero en conservar la vida y después en localizar a otros posibles
supervivientes, donde fuera que se encontrasen. Mientras se consagraba a dicha
reflexión, el otro individuo ya había resuelto que su adversario debía morir y
le partió la cabeza con una piedra.
viernes, 5 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
AMIGAS
Eran tres, como las hijas de
Elena. Las tres de todos los cuentos, canciones y poemas. No las unían los lazos de
consanguinidad, sino la cercanía. La vida las había golpeado a fuerza de
desengaños y tristezas. Y ahora, libres al fin de sus ataduras, con sus cabezas blancas y altas permanecían juntas con sus sonrisas y sueños intactos hasta el final de sus días.
Voluntad de vivir
Olvidada
de la escritura, permanecí en silencio durante días interminables. No sabía el
motivo de mi desgana general así que me dejé llevar por mis sentimientos y me
fui sumergiendo en una apatía pegajosa y resistente que se iba apoderando de mí
cada día un poco más. La primavera azotaba con un viento insoportable a la
gente y a las cosas y el mundo se degradaba en miserias incontables e
incontrolables. Tuve que huir de los telediarios e, incluso, sentía miedo de
las noticias de la red. Me vino de pronto la voz de Nietzsche y su “voluntad de
poder”, esa fuerza que nos hace amar la vida y autoafirmarnos en ella sean
cuales sean las circunstancias. Y me dije: estos son los tiempos que me ha
tocado vivir. No puedo salvar al mundo. Solo puedo seguir creando mi vida hasta
el último aliento y compartirla con vosotros.
lunes, 1 de abril de 2013
Saludando a la primavera
Durante
mi adolescencia - hace ya algunos años-, me gustaba saludar a la primavera
estrenando alguna prenda nueva. Un pantalón claro, una blusa ligera o unas
deportivas cómodas para andar por la ciudad o por el campo, lo mismo daba.
Esta
mañana, el sol me ha despertado con sus rayos directamente en mi ventana. Mi
cuerpo se ha puesto en marcha contagiado por la fuerza de su luz y su calor…
pero a los cinco minutos mi cerebro le ha ordenado que se detuviera y el cuerpo
le ha obedecido. No ha querido salir a la calle para comprar esa camisa verde
esmeralda que tanto le había gustado la semana pasada. Ni ha sentido deseos de
calzarse unas zapatillas blancas que todavía aguardaban envueltas esperando
salir de excursión a la montaña.
Mi
cuerpo –sin duda-, está manteniendo una pugna con mi mente y, desgraciadamente,
ésta es la que lleva todas las de ganar.
Los
pensamientos revolotean buscando una salida que no encuentran o que no existe. Los
rostros de la gente que ha perdido su trabajo o su casa o ambas me miran indefensos.
Veo jóvenes con maletas que se ven obligados a dejar a sus familias y a sus
novias para buscar trabajo en otras ciudades y, los que tienen que permanecer
aquí, se encuentran desamparados y desatendidos por la gente que debería velar
por su seguridad y su futuro. Esos mismos que han estado estafándonos en su
propio beneficio y que aún proclaman su inocencia y la legitimidad de su
escaño. Por todo ello y por mucho más… siento angustia y una gran tristeza.
Podría
haber escrito las palabras más bellas del mundo para dar la bienvenida a la
primavera, pero hoy no puedo. Tampoco sé si lo podré hacer mañana o pasado mañana,
ni al otro… Llamen otro día a mi puerta
y pregúntenme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)