lunes, 8 de diciembre de 2014

Hambre y navidades



Escaparate, Robert Doisneau, 1947


Fueron duros aquellos años de la posguerra, sin mi padre. Mamá se comportaba como un fantasma viviente, y cuando llegaban el invierno y las fiestas se angustiaba aún más. Dedicada a limpiar en casa de unos ricachones, sacaba las perras justas con las que comprarnos aquellos detestables boniatos que constituían, junto con las patatas y algo de arroz en días muy señalados, nuestra dieta habitual. En el pueblo ya solo nos quedaba el tío Perico, el cuñado de mi madre, mucho más mayor y tan empobrecido como ella. Pero sin que nadie lograse averiguar cómo, aquel hombre conseguía todas las Navidades un sencillo juguete para mi hermanita Carlota y otro para mí. Cuando le preguntábamos de dónde habían salido los regalos, respondía circunspecto.

--  Los han dejado a la vera del hogar los Reyes Magos.
                       --  Y a ti ¿qué te han traído, tío?
          --  Carbón, un carbón muy negro, pequeñajos.

Y cuando lo decía, nos quedábamos boquiabiertos contemplándole, pensando que el tío Perico era demasiado bueno para merecer ese cruel castigo.

5 comentarios:

  1. El tío Perico que hacía posible el milagro de la Navidad... Muy bonito y entrañable, Rafa

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  2. Inmejorable forma de empezar el período navideño. Estupendo

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  3. Carbó, ¿porqué nos obstinamos en pensar que es algo malo? El tío Perico seguramente estaba contento con su carbón... Estupendo micro Rafa, ojalá yo pudiera sintetizar tan bien los pensamientos y las historias. Un abrazo.

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  4. Estupendo micro, querido Rafa. Un fuerte abrazo.
    Germán Repetto

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